Agradecimientos

¿Cómo no expresar toda mi gratitud a Marie-Dominique Philippe, O. P., que fue mi primer «maestro vivo» y me inició, hace ya veinticinco años, en la sabiduría filosófica y la mística cristiana?

Gracias también a mi padre René el Argelino, que puso en mis manos El banquete de Platón cuando yo tenía quince años, así como a mi madre Elisabeth, que a la misma edad me descubrió la astrología y que ha leído este manuscrito con ojo atento.

Tengo que agradecer desde lo más profundo de mi corazón a mis queridos amigos que me hayan hecho partícipe de sus críticas y juiciosos consejos: Nawel Gafsia; Karine Papillaud; Samuel Rouvillois, amigo de toda la vida; Aurélie Godefroy; Elsa Godart; Sophie Poitou, y Violette Cabesos, mi cómplice de La promesa del ángel. Mi agradecimiento en particular para Fabienne de Lambilly, que me guió con pericia por Roma y los Abruzzos y compartió conmigo enriquecedoras observaciones. Tengo también un recuerdo amistoso y agradecido para Jean-François Colosimo, que tan bien supo descubrirme el monte Athos y los Meteoros, y para S. L. y su equipo, así como para Myriam Brough, en recuerdo de una estancia inolvidable en Argel.

Un profundo reconocimiento también para Françoise Chaffanel, Muguette Vivían y Patricia Aubertin por sus pertinentes observaciones, así como para Alexis Chabert por el dibujo de las cartas astrales, a Denis Félix, fotógrafo del alma, y a André Barbault, Philippe Dautais, Annick de Souzenelle y Paule Ryckembeusch, los iluminadores.

Quisiera, por fin, dar gracias calurosamente a Francis Esménard, mi editor y primer lector atento, que no ha dejado nunca de apoyarme con convicción y amistad desde que escribí mi primera novela.