El verano de 1845, tras años de enconadas polémicas políticas, la ciudad de Nueva York creó por fin un Departamento de Policía.

La patata, un tubérculo que ofrece ciertamente una nutrición fiable y cuyo cultivo sólo requiere un espacio limitado y aun yermo, había sido el alimento básico del agricultor arrendatario irlandés. La primavera de 1844, la Gardener’s Chronicle and Agricultural Gazzette informaba con inquietud de que una plaga «perteneciente a la familia del moho» estaba causando estragos en los cultivos de patata. No había, contaba el Chronicle a sus lectores, ni causa definida ni remedio.

Esos acontecimientos paralelos cambiarían para siempre la ciudad de Nueva York.