RAGNAR

Apartas el teléfono móvil del oído y lo miras, entonces miras a Tanner y dices:

—¿Se cree que somos estúpidos?

Tanner no reacciona. Sabe que es una pregunta retórica.

Te diriges a Leo.

—Quiero saberlo todo sobre esa tal Stinke. Cómo se llama en realidad, dónde vive, quiénes son sus amigos y qué tiene que ver con Taja.

A continuación, le lanzas el móvil.

—Y dale a Fabrizio este último número, que rastree la llamada y averigüe dónde está esa Stinke ahora. Nos reuniremos dentro de una hora en la oficina. Y de esto de aquí…

Miras al chico muerto, que yace delante de la piscina. No sientes nada salvo satisfacción. «Quien no da nada, no recibe nada —piensas—, y quien coge algo, debe poder dar.»

—… nos ocuparemos luego.

Evitas mirar a tu hermano. Por el momento, nadie te pregunta por tus sentimientos. Tienes que mantener la cabeza fría y resolver este problema de un modo rápido y definitivo, antes de dejar aflorar los sentimientos. Y ni pienses en reaccionar de manera espontánea. Presta atención a cada paso. Ya habrá tiempo suficiente para Oskar.

Una hora después estás sentado solo en tu oficina, tus hombres esperan delante de la puerta. David ha tenido éxito. Las grabaciones en la casa de Oskar se remontan a diez días atrás. Tres de las ocho cámaras estaban conectadas. Salón, buhardilla, dormitorio de Oskar. Cada movimiento ha quedado grabado. David te ha editado las escenas más importantes y te las ha grabado en un disco. Ahora estás sentado delante del monitor de tu ordenador y le das al play. David ha dicho que las grabaciones más relevantes empiezan el miércoles pasado. La fecha aparece abajo a la izquierda de la imagen.

Miércoles, 1 de julio de 2009:

Ves a tu hermano, ves a Taja, los oyes discutir y entiendes cada palabra.

Ves lo que ha sucedido, repites las escenas y las ves de nuevo. Tu hermano muere. Y luego Taja se viene abajo. Adelantas la cinta…

Viernes, 3 de julio de 2009:

… y ves a tu sobrina en la buhardilla, abriendo la maleta metálica con la mercancía, ves cómo saca a rastras el cadáver de Oskar del salón. Tal vez tu hermano ha empezado a oler, tal vez ella no pudo soportar más su visión.

Tanner ha descubierto el congelador en el que estaba el cadáver de Oskar.

Para ti es un enigma por qué a Taja se le ocurrió esa idea.

Adelantas hacia los días siguientes y ves cómo ella se coloca en el salón, sin pausa, ves cómo vomita y se mueve inquieta cuando duerme. La noche del 7 al 8 de julio aparecen las cuatro chicas y entran al salón por el jardín. Te inclinas hacia delante y detienes la imagen.

«Ahí estás, Stinke.»

Todavía no tiene ese moratón bajo el ojo, todavía no se ha tropezado contigo. Observas a las otras chicas. No has visto antes a ninguna de ellas. Tu dedo pulsa la tecla y la imagen se pone de nuevo en movimiento…

Miércoles, 8 de julio de 2009:

… y Taja le enseña a Stinke la mercancía en la buhardilla. Ellas sacan la droga. Nueve horas después, Stinke y otra de las chicas meten de nuevo la droga en la maleta de metal…

Jueves, 9 de julio de 2009:

… y entonces llega la noche siguiente, y Stinke se ve de nuevo en la buhardilla, saca la mercancía de la maleta y la mete en una bolsa deportiva.

La grabación llega a su fin. Es un resumen de siete minutos y veintitrés segundos. La muerte de tu hermano, la desesperación de Taja, el robo de tu mercancía. Sacas el disco del ordenador y lo observas un momento, antes de romperlo contra el borde de la mesa.

—¿David?

El aludido abre la puerta.

—¿Quién más ha visto esto?

—Sólo yo.

—Bien. Borra el disco duro.

—Entiendo.

—Ya podéis entrar.

Arrojas el disco roto a la papelera que está debajo del escritorio y te das cuenta de que estás empapado en sudor. Sabes que David no va a decir ni una palabra sobre las grabaciones. Tanner va al grano de inmediato.

—¿Qué captaron las cámaras?

—De eso hablaremos luego.

Tanner mira a David. Éste le sostiene la mirada. Tanner vuelve a dirigirse a ti.

—Ragnar, quiero saber lo que han captado esas malditas cámaras. Es cierto que era tu hermano, pero también era mi amigo. ¿Tuvo Oskar un infarto o qué…?

—Taja lo mató.

—¡¿Qué?!

Tanner ha pegado un salto, tu hijo se ha quedado boquiabierto, se ha acercado un paso, abriendo y cerrando las manos, Leo ha cerrado los puños, su mandíbula se mueve. David es el único que no reacciona. Tanner no tiene palabras.

«Está bien que sea así.»

—Pero…

—He dicho que hablaremos de eso más tarde, y eso debe bastarte. Así que hazme el favor y siéntate.

Tanner se sienta. No te gusta que te hagan preguntas. Debes trazar una línea de acción.

—¿Qué habéis encontrado?

Leo le entrega a David una carpeta. David echa un vistazo al contenido, saca una foto y cierra la carpeta. Dice: —El verdadero nombre de Stinke es Isabell Kramer. Va al mismo instituto que Taja y, hace tres meses, participó en un concurso escolar junto con sus amigas. Hemos descargado la foto de la página web del instituto.

Pone la fotografía encima de la mesa y te la pasa.

—De izquierda a derecha están Sunmi Mehlau, Ruth Wassermann, Isabell Kramer, Vanessa Altenburg y nuestra Taja. Las cinco son amigas desde la secundaria.

Observas la foto. Ahí están ellas. Stinke, Taja y las otras tres, a las que acabas de ver en la grabación. Todas te enseñan el dedo índice. No te lo tomas a mal. A su edad tú no eras mejor.

Bajo la foto dice: «Perdedoras felices.»

—¿Qué concurso fue éste?

Poetry Slam. Actuaron juntas, hicieron sus tonterías y quedaron en último lugar.

—¿Cuál de ellas era la que estaba esperando en la otra orilla? —le preguntas a tu hijo, que está en la puerta, ya que nadie le ha ofrecido sentarse. Él mira la foto y da un golpecito con el dedo en la segunda chica por la izquierda. Es la misma chica que metió las drogas con Stinke en la maleta— . ¿Ves cuál es el problema? —le preguntas a Darian, y antes de que éste pueda responder, continúas hablando—: El problema es que no supiste meterle suficiente miedo.

A él le tiemblan los músculos de la cara. Ese chico detesta las críticas.

Necesita tu atención como una planta necesita la luz, y tú lo tratas como a un empleado.

—Tienes que reparar eso, ¿entendido?

Tu hijo dice que te ha entendido, y se coloca de nuevo junto a la puerta, con las manos cruzadas delante de la entrepierna, como si quisiera protegerse los testículos. Chándal, sudadera, zapatillas deportivas. Parece un matón. Te das cuenta de que le echa un vistazo a Tanner. Tanner lo ignora. Él es el padrino de tu hijo, y cuando estaba en el instituto lo ayudó en un par de ocasiones a salir de apuros, pero esos tiempos han acabado, y Tanner tiene ahora problemas muy distintos. Lo ves en su rostro. «Taja, ¿una asesina? Eso jamás.» Es algo que no le cabe en la cabeza. A diferencia de ti, a Tanner le cae bien la chica y no entiende cuál es tu problema con ella. ¿Cómo iba a entenderlo? Cada vez que él ve a Taja, ve a Taja, pero tú ves a Majgull.

—¿Qué más tenéis?

—Sabemos, por la secretaria del instituto, que Taja no fue a clase en toda la semana pasada. Las otras chicas están ausentes desde hace tres días, pero tampoco estaban en sus casas. Y por el aspecto que tenía el salón de Oskar, debe de haber sido una fiesta muy loca.

Guardas silencio, tienes una información más fidedigna.

—¿Qué hay del número de móvil?

David mira a Leo, y Leo dice:

—Es de la tal Stinke. Fabrizio pudo localizar el móvil sin dificultades.

La chica ya no está en Berlín.

—¡¿Qué?!

—Cuando marcaste el número hace una hora, Stinke estaba junto al Alster, en un café que se llama Schatzkästchen. Desde que Fabrizio lo localizó, verifica las coordenadas cada diez minutos, y ella está todavía en Hamburgo. Hemos conseguido el número de Taja, lo hemos sacado del móvil de Oskar, y lo hemos verificado también. Tiene la misma ubicación. Creemos que toda la pandilla está junto al Alster.

—¿Y el Range Rover?

Le toca el turno a David.

—Hablé con el taller. Sólo están reparando el Mercedes, pero ellos no creen que sea un problema seguirle el rastro al Range Rover. Oskar puso un transmisor a los dos coches, desde que le robaron el Porsche el año pasado.

En cuanto hayamos encontrado el código de acceso para el Range Rover, podremos marcar el número del transmisor y él nos enviará su localización por sms.

—¿Así de simple?

—Así de simple.

Ellos esperan tu reacción. Hasta tú esperas tener una reacción razonable, pero primero tu juicio debe procesar todos los datos. Por mucho que te esfuerzas, no ves el sentido que hay detrás de todo eso.

«¿Qué están haciendo esas chicas?»

Por un momento, tienes la intención de decirles a tus hombres que te dejen solo, pero lo que sale de tu boca suena muy distinto, lo dices en voz muy alta y furibunda: —¡¿me vais a decir que unas jodidas chicas de dieciséis años han viajado con el range rover de mi hermano y cinco kilos de heroína de berlín a hamburgo, sin que nosotros pudiéramos hacer nada?!

Tu voz resuena en las paredes de la habitación. Ves que tu hijo baja la cabeza, para no tener que sostenerte la mirada.

—Quizá alguien las haya ayudado —dice Tanner, ignorando abiertamente tu ira, ya que no os lleva a ninguna parte. Tú se lo agradeces.

Respiras, respiras, tus manos, cerradas en dos puños, se relajan.

—Sí, tal vez —dices, con la misma tranquilidad que Tanner, y lamentas tu arrebato. Les das las gracias a Leo y a David por su buen trabajo y le preguntas a Tanner si tiene a alguien en Hamburgo.

—Hasta donde sé, los griegos vuelven a estar completos. Markus se ha establecido de nuevo, desde hace un mes, en Fuhlsbüttel. Y también tenemos a los Dietrich. Su jefe ha salido de la trena.

—¿Qué hay de Oswald y de Bruno?

Tanner vacila.

—Mejor no.

—¿Mejor no? ¿Por qué?

—Ya lo sabes.

Por supuesto que lo sabes. La última vez que trabajasteis con Oswald y Bruno, una entrega fallida se convirtió en un baño de sangre. Bruno explicó más tarde que el ambiente se enrareció, y Oswald dijo que a veces había que hacer lo que había que hacer. Tú no tienes mucho aprecio por esa cháchara esotérica, pero sabes que Oswald y Bruno obtienen resultados. Son colaboradores externos, y gozan de cierta inmunidad. Su defecto es que son brutales, lo que los convierte en un riesgo. Pero obtienen resultados, y punto.

—Envíales las fotos de las chicas a sus móviles y dales la dirección del café. Con un poco de suerte, este asunto estará resuelto en media hora.