13

Guié a Ket Halpak hasta la cueva para que se reuniera con Jara Hamee.

Aunque todos estábamos agotados, asustados y aturdidos, todavía sentíamos esa especie de vértigo que le entra a uno después de burlar a la muerte.

Marco y Cassie estaban inquietos porque iban a llegar tarde a casa. Y, para colmo, estaba a punto de cumplirse el límite de las dos horas. Sin embargo, a pesar de todo, era una maravilla ver a los dos hork-bajir juntos.

No se abrazaron. Con el cuerpo cubierto de cuchillas supongo que es un poco difícil. Pero Ket Halpak acarició la cicatriz que Jara Hamee tenía en la cabeza.

<Escuchad, tenemos que irnos —dijo Rachel, todavía con forma de hork-bajir—. Me castigarán todo el fin de semana si no regreso a casa en seguida. Y me da la sensación de que éste va a ser un fin de semana ajetreado, así que mejor no me la juego.>

<Tu madre no castigaría a la mejor estudiante según la fundación Packard, ¿no te parece?>, pregunté.

Se produjo un silencio incómodo porque se suponía que yo no sabía nada del tema.

<Bueno, no hay para tanto>, contestó Rachel con la mirada puesta en el suelo.

<¿Qué hacemos con este par?>, preguntó Jake. Por todo su sinuoso cuerpo de tigre se observaban arañazos y cortes. Mientras yo rescataba a Ket Halpak, mis amigos habían tenido una pequeña escaramuza con un grupo de controladores.

Nadie había sido herido de gravedad pero, para variar, yo no les había ayudado.

<Marchaos a casa —les dije—, yo me encargo de vigilar a estos dos.>

<No puedes estar vigilándoles toda la noche>, objetó Rachel.

<Oye, no tengo nada que hacer. Buscaré una rama cómoda en el árbol de la entrada de la cueva y pasaré allí la noche. En serio, no me cuesta nada.>

<Yo también me quedo a vigilar>, se ofreció Ax.

<¿Y si… salimos fuera y hablamos de esto con tranquilidad? —propuso Jake. Después, se dirigió a los hork-bajir—: Jara y Ket, debéis permanecer en la cueva hasta que volvamos mañana.>

—¿Qué vais a hacer con Ket Halpak y Jara Hamee? —peguntó Jara.

<Todavía no lo sabemos>, respondió Jake con total sinceridad.

—Esperaremos aquí.

—Nosotros fellana…, os damos las gracias —añadió Ket.

Salimos al exterior. Había oscurecido por completo, pero todavía no había estrellas. No tardarían mucho en comenzar a brillar. Mientras Ax y yo vigilábamos, los demás volvieron a su estado natural.

—Muy bien, ¿qué vamos a hacer con ellos? —preguntó Jake, una vez que todos, excepto yo, hubieron recuperado sus formas humanas.

Los seguí durante un rato. Para mantenerme a su paso, iba revoloteando de rama en rama. Les daba un poco de ventaja, después echaba a volar y me detenía unos metros más adelante hasta que me alcanzaban.

—Tenemos dos extraterrestres de carne y hueso —declaró Rachel—. Podríamos llevarlos a los medios de comunicación. ¿Cómo van a negar la existencia de una conspiración yeerk al ver a esos dos?

<Te olvidas de que ya tenéis uno —observó Ax—. Yo. He aprendido mucho sobre la sociedad humana, y sé a ciencia cierta que los humanos se inventan muchas cosas. He visto fotografías de extraterrestres en los periódicos humanos. ¿La gente se lo cree?>

—Ésos no son periódicos de verdad —aclaró Marco—. Nadie con dos dedos de frente se tragaría esa basura sensacionalista.

—¿Y cómo adivinar qué periódicos y qué cadenas de televisión están controladas por los yeerks? —inquirió Cassie—. A ver si va a resultar que después de tanto esfuerzo se los vamos a entregar en bandeja a los malos.

—Genial, y entonces, ¿qué hacemos con Romeo y Julieta? —preguntó Marco, irónico—. ¿Les alquilamos un piso? ¿Les compramos una casa? ¿Y si les consiguiéramos un trabajo? El problema es que algo sí que llaman la atención. Imaginaos que les da por ir de compras al centro comercial, me parece que más de uno se giraría al verlos pasar.

Nos echamos a reír, pero enseguida recuperamos la compostura. Nos habíamos metido en un buen lío, y lo peor era que no sabíamos qué hacer.

<Tal vez esos dos sean los únicos hork-bajir libres que existen —recordó Ax—. Los únicos hork-bajir libres de toda la galaxia.>

—Es como si pertenecieran a una especie en peligro de extinción —reflexionó Cassie—. Los últimos hork-bajir libres, tal vez la última esperanza para su especie.

—Oh, no —protestó Marco—. Cassie, no empieces con el rollo de la ecología otra vez. A ver si te vas a creer que te has topado con un par de búhos moteados o con unos rorcuales.

<Yo me quedo aquí —anunció Ax—. Estamos casi a las afueras del bosque.>

Todos se detuvieron. A pesar de estar impacientes por llegar a casa, donde les esperaba una buena regañina nadie se marchó.

—Puede que Cassie tenga razón —observó Jake—. Nuestros amigos son una especie en extinción ¿Qué se hace normalmente en estos casos?

—Se les proporciona un entorno seguro y protegido —contestó Cassie encogiéndose de hombros—. Y se espera a que tengan pequeños hork-bajir para prolongar la especie.

—Um, no sé si os habéis dado cuenta pero… estamos en la Tierra —intervino Marco—. No existe un sitio seguro para un extraterrestre que parece el resultado de un cruce entre una gárgola y una cortadora de césped.

<Sí que existe>, repliqué.

Cuatro cabezas humanas y cuatro ojos de andalita me observaron con atención.

—¿Dónde? —preguntó Rachel.

<Conozco un sitio en lo alto de las montañas. Un valle escondido donde hay cuevas y riachuelos.>

En mi mente apareció una imagen nítida del lugar. Lo veía a la perfección: una cascada preciosa rodeada por cientos de árboles que en algunas zonas tapaban por completo el cielo, un prado amplio con miles de flores silvestres. Era el hogar perfecto para los hork-bajir.

<Los podríamos llevar allí>, sugerí.

—No tenemos más alternativa, supongo —replicó Jake encogiéndose de hombros.

—Bien, y ahora mejor será que me invente una buena excusa que contarle a mi padre cuando llegue a casa —añadió Marco—. Ya nos preocuparemos mañana de llevar a Adán y a Eva al Jardín del Edén de Tobías.

«Una buena descripción», pensé. Eso justamente era mi valle. Guardaba una imagen mental muy clara de él, como me ocurría con otros sitios en los que había estado.

Sólo que, en este caso, nunca había estado allí, no lo había visto jamás. Y lo peor de todo es que no sabía de donde había sacado esas imágenes.