12

Los andalitas inspiran sentimientos encontrados. Tienen un aspecto gracioso, pero pueden ser peligrosos. En el caso de Visser Tres, no existe tal contradicción. Aunque físicamente no se diferencia de otros andalitas, únicamente parece más mayor, su persona desprende un intenso halo de maldad. Por eso cuando te encuentras cara a cara con él, la primera sensación que tienes es de miedo.

<¿Me oís, chicos? —llamé por telepatía—. ¿Jake? ¿Rachel?>

No hubo respuesta; me encontraba demasiado lejos.

El cuerpo mutante del andalita acabó de formarse.

<Bien, bien, Ket Halpak —dijo Visser Tres—. Ése es tu nombre, ¿verdad? Tu nombre original de hork-bajir. Ha sido una bonita persecución, pero ahora hay que volver a casa.>

Visser Tres no se molestaba en comunicarse en privado. Supongo que cuando uno es tan poderoso no le preocupa lo más mínimo que alguien pueda estar escuchando.

Ket Halpak, así había llamado al hork-bajir. No era Jara Hamee, debía de tratarse de su kalashi, de su mujer.

Tres contra uno: dos humanos con rifles y Visser Tres, que contaba con la velocidad fulgurante de un andalita como mejor arma, sin mencionar todas las otras formas adquiridas en los rincones más oscuros de la galaxia. La habían acorralado.

No había forma posible de salvar al hork-bajir hembra a no ser que sacara de allí a Visser Tres, cosa que no iba a suceder. Veréis, ante un andalita, aunque éste no fuese verdadero, es imposible pasar desapercibido. Con aquellos ojos giratorios de las antenas, resultaba imposible…

A no ser que …

A no ser que algo le distrajera. Conocía el olmo en el que el halcón de aquel lugar solía pasar la noche. Aunque con aquella luz tan débil, me resultaba imposible distinguirlo. ¿Y si no estaba?…

Batí las alas con fuerza para ganar altitud, aunque no demasiada porque no disponía de tiempo. Doce metros, quince, dieciocho.

Entonces, plegué las alas y me lancé en picado hacia el suelo.

—¡Chiiiieeeerrrr! —exclamé.

»¡Chiiiieeeerrrr! —volví a gritar por si el halcón no me había oído.

Descendía a una velocidad de vértigo, con las alas pegadas al cuerpo y la cola doblada, directo hacia Visser Tres. De no aparecer el halcón, me fulminarían.

¡Un momento! Algo se había movido en el olmo. ¡Sí! De pasada, logré ver las alas del halcón, que salía a defender su territorio, amenazado por un ratonero. Nunca me había sentido tan aliviado al ver a un halcón.

<¡Aquel pájaro! ¡Probablemente sea uno de ellos!>, gritó Visser Tres señalando hacia el halcón.

Los controladores humanos se giraron y apuntaron los rifles hacia el cielo. Y Visser Tres, bendito sea con toda su maldad, giró sus ojos hacia lo que él creía que representaba una amenaza.

<Soy amigo de Jara Hamee —le informé al hork-bajir—. ¡Prepárate!>

Extendí las garras, pico en posición, desplegué las alas de golpe para ajustar el ángulo y… ¡ataqué!

Me acerqué por detrás y le clavé las garras en los ojos a aquel maldito Visser Tres.

<¡AAARRRHHH!>, bramó la bestia de dolor.

<¡CORRE!>, le ordené al hork-bajir.

¡BAM!¡BAM!¡BAM!, nos dispararon.

Salimos de allí como alma que lleva el diablo. El hork-bajir avanzaba a toda velocidad, y yo volaba como si en ello me fuera la vida que, de hecho, era el caso.

El halcón dio un giro tan brusco que pensé que lo habían alcanzado pero, al igual que nosotros, huía de allí a mil por hora.

<¡Escoria andalita!>, maldijo Visser Tres.

Pero, para entonces, yo ya me encontraba a salvo sobrevolando los árboles seguido del hork-bajir que, desde abajo, no me perdía de vista. ¡Qué pasada! Estaba tan emocionado que no podía parar de gritar.

<¡Sí, señor! ¡El chico pájaro dispara y acierta! ¡Yuuuu-huuu!>