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<Ya puedes abrir los ojos>, le dije a Jara Hamee.

Obedeció, y se giró para encontrarse… consigo mismo. Rachel se había convertido en una copia idéntica del hork-bajir. Aunque estaba expectante, poco podía imaginarme lo que vendría a continuación.

—¡Yiiiihhhrrrraaaa! —chilló Rachel con tal violencia que hizo temblar las hojas.

—¡Yiiiihhhrrrraaaa! —replicó Jara Hamee.

<¡Callaos, idiotas! —exclamó Marco sin rodeos—. Estamos rodeados de yeerks>

¡SHHHIIIUUU! Rachel dio un manotazo en el aire, falló por los pelos.

Jara Hamee respondió de inmediato con una patada directa al estómago de Rachel.

De haber acertado, nuestra amiga hubiera quedado reducida a migajas.

Rachel contraatacó y Jara Hamee se defendió. Por suerte, los golpes no resultaban certeros, aunque poco les faltaba.

<¡Atrás! —gritó Jake—. ¡Basta!>

Jake estaba a punto de saltar para interponerse entre las bestias. Justo lo que necesitábamos entonces, una lucha a tres bandas entre dos hork-bajir y un tigre.

<Jake, ¡espera! Creo… creo que es una especie de ritual —informé—. Entre nosotros esto es el pan nuestro de cada día. Se trata de un ritual de fuerza>

Los hork-bajir se detuvieron. Acto seguido, con la cabeza bien alta, cada uno describió un círculo alrededor del otro, caminando de puntillas para ver quién era el más alto.

<No hay tiempo para jueguecitos>, protestó Marco.

Tenía toda la razón. A través de los árboles me llegaron los reflejos de las linternas.

Jara Hamee y Rachel inclinaron las cabezas hasta que sus cuernos afilados con guadañas se rozaron con una delicadeza sorprendente.

<Rachel, ¿estás bien?>, pregunté.

<¿Qué?… Um… ¿Cómo?>, preguntó ella aturdida. Siempre que te transformas en una criatura nueva resulta un poco confuso al principio. Si los instintos de la criatura llegan a controlarte, la experiencia puede desbordarte. Al menos eso es lo que cuentan, porque en mi caso hace ya tiempo que no me transformo.

<Rachel, se nos acaba el tiempo —informó Jake—. ¿Seguro que puedes hacerlo?>

<Sí. Supongo que sí. Claro. Lo siento, es que por un momento me he dejado llevar. No percibo los pensamientos de Jara Hamee ni sus recuerdos, pero sus instintos me han arrollado.>

<Jara Hamee, vuelve a la cueva —ordenó Jake— y no salgas. Todo el mundo listo. Todo lo que hay que hacer es desviar a los yeerks. No buscamos pelea. ¿Entendido, Rachel?>

<Mmm-ummm, claro —respondió Rachel al tiempo que comprobaba sus cuchillas—. Lo que tú digas.>

<Rachel, todavía estás a tiempo de echarte atrás>, insistí.

<Apuesto diez dólares a que dice: «Adelante»>, interrumpió Marco.

Rachel giró su cabeza de serpiente hacia Marco y sonrió, o al menos aquello era lo más cercano a una sonrisa de hork-bajir.

<A… por ellos>, añadió Rachel.

<Eso no vale —se lamentó Marco—. ¡Tramposa!>

De repente, surgieron de la nada cuatro controladores humanos con pistolas, acompañados de dos hork-bajir.

Nos sorprendieron a Jake, Rachel y a mí, pero no vieron a Marco, que se ocultó detrás de uno de los hork-bajir, le dio una palmada en el hombro y, cuando aquel se volvió, le atizó un puñetazo con tanta fuerza que abriría en dos un poste de teléfonos.

¡BUUMM!, el hork-bajir se desplomó.

—¡Ahhhh! —exclamó uno de los controladores humanos.

Y de golpe nos convertimos en los perseguidores.

Aleteé con energía y aterricé sobre una de las cuchillas con forma de cuerno que le habían brotado a Rachel en la frente.

<¿Qué haces?>, me preguntó Rachel.

<Autostop —contesté al tiempo que mis garras se aferraban al cuerno con fuerza—. Esta vez no pienso quedarme al margen.>

<Muy bien, vamos allá.>

<Yu-huu!>, grité con un entusiasmo fingido.

Iniciamos la carrera a través del bosque. El cuerpo de hork-bajir de Rachel se deslizaba con sorprendente agilidad y a más velocidad de la que jamás hubiera imaginado.

Yo me agarraba con todas mis fuerzas. Estaba tenso y asustado pero listo para pelear. Esta vez no me mantendría a salvo mientras los demás corrían todo tipo de peligros. Al menos podía participar.

<¡Eh, chicos! —gritó Cassie desde lo alto—. No sigáis persiguiendo a esos controladores. ¡Es una trampa!¡Os están conduciendo hacia dos tropas enemigas!>

<Oh, oh. Hora de cambiar de rumbo>, dije.

<Sí>

Se giró y echó a correr en otra dirección. Parecía un enorme tanque y yo su ornamento.

De repente…

<¡Aaahhh!>, exclamó Rachel. Tropezó y rodamos por el suelo hasta frenar contra unas ramas de enebro.

<Perdona, vaya tropiezo más tonto. ¿Estás bien, Tobías?>

<Sí, creo que sí>

Aquellas ramas me destrozaban las plumas cada vez que realizaba un movimiento para liberarme.

Entonces… ¡un sablazo!, ¡dos!, ¡tres! Y las ramas desaparecieron.

<¡Muy bien! Vaya, creo que empiezan a gustarme estas cuchillas —observó Rachel—. ¡Son fantásticas!>

Batí las alas y me di impulso con el fin de regresar a mi puesto sobre los cuernos de Rachel, pero, cuando me quise dar cuenta, me encontraba volando en espacio abierto. Vaya, debía de haberme impulsado con demasiada fuerza.

¡Un momento! Aquello era imposible, ¡me encontraba sobrevolando los árboles!

¿Cómo demonios había llegado hasta allí? Apenas había agitado las alas, tan sólo me había impulsado un poco y me encontraba allá arriba volando en pleno cielo. Pero ¿qué demon…?

Me giré para tratar de situarme. El sol se estaba poniendo y aunque no había luz suficiente para utilizar mi potente visión, todavía distinguía un lago. Un búho sobrevolaba las copas de los árboles. Era Cassie, aunque se hallaba demasiado lejos, tal vez a medio kilómetro.

<¡Esto es imposible!>, exclamé sin entender nada.

Entonces oí un disparo. Sonó cerca, de hecho justo por debajo de mí.

¡BAM!¡BAM!

—¡Alto! ¡Alto! ¡Te estoy apuntando al corazón! —gritó una voz humana.

Por debajo de mí se extendía un claro que conocía de sobra. Era el territorio de un halcón. El prado en sí no estaba mal, pero yo profería el mío.

No era el momento de pensar en ratones. Era otra cosa lo que yo buscaba. Allá abajo distinguí a tres humanos, armados hasta los dientes, rodeando a un hork-bajir.

¿Sería Rachel?

No, era imposible. Ella estaba… donde yo debía estar. ¿Y si fuera Jara Hamee? ¿Qué estaba sucediendo?

Observé, por los aspavientos que hacía, que uno de los controladores humanos, agachado en el suelo, se encontraba mal. ¡No, un momento! ¡Se estaba transformando!

No estuve seguro del todo hasta que vi aparecer aquellos ojos adicionales en el extremo superior de un par de antenas y la afilada cola. No cabía duda, se trataba de un andalita.

Sólo hay dos andalitas en el planeta Tierra. Uno es Ax y el otro es, en realidad, un yeerk que utiliza el cuerpo de un andalita.

Es el único controlador andalita de toda la galaxia, y el único yeerk con la capacidad de mutar. Se trata de nuestro mayor enemigo, el líder de la invasión yeerk sobre la Tierra y asesino de Elfangor, hermano de Ax.

Es Visser Tres.