Me pasé el día dejándome transportar por la brisa y repasando mentalmente las cosas que había descubierto en las últimas semanas.
Os cuento, el estanque yeerk es un gigantesco complejo subterráneo que se extiende desde el colegio hasta el centro comercial, como mínimo. Sabemos que existen entradas y salidas que no conocemos. Y eso es precisamente en lo que he estado ocupando mi tiempo. Me he dedicado a seguir a todos aquellos que sabemos a ciencia cierta que son controladores. Sus idas y venidas me han permitido averiguar la extensión del estanque.
No obstante, creo que más vale que retroceda y os lo explique todo desde el principio. Imagino que vosotros lleváis una vida normal, vais al colegio, salís con vuestros amigos, cenáis con la familia, veis la tele. En fin, lo que hace todo el mundo.
Pero ¿y si os dijera que vuestros profesores no son quienes creéis que son en realidad, o que vuestros padres se han convertido en dos extraños? Probablemente pensaríais que me he vuelto loco.
Entiendo vuestra reacción porque no os podéis hacer una idea de cuántas veces he soñado que nada de esto era verdad, que no había invasión yeerk alguna, ni gusanos yeerks en la cabeza de nadie, y que yo tenía manos y pies…
Todo comenzó cuando Jake, Cassie, Marco, Rachel y yo tomamos un camino de regreso del centro comercial a casa distinto al habitual. Atajamos por un solar en obras, abandonado y oscuro, y allí vimos aterrizar a la nave, pilotada por una extraña criatura mitad ciervo, mitad humano y cola de escorpión. Se llamaba Elfangor y era un andalita; después descubriríamos que era el hermano de Ax.
Nos contó quiénes eran los yeerks: una raza de gusanos parásitos que se extienden en secreto de planeta en planeta como una plaga galáctica mortal.
Los yeerks se introducen en los cuerpos, los controlan y convierten a los portadores en controladores, es decir, en esclavos absolutos. La raza de los hork-bajir ha sido esclavizada en su totalidad, así como los repulsivos taxxonitas, aunque estos últimos lo aceptaron de forma voluntaria. También se han apoderado de los gedds y de otras muchas especies.
Y ahora nos toca a nosotros.
Ya están aquí, entre los humanos. Se han colado en los cerebros de aquellas personas de las que menos sospecharíais: policías, profesores, amigos, padres, periodistas, curas e incluso vuestros hermanos o hermanas.
Fue el príncipe andalita, Elfangor, quien advirtió del peligro, y quien nos entregó su arma más eficaz: el poder de la metamorfosis. Con él podemos convertirnos en cualquier animal con sólo tocarlo. El único inconveniente es que si no vuelves a tu estado natural antes de dos horas, permanecerás para siempre atrapado en ese cuerpo; y eso es precisamente lo que me sucedió a mí.
Pero los yeerks también cuentan con un punto débil. Cada tres días deben volver al estanque yeerk a repostar. Una vez allí, abandonan el cuerpo de sus portadores y se sumergen en el líquido fangoso del estanque para nutrirse de rayos kandrona.
Hemos bajado al estanque yeerk y es una experiencia que no le recomiendo a nadie. Jamás olvidaré aquellos gritos de desesperación.
Fue allí donde dejé de ser humano al sobrepasar el tiempo límite de las dos horas. Algún día conseguiremos destruir ese lugar, pero primero debemos conocerlo a fondo.
Eso es lo que he estado haciendo en los últimos días, buscar todas las formas posibles de entrar y salir de ese maldito lugar.
A eso de las tres y media de la tarde, mientras sobrevolaba el centro comercial, divisé a una majestuosa águila de cabeza blanca flotando imperturbable en una de las corrientes térmicas. Su cuerpo marrón destacaba entre las nubes, pero su cabeza blanca apenas se distinguía.
Las águilas no suelen frecuentar lugares como aquellos. Por lo general, prefieren la costa.
Aleteé con fuerza para cambiar de rumbo y ganar velocidad en dirección a ella. Estaba casi seguro de conocerla.
<¿Eres tú, Rachel?>, pregunté.
<Pues claro, ¿quién sino? Hace un día estupendo para volar.>
<Sí, es perfecto. Bueno, ¿estás lista para una pequeña travesía?>
<Por supuesto. ¿Qué ocurre?>
<Mientras tú y los demás os dedicabais a salvar al mundo, yo no he permanecido cruzado de «brazos».>
Alcancé a mi amiga y, como una bala, pasé por debajo de sus enormes alas, me giré y me coloqué delante de ella. Me estaba luciendo. En el aire, los ratoneros son más ágiles que las águilas, aunque éstas son mucho más grandes. Sería algo así como comparar un pavo con una gallina.
<Tobías —replicó mi amiga soltando un suspiro—, el hecho de que no puedas acompañarnos en todas las misiones no significa que tengas que hacer doble trabajo.>
<Vale, vale, lo que tú digas —repuse—. El caso es que he estado vigilando a unos cuantos controladores: Chapman y su mujer, aquel periodista, el policía que todos conocemos tan bien, y a Tom, por supuesto.>
Chapman es el subdirector de nuestro colegio y ocupa un cargo muy importante dentro de la jerarquía de los controladores. Tom es el hermano de Jake, y también es uno de ellos.
<Los he seguido y vigilado de cerca y he descubierto otras cuatro entradas al estanque yeerk, aparte de la que ya conocemos a través del centro comercial.>
<¡Eso es genial, Tobías! Cuantas más entradas conozcamos, más fácil será identificar nuevos controladores>, celebró Rachel. Se había quedado impresionada, y eso que todo lo que había hecho era volar con los ojos bien abiertos.
<Tengo mucho tiempo libre —expliqué. Sabía que no debería haber dicho lo que dije a continuación, pero no pude contenerme—. Ah, por cierto, enhorabuena por el premio de la fundación Packard a la mejor estudiante.>
<¿Te lo ha dicho alguien? —preguntó tras unos segundos de silencio—. No claro que no. Viste la carta que había en mi carpeta, ¿verdad?>
<Me llaman «ojo de ratonero»>, contesté con frivolidad.
<Tobías…, ya sabes lo mucho que me gustaría verte allí. Cassie irá, seguro que le encanta la ceremonia, ya sabes lo que disfruta Cassie con estas cosas. Marco, en cambio, se pasará todo el tiempo haciendo comentarios sarcásticos, y Jake aguantándose la risa>
<No importa —dije—. Lo único que me duele es que me ocultes cosas sólo por temor a herir mis sentimientos. No soporto que sientas pena por mí>
<No siento pena por ti>, mintió Rachel.
<Me alegro, porque…, sabes, me importa mucho lo que pienses de mí>
A continuación, retrocedí para quitarle importancia a lo que acababa de decir.
Pero ¿en qué estaba yo pensando? Rachel es humana, una humana de carne y hueso, y yo soy un ratonero. ¿Creéis que Romeo y Julieta estaban predestinados a enamorarse sólo por pertenecer a familias rivales? Bueno, al menos ellos eran de la misma especie.
<De todos modos, enhorabuena —repetí en un intento por sonar natural—. Y ahora sígueme, haremos un recorrido turístico por las entradas al estanque>
<En un día como hoy, te seguiría hasta el fin del mundo>, declaró Rachel.