Ahora soy un ave rapaz. Lo tengo asumido y reconozco que esto de ser pájaro tiene sus ventajas. Me mantengo bien alimentado y lleno de energía.
Batí las alas con la ayuda de mi fuerza muscular para ganar altitud, me remonté por encima de los árboles e intenté elevarme más allá de mi territorio hasta perderme en las alturas. Una corriente de aire cálido me dio el impulso que necesitaba.
Me encantan las corrientes térmicas que, al igual que una columna de aire caliente, se elevan desde el suelo como si hubieran sido calentadas por el sol. Me sumergí de lleno en ella y, como si se tratara de un ascensor, me transportó hacia las nubes.
Giré sin parar mientras ascendía cada vez más hasta convertirme en un diminuto punto en el cielo. Arriba y arriba, llegó un momento en el que el único sonido existente era el viento despeinando mis plumas.
Al mirar hacia abajo, distinguí una extraña criatura que recordaba a un ciervo azul, si no reparabas en los ojos de los extremos de un par de antenas que le sobresalían de la cabeza, y en su cola de escorpión.
Se trataba de Aximili-Esgarrouth-Isthill, el único andalita vivo de la Tierra. Somos muy amigos, bueno, todo lo amigos que pueden ser un chico pájaro y un extraterrestre.
<¡Ax-man! >, grité. Mi amigo siguió corriendo; es su forma de alimentarse. Pisotea la hierba y las hojas y, a través de sus pezuñas, absorbe los nutrientes vegetales.
<¡Tobías! ¿Qué? ¿De caza?>
<No, ya he desayunado. Te veo luego>
Agité las alas hasta elevarme por encima de las casas. Desde allá arriba no eran más que pequeños cuadrados de color gris y naranja con tejados marrones. El azul artificial de las diminutas piscinas relucía. El césped, verde y bien recortado, destacaba junto a los rectángulos que formaban los coches aparcados y las carreteras con líneas blancas en medio.
Atravesé la zona de las casas, crucé carreteras en dirección al colegio, quizá motivado por la fotografía de la revista o, simplemente, porque me apetecía.
Era la última hora de la mañana y la luz era tan nítida que podía ver sin problemas a través de los cristales de las ventanas.
Allí estaba Jake, líder indiscutible de los animorphs, aunque a simple vista nadie lo diría. Repanchigado sobre la mesa, con las piernas estiradas hacia delante y cara de sueño, intentaba por todos los medios mantener los ojos abiertos.
De Jake, más que de nadie en este mundo, depende el futuro de la humanidad. Qué extraño ¿no? Me refiero al hecho de que un chico grandote, con cara de sueño, que lleva zapatillas de deporte y una cazadora, sea el líder de la única resistencia existente contra la invasión yeerk de la Tierra.
Mientras lo observaba, cabeceó un par de veces y se desplomó sobre la mesa. La chica sentada a sus espaldas le dio una suave palmada en el hombro.
Era Cassie, otro miembro de nuestro grupo. A Cassie le gustan todas las especies del mundo animal sin excepciones y le trae sin cuidado todo lo relacionado con el mundo de la moda. Aunque no es muy alta, da una sensación de fortaleza que más que física parece provenir de algo más grande que ella misma, como si fuera una prolongación de la tierra.
En cualquier caso, ésa es mi opinión. Par mí casi es como un buen soldado al servicio de la naturaleza. Supongo que suena un poco cursi pero dispongo de tanto tiempo para pensar que, a veces, me pongo demasiado solemne.
Retomé el vuelo, giré la esquina y en otra clase localicé a Marco. Mi amigo estaba hablando, qué sorpresa, y, acto seguido, la clase estalló en carcajadas, incluida la profesora que enseguida adoptó una expresión exasperada para disimular y recobrar la compostura. Tampoco eso era ninguna novedad. Así es Marco, le encanta ser el centro de atención.
Tardé un buen rato en encontrar al último miembro humano del grupo. No estaba en la clase en la que yo esperaba encontrarla. La vi de pasada, caminando por uno de los pasillos del edificio. Poco después salió al exterior, al patio vacío que separaba el edificio principal del gimnasio de los otros edificios provisionales.
Cuando salió a la luz del sol, su melena rubia resplandeció como si fuera de oro.
Os presento a Rachel.
¿Habéis conocido alguna vez a alguien que brille con luz propia? Rachel es un claro ejemplo.
<Hola —saludé por telepatía—, ¿adónde vas? ¿No me dirás que vas a hacer campana?>
Mi amiga no podía responderme. Veréis, sólo es posible comunicarse por telepatía cuando estás transformado, a no ser que seas un andalita. Sin embargo, puedes oírlo a la perfección.
Rachel se detuvo y, tras proteger sus ojos del sol con la mano, escudriñó el cielo en mi búsqueda. Después me saludó moviendo levemente dos de sus dedos.
Hizo un gesto indicativo con la cabeza en dirección al gimnasio. A continuación, abrió la carpeta y me enseñó una hoja de color amarillo sujeta al interior con un clip. Vaya, así que iba a entregarle un mensaje a un profesor.
Rachel debía de haber olvidado que mi vista llegaba mucho más allá que la de cualquier humano y por eso, detrás de la hoja amarilla, descubrí una especie de carta escrita en un papel muy elegante y dirigida a Rachel. Decía: «¡Enhorabuena! La fundación Packard te ha nombrado mejor estudiante del año».
Iba a felicitarle cuando me percaté de la fecha. La ceremonia de entrega de premios iba a celebrarse el lunes y estábamos a viernes. Seguro que ya había invitado a todo el mundo, excepto a mí. Lo cierto es que me resulta imposible asistir a ceremonias de ese tipo. Rachel ni siquiera me lo había nombrado y yo sabía por qué.
<Oye, quiero enseñarte una cosa después de clase —le dije esforzándome en sonar alegre—. Mis investigaciones sobre el estanque yeerk empiezan a dar resultados. ¿Por qué no me acompañas después de clase?>
Sonrió y asintió ligeramente para evitar que nadie se percatara de su gesto.
<Estupendo>, exclamé.
Desaparecí entre las nubes y mi amiga entró en el gimnasio.
Esto de ser un ratonero te permite hacer cosas increíbles, pero volar con Rachel es, con diferencia, la mejor. Claro que estar presente cuando le dieran el premio tampoco estaría nada mal.
A veces me preguntaba cuál sería mi decisión si tuviera la posibilidad de volver a ser Tobías, el humano, y olvidarme para siempre del ave rapaz.
Prefería no pensarlo. Tal vez no quería encontrar la respuesta.