—Fallo en la contención. Disponen de dos minutos cincuenta segundos; que tengan un buen día.
<Ja, ja, ja, ja —se rió Visser Tres—, el agua nos va a ahogar y tú estás encerrado en ese débil cuerpo humano, Visser Uno. Veo mi ascenso en grandes letras luminosas.>
Visser Uno estaba rojo de rabia, pero se volvió y empezó a correr hacia el edificio de las oficinas.
<Sí, ¡será mejor que corras y apagues el ordenador! —se jactó Visser Tres—, si eres capaz, claro, ya sabes lo buenos que son estos andalitas con los ordenadores, ¡ja, ja, ja!>
—Fallo en la contención. Disponen de dos minutos cuarenta segundos; que tengan un buen día.
Yo había empezado a correr. Jake, sangrando, me vio venir mientras Rachel estaba echando a un lado a un hork-bajir destrozado.
<Todo un detalle por tu parte el pasarte por aquí, Marco —comentó Rachel—. ¿Te has deshecho por lo menos de Visser Uno?>
<No>, dije tajante.
<¿Estás bien?>, me preguntó Jake en privado.
<No, no lo estoy, pero ahora hay que salir de aquí.>
Justo entonces, algo gigante se nos vino encima, algo amarillo y venenoso, que iba directo a Ax.
<Ax, ¡cuidado!>
Visser Tres abrió su tremenda mandíbula, estaba listo para morder a Ax, pero éste lo esquivó.
<No soy humano, Marco, no es tan fácil pillarme>, declaró Ax con calma.
—Fallo en la contención. Disponen de dos minutos diez segundos; que tengan un buen día.
Visser Tres retrocedió y lo intentó de nuevo con Ax. Esta vez, la cabeza gigante bajó más deprisa.
As saltó hacia la izquierda e intentó lanzar la cola a la cabeza de la criatura, pero se tropezó con una pezuña en los escombros, con lo que dio una sacudida y se cayó.
<¡Ya eres mío!>, gritó de alegría Visser Tres cerrando la mandíbula alrededor de Ax.
Pero entonces, con Ax literalmente en su boca, Visser Tres se detuvo de repente.
Un oso pardo gigante y muy enfadado le había agarrado por la mitad.
<¡Suéltalo! —gruñó Rachel—, suéltalo o te parto en dos.>
Rachel se había atrevido a hablar con Visser Tres. Estaba alucinado, pero supongo que ella no tenía otra opción.
El Visser se quedó inmóvil. Podía haber partido a Ax por la mitad, pero no lo hizo.
<Esto es un empate, andalita —dijo Visser Tres—, tú me tienes a mí, y yo a tu amigo terrorista; sin embargo, el agua empezará a entrar pronto, y te ahogarás en ese cuerpo de oso.>
<¡Suéltalo!>, gritó Rachel apretando más, hasta que las garras hicieron que el cuerpo de serpiente rezumara un sudor amarillo verdoso.
<Supongo que debemos llegar a un acuerdo>, dijo Visser Tres.
Me acerqué, apunté con cuidado a la cabeza de la serpiente, eché el brazo hacia atrás, puse todo mi peso sobre los fuertes músculos de los hombros y el cuello, y le propiné un puñetazo en la nariz.
<Trágate esto>, dije mientras el puño se estampaba en el morro viscoso y blando de la serpiente. Los ojos de serpiente se quedaron abiertos, al igual que su mandíbula. Durante unos segundos permaneció inmóvil y luego cayó al suelo.
Se deslizó, casi inconsciente, hasta entrar en el agua de nuevo; dejando a su paso un reguero verde.
<Gracias>, susurró Ax recuperando la calma. Estaba cubierto con el mismo líquido verde asqueroso.
—Fallo en la contención. Disponen de un minuto cuarenta segundos; que tengan un buen día.
<¡Salgamos de aquí!>, grité.
<Es hora de largarse, chicos y chicas>, apuntó Tobías mientras acababa con la cabeza de un hork-bajir.
—Fallo de contención suspendido a un minuto cuarenta segundos; que tengan un buen día.
<¿Qué?>
<¡Ha sido Visser Uno!>, informó Cassie acercándose hacia nosotros a grandes zancadas. Mi amiga, que se había transformado en lobo, lo debía de haber pasado fatal. Tenía cortes en más sitios de los que pudiera contar.
<¡Deberías haber acabado con ella cuando tuviste la oportunidad, Marco! —se encolerizó Rachel—. Ahora me ocuparé yo de ella.>
Bajó su cuerpo peludo al suelo y se fue a cuatro patas hacia el edificio. Ax se fue con ella; tenía la cola herida y en guardia.
<Marco, ya sabes lo que van a hacer>, me gritó Jake con urgencia.
<Sí, Jake, lo sé>, contesté afirmando con mi tremenda cabeza de gorila.
<Deberías hacer algo>, dijo Jake.
<Sí.>
Me quedé allí, petrificado, mientras Rachel y Ax llegaban a la puerta del edificio.
<Jake, tú, Cassie y Tobías transformaos, ¿vale? Yo tengo que ir y… no sé.>
<Vete —respondió Jake—, tendremos branquias en un minuto. ¿Marco?>
<¿Sí?>
<Haz lo que debas, olvídate de lo que piensen los demás.>
Ése es mi amigo Jake, y ésa es su respuesta a todo, supongo: haz lo que debas. Y de alguna forma siempre parece saber qué es lo que se debe o no hacer, o al menos, cree que lo sabe. Jake es un héroe por naturaleza, y los héroes siempre saben lo que hay que hacer.
¿Y yo? Yo soy un comediante, sé lo que es divertido y lo que no lo es.