La seguí hasta el pasillo, pero se marchó con el contoneo típico de un visser. La observé durante más tiempo del que debía.
Después me metí por una puerta lateral hasta una habitación que estaba a oscuras. Esperaba encontrar allí a Tobías y Ax y vaya si los encontré.
¡ZAASSSS! Ax chasqueó la cola y me puso la cuchilla al cuello.
—Eh, soy yo. Por favor, no me cortes la cabeza, a veces la utilizo.
<¡Marco!>
—No sabíamos si rescatarte o unirnos a la pelea de ahí fuera —indicó Tobías con su, ahora, voz humana.
<Hemos logrado acceder al ordenador central de las instalaciones, aunque todavía no hemos descubierto nada.>
Ax me guió hasta un resplandeciente y enorme ordenador tridimensional. Resultaba extraño, porque la sala, miraras a donde miraras, parecía una oficina cualquiera, como la de una agencia de seguros o la de una secretaría de colegio. Supongo que los yeerks no querían perder el tiempo trabajando con simples ordenadores como los de los humanos.
—¡Grrrrrrrrrr!
El rugido del tigre de Jake sonaba un poco cansado.
—Tenemos que salir de aquí y ayudarlos —exclamó Tobías.
—No —espeté—, no solucionaríamos nada. Visser Tres ha venido con un regimiento de hork-bajir. Se ha transformado en una serpiente gigante de algún planeta extraño.
Me miraron como si estuviera alucinando o algo así.
—Mira, es él, ¿vale? Lo he visto por la ventana. Una serpiente amarilla rodeada de hork-bajir, ¿quién os creéis que puede ser si no?
<Es imposible que haya tenido tiempo para saber lo que está pasando aquí abajo —señaló Ax—. Demasiado rápido para ser una misión de rescate.>
—No creo que sea una misión de rescate, creo que es una coincidencia, que él ya estaba de camino.
—O sea, que es mala suerte nuestra —intervino Tobías.
—Quizá no —repliqué—. Visser Uno y Visser Tres son enemigos, puede que sea hasta bueno para nosotros, pero lo primero es lo primero. ¿Ax? Empieza a preguntarle al ordenador.
No me podía creer que me quedara allí tan tranquilo mientras Jake, Rachel y Cassie estaban, seguramente, luchando por salvar sus vidas. Pero supongo que había observado bien de cerca la crueldad de los yeerks, la había visto en los fríos ojos de Visser Uno, la había escuchado en su voz sin piedad, a la que no le importaba lo más mínimo que yo fuera el hijo del cuerpo que ahora controlaba.
Hay ocasiones en las que la única forma de sobrevivir es convirtiéndose en alguien tan cruel como el enemigo. Destroza antes de que te destrocen.
<Como suponíamos —comentó Ax mirando la pantalla con sus ojos centrales—, los yeerks están invadiendo a los leerans, y no les está yendo bien. La mayoría de los leerans se resisten y, como pueden leer la mente, les ponen las cosas muy difíciles. Así que los yeerks han decidido atacar directamente por la fuerza.>
—Pero al ser un mundo submarino no pueden confiárselo a los hork-bajir —repliqué—. ¡Claro!, por eso necesitan a los tiburones martillo. Quieren convertirlos en la tropa de choque en la guerra contra los leerans.
—Perfecto, ¿podemos ahora salir allí fuera para ayudar a Rachel y a los demás? —preguntó Tobías.
No había esperado la respuesta, ya había empezado a transformarse de nuevo: plumas rojas empezaban a salirle de las manos.
—Ax, ¿puedes encontrar la forma de quitarnos estos cacharros de la cabeza? —le pedí.
<Hay un programa de eliminación, pero está muy codificado; aparte de eso, sólo hay otra forma de deshacernos de estos implantes: destruyendo por completo este recinto>, informó Ax, que se comunicaba mentalmente con el ordenador.
—¿Qué? —intervino Tobías—. ¿No puedes eliminar estos aparatos sin volar por los aires este sitio?
<Así es. Lo han montado de esta forma para no dejar huellas si algo va mal. En cualquier caso, no hay forma de destruir este recinto.>
—Ax, ¿cómo consiguen que el agua no entre? ¿Cómo hacen para que no se inunde? No puede ser sólo por la presión de aire, ya que de ser así nos habrían estallado los oídos hace tiempo.
<Son campos de fuerza, supongo, modulados para mantener el agua, pero que permiten la entrada y salida de animales.>
—¿Puedes llegar a los mandos de control?
<Eso está hecho.>
—¿Puedes anular los campos de fuerza sin que los yeerks se enteren?
<Soy un andalita, ninguno de los simples y aburridos ordenadores de los yeerks se me puede resistir, ya lo sabéis, a no ser que esté especialmente protegido>, comentó Ax con una sonrisa burlona.
<Pero ¿os dais cuenta de lo que estáis diciendo? —replicó Tobías ya en su forma de ratonero—. Moriremos todos.>
—Vamos a destruir el recinto y esperemos que nos desaparezcan estos implantes del cerebro —afirmé—. Ax, ¿puedes programarlo para que dispongamos de cinco minutos?
<¿Cinco minutos? —se comunicaba con el ordenador por telepatía—. Hecho, en cinco minutos millones de litros de agua llenarán este sitio.>
<Mejor será que tengamos branquias para entonces>, comentó Tobías.
—Sí, y aquellos que no las tengan… supongo que desearán haberlas tenido.