<Debemos averiguar más cosas —afirmó Jake—. Es hora de salir del agua y examinar el lugar.>
Iba a ser difícil y peligroso. Debíamos recuperar nuestras formas naturales para transformarnos de nuevo, y todo dentro del agua, sin ser vistos y sin ahogarnos.
Al menos era un alivio dejar la forma de tiburón. Aquel día decidí que odiaba a los tiburones. No volvería a convertirme en uno de ellos jamás, se acabó la mentalidad temeraria y narcisista del tiburón.
Me alegré cuando aparecieron mis piernas de nuevo, cuando las aletas se convirtieron en manos, cuando los dientes se deshicieron con un picor y aparecieron mis pequeños dientes romos de humano, que inspiran más lástima que miedo.
Como sabía que no resistiría tanto tiempo bajo el agua antes de iniciar la siguiente transformación, saqué la cabeza y miré alrededor con mis ojos de humano por primera vez. Los demás salieron también. Tobías parecía una rata mojada, posado en la cabeza de Rachel.
Había un techo oscuro y alto sobre nuestras cabezas, y se podía escuchar el ruido de las máquinas. Pero no se veía ningún humano ni hork-bajir ni taxxonitas por el muelle. Quizás estaban todos ocupados en aquella oficina que habíamos visto a través de la ventana.
—Parece bastante vacío —susurré a Jake.
—Sí, pero es mejor ir con ojo; vamos a transformarnos en el agua, no creo que tengamos ningún problema para volar y es más seguro.
Tenía razón, el agua no era un impedimento para la transformación en mosca, pero pronto descubriríamos un nuevo problema.
Me concentré en el ADN de mosca que había adquirido y empecé a encoger. Ya me había transformado en mosca varias veces, así que estaba preparado para ver las patas puntiagudas que me iban a crecer en el pecho; para sentir cómo mis órganos internos se deshacían, y eran reemplazados por simples órganos de insecto; para ver cómo la boca y la nariz crecían rápidamente y se convertían en una horrible y larga trompa.
Me hallaba en el agua, respirando aire de una burbuja, cuando empecé a sentir que la cabeza me iba a explotar, y no era sólo una forma de hablar.
<¡Aaaahhhh! ¡Aaaahhhhh!>, grité. Aunque mi cabeza era ya casi de mosca por completo, con sólo unos rasgos humanos, me vi obligado a detener la transformación al instante.
Miré a mi alrededor con los ojos más de mosca que de humano. El mundo acuoso era un espejo repleto de imágenes. Los ojos compuestos de las moscas ven como con miles de pequeños, irregulares y desconcertantes aparatos de televisión, cada uno puesto en un canal. Y como estábamos bajo el agua veía menos de lo normal.
Por suerte, divisé a Rachel. Ver una transformación es siempre horripilante; quiero decir que, aunque uno se acostumbre, nunca deja de ser algo desagradable y extraño. Y nada resulta más espeluznante que ver a un humano convertirse en mosca; podéis creerme, después de ver algo así dispones de material suficiente para sufrir pesadillas el resto de tu vida.
Pero lo que yo acababa de ver, flotando en el agua, era todavía peor.
<Todo el mundo, ¡parad la transformación! ¡Paradla ahora!>, grité, justo cuando los demás empezaban a gemir por sufrimiento.
<¿Qué ocurre? —preguntó Ax—, siento un dolor horroroso.>
<No me sorprende. ¡Volved a vuestros cuerpos! Nos han metido algo.>
<¿De qué estás hablando?>, inquirió Rachel.
<Quiero decir que cuando los yeerks nos trepanaron nos introdujeron algo en la cabeza, así que cuando empezamos a encoger para convertirnos en moscas, esa cosa resultaba demasiado grande; así pues, de habernos transformado, habríamos muerto.>
<¿Cómo era lo que nos metieron?>, preguntó Tobías.
Volví a salir a la superficie, otra vez como humano.
—No lo sé; sólo vi la cabeza de Rachel hecha un lío hinchándose con esa cosa dentro.
—Será algún aparato para controlarnos —exclamó Jake—. ¡Debí haberme dado cuenta! Por eso nos perforaron a nosotros y a los demás tiburones no. No teníamos el aparato de control en la cabeza; los yeerks lo utilizan para controlar a los tiburones hasta que el tratamiento termine.
<Eso es lo que nos produjo la oleada de placer —afirmó Tobías—, los yeerks utilizan esa sensación para mantener a los tiburones felices y en grupo con el fin de controlarlos. Les hace olvidar el dolor que les causa la mutación en el cerebro. Va unido a unos sonidos que producen bajo el agua.>
—¿Y qué hacemos? —pregunté.
—¡Tenemos que sacarnos esto de la cabeza! —gritó Rachel—, aunque tengamos que cargarnos a todos los yeerks de este recinto.
—Vaya, tú siempre buscando el camino fácil —añadí con sarcasmo.
—Puede que Rachel tenga razón —intervino Jake—, no podemos tener esto dentro y punto. No podemos tener aparatos de control de los yeerks en la cabeza. Estamos bajo el agua, con implantes en el cráneo y hay alienígenas leerans, que pueden leer la mente, corriendo a nuestro alrededor. Esto no me gusta nada.
—Puede que haya cientos de controladores aquí —apunté— y no podemos, simplemente, volvernos locos y terminar con esto.
—No —corroboró Jake—, pero necesitamos distraerlos. Formaremos dos equipos: uno que se acerque a los mandos del control del lugar, y el otro para, como dice Marco, volverse loco y tener a los controladores ocupados. Ax, Marco y Tobías en el primer grupo; Rachel, Cassie y yo para distraerlos.
—Por fin empezamos a movernos —añadió Rachel, ¿quién si no?