—¿Un qué?
—Un solo movimiento, andalita, y te disparo. Estas armas de los humanos puede que sean primitivas, pero te sorprendería lo eficaces que pueden llegar a ser.
—Capitán, tiene que decirme qué está sucediendo —dijo el primer vigilante asustado.
De repente, ¡ZAS! El capitán levantó su pistola y le asestó un golpe al vigilante en la cabeza. El vigilante cayó inconsciente.
—¡Qué pesado! —murmuró el capitán—. Tendremos a uno de los nuestros en su cerebro antes de que despierte. A mí me da igual, estoy cansado de este trabajo; por haber capturado a un andalita me convertiré en el nuevo ayudante de Visser Tres.
<Yo de ti tendría cuidado con lo que deseas, yeerk —añadió Ax—. He visto a algunos idiotas que trabajan junto a Visser Tres, y también he visto sus cabezas rodar por el suelo cuando Visser se enfada.>
—¿Qué hacemos? —le pregunté a Jake en un susurro tenue. Tenía la cabeza a pocos centímetros de la mía.
—Hay que distraer de alguna manera a ese tipo.
No era una orden, ni siquiera una sugerencia para que yo hiciera algo, pero era consciente de que a mí se me daban bien las palabras, así que me levanté sin perder un minuto.
—Buenas, ¿se llega por aquí al puesto de souvenirs? —proferí con total desenfado.
En ese momento, algo cayó del cielo a gran velocidad.
—¡Tseeeeeer! —exclamó Tobías a la vez que le arañaba la cara al capitán con las garras.
—¡Aaahhhh! —gritó el vigilante llevándose las manos al rostro.
Entonces salté hacia él para arrebatarle la pistola, o al menos ésa era mi intención.
¡BOOOM! La pistola se disparó, parecía que hubiera explotado en mi mano, que se quedó sin sensibilidad; no podía hacer fuerza con ella y el arma se me cayó al suelo.
¡BOOOM!
Entonces, el tipo la recogió y se puso a disparar a lo loco en la oscuridad, a pocos centímetros de mí.
Sabéis como suenan los disparos en la tele, ¿verdad? ¿Una especie de ¡PAM, PAM!? Pues en la vida real no tiene nada que ver, nada de sonidos suaves, suenan como una verdadera bomba.
Ax estaba todavía demasiado lejos para utilizar la cola, y el controlador, histérico de miedo, no dejaba de disparar.
¡BOOOM! ¡BOOOM! ¡BOOOM!
—¡Corred! —gritó Jake.
No hizo falta que lo repitiera. Por desgracia, los disparos atrajeron a otros vigilantes, controladores o humanos normales, nos daba igual, todos llevaban pistolas.
Salimos pitando, corriendo en la oscuridad, sintiéndonos traicionados por el sonido de nuestros pasos sobre el cemento de los pasillos.
—¡Por aquí! —susurró Cassie.
Nos llevó hasta una puerta e intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave; estábamos atrapados, no podíamos volver atrás.
—Ax —dijo Jake.
<Sí, príncipe Jake.> Ax sacudió la cola como un látigo, más rápido de lo que el ojo humano es capaz de ver.
¡ZAASS!
Apareció un corte limpio en la puerta de acero, justo donde se encontraba el pestillo. Cassie intentó abrirla de nuevo y esta vez cedió, la cruzamos hasta juntarnos todos dentro de un túnel de plexiglás rodeado de agua.
—Siempre había querido venir a ver este lugar —comenté— y mirad, no hay nadie.
Daba miedo y estaba bastante oscuro, pero no del todo, había algunas luces de los cartelitos en rojo indicando la salida. Y la luz de la luna se filtraba a través del agua. Casi prefería la total oscuridad, al menos me impediría ver que nos encontrábamos en un túnel de plástico debajo de miles de litros de agua; se podrían llenar unas cincuenta o cien piscinas.
Y a medida que íbamos corriendo por el túnel, podíamos ver unas formas fantasmagóricas gris pálido deslizándose alrededor de nosotros y sobre nuestras cabezas. Aparecían en esa nebulosa ojos de pez con la mirada fija; descubríamos bocas abriéndose en silencio ante nosotros, y formas alargadas y brillantes parecían ensombrecer nuestros movimientos.
<Éste es un concepto humano interesante —remarcó Ax con aprobación—. Este holograma casi hace creer que estamos bajo el agua.>
—Ax, no es un holograma —contestó Rachel.
<Entonces, ¿estamos bajo el agua? ¿Sólo nos protege este plasticucho construido por los humanos?>
—Pues sí.
<Pero ¿por qué los humanos hacéis estas cosas?>
—¡Alto ahí, andalita! —era otro vigilante, otro controlador obviamente. Estaba a unos veinte metros, delante de nosotros, y nos apuntaba con una pistola.
Nos dimos la vuelta para salir corriendo por donde habíamos entrado, pero nos encontramos al capitán sin resuello al doblar la esquina.
—¡Estamos acorralados! —exclamó Cassie.
—¿Lo tiene, capitán? —gritó el guardia muy nervioso.
—Sí.
—¡Hay unos chicos con él!
—Olvídalos, tenemos chicos colándose cada dos por tres en el recinto. Es al andalita a quien queremos.
<Si me entrego y voy con ellos tranquilamente, tal vez os dejen marchar>, sugirió Ax.
—Ni hablar —dijo Rachel—. Saldremos de ésta todos juntos.
Muy valientes palabras, pero el caso era que los vigilantes nos tenían acorralados, y dos pistolas apuntaban directamente a Ax.
—Jake —le susurré al oído—. Esto está muy feo, necesitamos algo drástico.
—Estoy abierto a cualquier sugerencia —replicó.
—Vale, pues yo sugiero que aguantemos la respiración todo lo que podamos.
—Oh, no, eso no.
—Sí —insistí—. Atención, tomad aire. Ax-man, vamos a probar la resistencia del plasticucho fabricado por los humanos.
A Ax le llevó un segundo darse cuenta de lo que estábamos diciendo. De un golpe sacudió la cola haciendo un ángulo increíble. La cuchilla se hundió en el plexiglás y la deslizó hasta abrir una raja de casi un metro. Eso era todo lo que necesitábamos, la presión del agua se ocupó del resto.
¡Crrrr-ACCCKK!
¡FWOOOOOOSSSHHHH!
El agua entró con la potencia de las cataratas del Niágara.