<Sí, sé lo que es un leeran, he oído hablar de ellos —señaló Ax—, pero ¿dónde lo habéis oído vosotros?>
Al día siguiente, al salir del colegio, fuimos al bosque donde viven Tobías y Ax. Había mandado a Tobías a cazar porque quería hablar a solas con Ax, que se encontraba en su cuerpo real, mirándome con sus ojos centrales mientras los ojos de las antenas vigilaban los árboles en todas direcciones.
Le había pedido a Jake que no dijera nada a los demás de lo que nos había contado Erek, porque lo que no sabían era que Visser Uno era mi madre. Todos pensaban lo mismo que yo había creído durante los últimos dos años, que mi madre se había ahogado y que nunca se había encontrado su cuerpo.
No había querido que los demás se enteraran de que mi madre se había convertido en controlador y que el yeerk que se había metido en su cerebro fuera el jefe principal de la invasión en la Tierra. No quería su compasión, y sigo sin quererla. Soy un bromista, un payaso, así es como actúo. Veréis, siempre he creído que, en cierto modo, cada uno es quien decide lo que va a ser su vida. Se puede mirar al mundo y decir: «Oh, qué horrible es todo, qué triste, qué tragedia», o simplemente pensar que puede resultar bastante divertido.
Si uno se distancia lo suficiente de los detalles, todo resulta divertido; se puede decir que la guerra es trágica, pero yo creo que es una locura. ¿Cómo es posible que la gente luche por nada? Las guerras existen porque la gente quiere controlar un trozo insignificante y vacío de desierto donde poder chillar más alto. Es como pelearse por una lata de Coca-Cola vacía. No, no es trágico, es ¡ridículo! y es ¡estúpido! La gente se lamenta: «¿no es terrible lo que está pasando con el calentamiento de la Tierra?». Pues no, es divertido; fijaos, estamos haciendo que la Tierra se caliente demasiado porque utilizamos desodorante en spray, así que ahora estamos condenados a sudar para siempre; eso no es triste, es irónico.
Sin embargo, el humor parece que se pierde cuando la tragedia es algo personal e íntimo. Soy consciente de lo que supuso la «muerte» de mi madre para mi padre y, ¿sabéis qué?, no fue nada divertido. Durante todo un año he llorado por las noches hasta quedarme dormido mirando la foto de mi madre. Todavía siento como si hubiera un agujero dentro de mí, un agujero que nunca se tapará, que yo no quiero que se tape, porque no quiero dejar de pensar en ella, no quiero olvidarla.
Jake conocía a mi madre, así que cuando nos encontramos cara a cara con Visser Uno la reconoció, pero fue el único. Ni Rachel, ni Cassie, ni Tobías, ni Ax lo saben. Claro que en aquella ocasión, estábamos transformados en animales y el controlador humano conocido como Visser Uno no reconoció a su hijo.
<¿Quién os ha hablado de los leerans?>, me volvió a preguntar Ax.
—Y dale, ¿no puedes decirme lo que sabes de ellos sin preguntar?
Ax dudó por un momento, como buen andalita, eso de confiar en otras especies no le hace mucha gracia…
<Son una raza acuática, la mayor parte de su planeta está compuesta por agua, como el vuestro, sólo que no hay mucha vida que digamos en la poca tierra que tienen. Las formas de vida más avanzadas viven en los océanos y los leerans son una raza de anfibios muy sensible —explicó, al tiempo que se encogía de hombros—. Al menos eso es lo que nos enseñaron en la escuela porque nunca me he encontrado con uno de ellos; en nuestro mundo no se les permite la entrada.>
—¿No? ¿Por qué? ¿Son peligrosos?
<Claro que no —dijo Ax sonriendo, con ese gesto de superioridad y de sabelotodo que pone a veces—, es más bien por vergüenza.>
—¿Por qué, entonces?, ¿se tiran pedos en público o algo así?
<Al parecer los leerans pueden leer la mente, por lo menos cuando están cerca de uno. Tenemos secretos técnicos y militares que no queremos que los leerans conozcan, aparte de todos esos pensamientos de los que uno preferiría que no se enterasen los demás, ya me entendéis. Bueno, y ahora, ¿quién os ha hablado de los leerans?>
—Erek el chee. Nos comentó que había no sé qué secreto relacionado con los yeerks, y que estaba ocurriendo bajo el agua, y añadió que los leerans estaban involucrados.
<¿Yeerks y leerans? —Ax parecía confundido—. No tiene mucho sentido, los yeerks nunca hubieran podido invadir el mundo de los leerans, como están haciendo en la Tierra, ya que les hubieran leído el pensamiento y sabrían perfectamente quién era un controlador.>
—Sí, eso es verdad… claro que, ¿y si hubieran conseguido hacer controladores, controladores que leyeran el pensamiento?
<Entonces —añadió Ax girando los ojos de las antenas hacia mí—, podrían reconocer a los espías, como los chee; podrían descubrir a los traidores.>
—Y podrían también reconocer a los cinco chicos humanos y al andalita —interrumpí—, podrían ver a través de la transformación animal y eso sería nuestro final.
Respiré profundamente y solté el aire despacio. A través de un claro entre los árboles vi un ratonero sobre las copas de los árboles. Quizá fuese Tobías. Además de una vista estupenda, los ratoneros poseen un oído excelente. Me pregunté si, en caso de que fuera Tobías, habría escuchado la conversación.
—Supongo que no importa —murmuré.
<¿Qué es lo que no importa?>
—Nada —observé riéndome—. No importa, ¿verdad? Supongo que siempre supe que mi secreto se conocería tarde o temprano. El ingenioso Marco está destinado a resultar patético. Mis amigos me mirarán y pensarán: «pobre Marco» —moví la cabeza—. Nunca falla, sabéis, los dioses de la ironía esperan el momento perfecto para darle la vuelta tu vida. El duro de la película termina siendo objeto de lástima. Perfecto, genial.
<¿Esos dioses de la ironía son de una religión humana?>, preguntó Ax, alucinado como es lógico con mis reflexiones en voz alta.
—No, son sólo de la religión de Marco —contesté—. Los dioses de la ironía esperan hasta averiguar qué es aquello que ocultas, y entonces te atacan por ahí.
<¿Y eso es divertido?>, preguntó Ax no muy seguro de cómo funciona el humor humano.
—Por supuesto —añadí—. Si esto le hubiera pasado a otra persona sería desternillante.