25

Cassie soltó un gruñido y atacó a Fenestre antes de que a mí me diera tiempo a reaccionar. El hombre la apuntó con la pistola de rayos dragón.

Crucé la habitación de un salto y me abalancé sobre Cassie con cuidado de no hacerle daño.

<Pero ¿qué haces?>, gritó cuando caí encima de ella y la derribé.

<No vamos a aniquilarlo —dije—. Le prometí que no lo haríamos.>

<¿Sabes lo que está haciendo? ¿Has entendido?>, chilló Cassie.

<Lo sé. Ya lo sé. ¡LO SÉ! —grité fruto de la desesperación—. Pero le he dicho que no le haríamos daño. Se lo he prometido. Además…>

<¡No! ¡No lo digas, Jake! Te juro que dejaré de hablarte.>

Aquello me sentó como un jarro de agua fría. ¿Acaso iba a decir que nos venía bien que esa sabandija matara a unos cuantos yeerks? ¿De verdad iba a decir eso? ¿Yo?

<No es lo que tú piensas>, me defendí como pude para salir del paso.

Cassie no pronunció palabra. Sabe cuando alguien está mintiendo. No se le escapa una.

<No creo… no creo que…>, tartamudeé.

<El tal Gump, aquel niño que estaba preocupado por su padre —añadió Cassie—, aquel pobre niño tan solo. Gente así es la que persigue este monstruo, Jake, y no un ser abstracto sin cara y sin nombre. Esta sabandija esperará a que Gump cometa un fallo, es decir, a que le confiese sus miedos a su padre controlador, que no dudará en convertirlo en uno de ellos, y entonces, Fenestre entrará en acción y matará dos pájaros de un tiro.>

<Y ¿qué esperas que yo haga? —le pregunté—. ¿Quieres deshacerte de este tipo porque es cruel? ¿Por qué no lo haces tú, Cassie?>

<Tú… con la forma de tigre, lo harías mejor>, replicó ella.

<¿Quieres que yo acabe con él? —le pregunté—. ¿Es eso lo que quieres?>

Fenestre, sin moverse del sitio, observaba la aparente discusión de un lobo y un tigre que se miraban fijamente. El hombre parecía estar tratando de sacar algo en claro de aquella situación, pero, por su mirada, no había llegado a ninguna conclusión todavía.

Me aparté de Cassie y me volví para mirar a Fenestre.

<Ha perdido muchos amigos en la lucha contra tu gente. Le cuesta un poco sobreponerse a sus emociones.>

—Todos hemos perdido amigos en esta desagradable lucha —asintió sin inmutarse.

<Libera a mis dos amigos —ordené— y vivirás. Nos marcharemos sin hacerte daño. Pero una cosa te digo, y el que avisa no es traidor: si alguna vez te pillamos fuera de esta casa, iremos a por ti.>

Ya sé que la amenaza no era nada del otro mundo, lo dije para sentirme mejor conmigo mismo.

Acto seguido, Fenestre liberó a Ax y Rachel. En cuanto desconectó los campos de la biostasia, Ax completó la metamorfosis que había dejado interrumpida.

Escudriñé a Rachel para ver si respiraba. ¡Si! ¿Quedaría todavía tiempo para que recuperase su forma natural?

<¡Rachel! ¿Me oyes?>

<¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué hago aquí?>

<Rachel, escúchame bien. Vuelve a tu cuerpo ahora mismo.>

<Pero ¡hay una persona delante! ¿Quién es ése?>, preguntó clavando su mirada de águila en Fenestre.

<Rachel, por una vez en tu vida, ¡no discutas! Olvídate de él. Tenemos que salir de aquí. ¡Transfórmate! Venga, no hay tiempo. Marco, ocúpate de Rachel y sácala de aquí.>

<Eh, ni pensarlo. Puedo salir yo solita.>

Pero estaba demasiado débil para revolverse. Marco se acercó y la levantó con cuidado con sus gigantes brazos de gorila.

—Quizá nos volvamos a encontrar —dijo Fenestre dándoselas de valiente al ver que nos íbamos.

No contesté. ¿Qué podía decir? Estaba perdonándole la vida a un monstruo, a un asesino.

Cuando llegamos a las escaleras, Rachel ya había empezado a transformarse. Ax ya casi había recuperado su cuerpo de andalita, que todavía mostraba dos balas en su cuerpo, pero no lo bastante grandes como para ser motivo de preocupación.

Tobías iba volando por encima de nuestras cabezas lo mejor que podía. Bajamos en bloque las escaleras, cruzamos por todos los destrozos que habíamos causado y salimos al exterior.

Cuando llegamos a los árboles, Rachel había completado la metamorfosis. Los demás también recuperamos nuestros cuerpos y enseguida volvimos a ser cinco chavales cansados y un andalita oculto en las oscuras sombras de los árboles.

Desde donde estábamos todavía podíamos ver la casa, la mansión del multimillonario Fenestre.

—¿Qué ha pasado ahí dentro? —me preguntó Rachel—. Alguien ha destrozado el lugar. ¿Significa eso que me he perdido una gran batalla? No me lo puedo creer. ¡Qué mala suerte! ¿Qué ha pasado?

—Ya te lo contaremos —contesté.

—¿Era o no era un controlador? —preguntó Rachel—. ¿Era de los buenos o de los malos?

Me reí. Los ojos de Cassie y los míos se encontraron, pero ambos desviamos la mirada. No nos atrevíamos a mirarnos. Todavía era muy reciente.

—Rachel, ya no sé ni lo que soy yo —contesté.