23

Recorrí la habitación oscura pero, gracias a los ojos del tigre, veía con perfecta claridad, como si estuviese iluminada por las potentes luces de un estadio.

En lugar de techo había una especie de cielo, de un color verdoso en su mayoría con unos fuertes latigazos que amenazaban tormenta. En el suelo cubierto de tierra crecían unas cuantas plantas. En el centro de la habitación se distinguía un estanque de unos cuatro metros de diámetro, poco profundo, que contenía un líquido del color y la consistencia del acero fundido.

Al lado del estanque había dos jaulas. Ax estaba en una de ellas, medio aguilucho medio andalita, pero inmóvil por completo. Ni siquiera respiraba. Parecía una estatua fantasmagórica de plumas grises, con una cola de escorpión, garras y rostro sin boca.

En la otra jaula estaba Rachel en forma de águila de cabeza blanca.

Mi oído y mi vista excelentes no captaban el latido de su corazón ni el movimiento de su pecho al respirar.

Me dio un vuelco el corazón. Estaban muertos. Los dos. Había llegado tarde.

También había un hombre cuyo rostro reconocí de inmediato. Era Joe Bob Fenestre, el segundo hombre más rico del planeta, fundador de Web Access America.

Y enseguida reconocí lo que sostenía en la mano: una pistola de rayos-dragón, pero no me apuntaba a mí, sino a Ax.

«Jake, te has vuelto a equivocar. Este hombre era un controlador. Tenía que serlo por fuerza».

Marco y Cassie entraron poco después seguidos de Tobías, pero Fenestre sólo me miraba a mí.

—Vaya —dijo—, después de todo mis verdugos no serán los yeerks sino los andalitas. Supongo que hay algo digno en ello.

<Suelta a mis amigos>, dije tajante.

—Llévatelos —replicó encogiéndose de hombros—. No me importa. Yo no me dedico a matar andalitas.

<¿Ah, no? —repliqué—. Pues yo diría que mis amigos están muertos.>

—Tonterías —contestó frunciendo el entrecejo—. ¿Es que no reconoces la biostasia? Están congelados en el tiempo, eso es todo. Yo pensaba que los andalitas estabais muy avanzados tecnológicamente.

Me empezó a latir el corazón a toda velocidad. ¿Qué demonios sería eso de la biostasia?

<Sácalos de ese estado>, ordené.

—¿O qué? —se burló—. ¿Me vas a matar? Lo harías de cualquier forma.

Mi respiración era entrecortada y mi mente iba a mil por hora. ¿A qué clase de juego jugaba este hombre? ¿Cómo podía ganarle?

<¿Por qué te iba a querer matar?>

—Soy un yeerk —me respondió—, un controlador, aunque mi portador y yo nos entendemos muy bien. Gracias a mí, él es ahora rico. Yo le escribí su famoso navegador web. Hemos sido socios durante todos estos años.

<Los yeerks no tienen socios>, atajé.

Se echó a reír.

—No —añadió muy despacio—, tienes razón —y acto seguido me lanzó una mirada penetrante y sagaz—. ¿Quién os ha enviado? ¿Os habéis puesto de acuerdo con mi hermano?

<¿Tu hermano?>

—Sois andalitas —añadió armándose de paciencia—, eso está claro. Nadie más cuenta con el asombroso poder de la metamorfosis. Pero hay una cosa que no entiendo: ¿por qué los andalitas iban a correr tanto peligro para matarme a mí de entre todos los yeerks?

Aquello acabó por complicar las cosas. No comprendía nada de lo que estaba pasando. Vacilé unos segundos.

<Todo esto es muy extraño>, me comentó Marco en privado.

<Este tipo se siente acorralado —informó Cassie—. Cree que ha llegado su hora. Lo veo en sus ojos. Debemos averiguar más cosas.>

Deambulé por la habitación. Los tigres se cansan si permanecen parados mucho tiempo. ¿Debería aprovechar la oportunidad? ¿Y si le contaba una parte de la verdad?

<Te localizamos en una página web, en la que habla de los yeerks.>

—Sí —asintió—, pero ¿por qué habéis venido a…? —de repente se le iluminó la cara—. ¡Claro! Habéis venido a buscar aliados. No estabais seguros, ¿verdad? Pensabais que era verdad y que los humanos estaban formando una resistencia contra la invasión yeerk al planeta. Habéis venido para ver si yo estaba de vuestra parte o en contra.

Entonces se echó a reír, pero de aquella forma malévola en que alguna gente se ríe cuando nada tiene gracia.

—¿Queréis saber quién soy y lo que soy, andalitas?

No respondí. Esperé a que siguiera hablando.

—Mi nombre es Esplin-Nueve-Cuatro-Doble-Seis. Fijaos en el «Doble-Seis». ¿Sabéis lo que quiere decir?

<No.>

—Una designación «doble» significa que tengo un hermano gemelo: que, de la misma larva, nacieron dos yeerks. Cuando esto sucede, uno se lleva la gloria y el otro queda reducido a la nada, mi caso. Mi hermano, en cambio, es el que siempre se ha llevado la gloria. A él le han concedido las mejores misiones, los mejores portadores, el rango y el poder, y a mí sólo me han dado lo que yo me he ganado —explicó, recalcando la última palabra con el puño cerrado.

»Hay casos en los que los hermanos pueden compartir y hasta convertirse en aliados, pero no con mi hermano. Él es malvado y egoísta. No me ha dejado nada. Me asignó a un portador humano de ninguna importancia, Joe Bob Fenestre, un humilde programador que trabajaba en las entrañas de una compañía telefónica.

»Pero yo no estaba dispuesto a conformarme con eso. Quería más, y si no podía tenerlo como yeerk, lo tendría como humano. Llegué a un acuerdo con mi portador; somos de la misma calaña, dos pobres diablos a la sombra de nuestros superiores. Utilicé el conocimiento técnico de los yeerks para hacer de Fenestre un hombre rico y de peso, creé Web Access America y me convertí en la mayor fuente de información sobre los humanos. Yo era conocedor de secretos que mi hermano jamás podría imaginar.

<Has entrado en los foros y has leído el correo electrónico de otros, ¿verdad?>

—Veo que conoces terminología informática de los humanos —dijo.

Tragué saliva. Había metido la pata al sonar como un humano. Debía arreglarlo.

<Nosotros los andalitas estamos muy buscados en este planeta y nos hemos visto obligados a aprender muchas cosas para sobrevivir.>

Pareció quedarse satisfecho.

—Llegué a convertirme en un miembro de un valor incalculable. Yo solito me convertí en un humano muy poderoso conocedor de una vasta información. Por supuesto, mi hermanito no lo podía soportar y me declaró traidor. Me cortó el suministro de kandrona. De haber sido por él, ahora estaría muerto. Mi gran crimen fue llegar a ser tan importante como él; sólo por eso merecía la muerte.

Joe Bob Fenestre me taladró con la mirada y un escalofrío me recorrió la espalda. En aquel momento supe quién era su hermano gemelo. No podía ser otro.

<Oh, Dios mío>, exclamó Cassie, que también se había percatado.

—Sí, sólo uno de los dos gemelos puede ser importante —dijo Fenestre con amargura—. Sólo uno de nosotros podía ser el poderoso Visser Tres.