6

<¡Tobías!, ¿dónde estás? ¡Tu mente de mosca te está dominando! ¡No te dejes!>

<Venga, Tobías —añadió Marco—, ¡espabila! No tenemos mucho tiempo.>

<¡Tobías! Soy yo, Aximili. Recupera tu propia conciencia.>

<Tu ¿qué? —se rió Marco—. ¿Qué Tobías recupere su qué?>

Entonces nos llegó una voz temblorosa e insegura.

<Humm…, ¿hola? Soy yo, o sea, yo: Tobías.>

Yo no paraba de describir círculos por todo el cuarto de baño. Di una voltereta y aterricé boca abajo en el techo. Mis patitas se aferraron a las diminutas irregularidades de la pintura, y gracias a la sustancia pegajosa de mis almohadillas, quedé firmemente fijado al techo.

<Tobías, ¿dónde estás? ¿Estás bien?>

<Sí, aunque ha habido un momento en que no controlaba>, repuso.

<Bueno, eso es normal cuando te transformas en un animal por primera vez, pero acabas por acostumbrarte a sus instintos.>

<En efecto —corroboró Marco—, y entonces «recuperas tu propia conciencia».>

<Tobías, ¿dónde estás?>

<Bueno… es liso. Humm, cuando aterricé era distinto, liso y blanco, además de húmedo. Hay humedad por la superficie y creo que por debajo de mí hay una especie de gran lago.>

<¿Estás boca arriba o boca abajo, Tobías?>

<Estoy de lado, sobre una superficie húmeda y creo que blanca, con un lago o algo así por debajo de mí.>

Tratamos de imaginar el lugar descrito.

<¡Madre mía! —gritó Marco—. Tobías, ¡estás en un váter!>

<Tobías, ¡sal de ahí antes de que alguien tire de la cadena!>, ordené, aguantándome la risa.

<Hum…,¿recordáis que os he dicho que al principio era diferente? Antes había más luz y ahora parece que se ha hecho de noche.>

Nos volvimos a quedar pensativos.

<¡Argh! ¡Qué asco!>, exclamó Marco divertido y asustado al mismo tiempo.

<Tobías, creo que ya sé por qué ha oscurecido, y es que alguien se ha sentado.>

<Espera un momento, ¿estás diciendo que estoy en el interior de un váter y que alguien se ha sentado? Pero entonces… ¡Oh, señor!>

<Peligro: lluvia de objetos>, advirtió Marco.

<¿Se puede saber de qué estáis hablando?>, inquirió Ax.

<Tobías, por cuestiones de seguridad y además para evitar eso que sólo pensarlo me entran ganas de vomitar, yo que tú, saldría de allí ya.>

<¿Cómo? La salida está bloqueada, para empezar.>

<Mira a ver si puedes colarte por la ranura que suele haber entre el asiento y la porcelana.>

<Oh.>

<Busca la luz. Tiene que haber algo de claridad por algún sitio>, sugerí.

<Ve hacia la luz>, animó Marco.

<¡Sal de ahí!>

<¡Ahí está! ¡La ranura!>

<No entiendo nada>, confesó Ax.

<¡Estoy fuera! ¡Lo conseguí! —exclamó Tobías—. ¡Qué asco! Creo que empiezo a arrepentirme de haber recuperado el poder de la metamorfosis.>

<Gajes del oficio de superhéroe. El glamour y tal, ya se sabe>, bromeó Marco.

<Hablando de glamour, será mejor que busquemos la puerta de embarque y entremos en el avión —les recordé a todos—. Rachel y Cassie ya estarán allí.>

<Por la corriente de aire, la puerta debe de estar por allí>, señaló Tobías.

<Muy bien, si volamos contra corriente, deberíamos llegar hasta la terminal. Una vez allí, debemos identificar el aroma del pañal y seguirlo hasta la puerta de embarque.>

<Eh, Tobías podría encabezar la excursión —sugirió Marco sonriente—, puesto que ya tiene experiencia en estos temas.>

<Cierra tu bocaza>, gruñó Tobías.

<¿Me podéis explicar qué es lo que ha ocurrido?>, insistió Ax de nuevo.

<Cuando seas mayor, querido>, replicó Marco.