Efectivamente comprobamos que sí le importaba. Veréis, Visser Tres es capaz de sacrificar a cientos de sus compañeros. Después de todo, en la guerra siempre hay bajas, pero cuando se trata de él, la cosa cambia.
Lancé el resto de los barriles al estanque para que Marco lo tuviera más fácil. Cassie se encargó de liberar a los demás. Los hork-bajirs, los taxxonitas y los controladores humanos no se atrevían a mover un dedo. De haberlo hecho, probablemente nos habrían vencido y seguro que podrían haber atrapado a Marco antes de que atinara.
Pero ¿sabéis qué? Los subordinados que tienen miedo del jefe jamás muestran iniciativa. Por mucho que los yeerks nos odiaran, el miedo que tenían a su Visser les inmovilizaba.
Una vez liberados, Jake, Tobías y Ax, nos dirigimos con cuidado hacia una de las salidas. Subimos las escaleras de espaldas. En ningún momento Marco bajó el arma.
Tobías, oculto tras mi lastimada mole, recuperó su cuerpo de ratonero por completo cuando habíamos subido la mitad de aquella interminable escalera. Con su magnífica visión vio lo que estaba sucediendo en el interior del estanque.
<¡Se está transformando! ¡Visser se está transformando!>
<¡Dios mío! ¡Apuesto a que se está convirtiendo en uno de esos monstruos que no absorben el agua! —dedujo Jake—. ¡El puré de avena no le afectará y vendrá a por nosotros!>
<¿Se ha transformado del todo?>, preguntó Ax.
<No lo sé —contestó Tobías—. ¡Se está sumergiendo!>
Miré hacia lo alto de las escaleras; todavía nos quedaba una buena subida y a cada paso me sentía más débil. No podía transformarme allí delante de todos y revelar mi forma humana. Visser Tres disponía de tiempo suficiente para salir del agua transformado en uno de esos bichos monstruosos del espacio y perseguirnos.
Perdíamos fuerzas y en aquellas escaleras estábamos al descubierto. Yo me encontraba prácticamente fuera de combate. Jake seguía transformado en murciélago.
<Marco debe disparar>, dije al tiempo que miraba a Cassie y a Tobías para obtener su aprobación.
<No tenemos más alternativa —replicó Tobías y, acto seguido, se acomodó de un salto sobre el hombro de Marco—. Baja un poco la pistola —indicó—, un poco más…¡Fuego!>
¡SSIIIUUMMMMM! El rayo hizo saltar en pedazos uno de los barriles. Una sustancia gris cubrió el agua de inmediato.
<Eso les mantendrá ocupados un rato —comentó Tobías—. ¡Salgamos de aquí!>
Se formó la de San Quintín. Hork-bajirs, humanos y taxxonitas se atropellaban en el intento de sacar a Visser Tres del agua y de limpiar el estanque antes de que el puré de avena, que los enloquecía, se disolviera en el agua.
Entonces, me desplomé de golpe. Cinco toneladas de carne fofa de elefante se desparramaron sobre una docena de escalones de piedra.
<¡Transfórmate!>, gritó Jake.
Cassie se acercó rápidamente, incapaz de hacer nada con sus zarpas de lobo.
<¡Ha perdido mucha sangre! ¡Está perdiendo el conocimiento! ¡Rachel, transfórmate!>
<¡Ahí está! —exclamó Tobías—. ¡Ha salido del agua! ¡Oh, Dios mío! Pero ¿qué demonios es…? Ax, ¿qué es esa cosa?>
<No lo sé —admitió Ax—. No he visto semejante criatura en mi vida, pero parece muy peligrosa.>
<¡No os paréis por mí! ¡Enseguida os pillo!>, exclamé al tiempo que me transformaba todo lo rápido que podía.
<Sí, claro>, añadió Cassie.
<Parece un pterodáctilo —observó Jake—, uno de esos dinosaurios voladores, sólo que éste tiene la parte trasera cubierta de plumas.>
<¡Sólo contamos con un mono y un lobo! —grité—. ¡Marchaos! ¡Llevaos a Jake y salid de aquí!>
<¿Un mono? —protestó Marco enfadado—. ¿Sabes? Estoy a punto de dejarte tirada. Un mono, dice.>
<Contáis con algo más. Un andalita>, añadió Ax con parsimonia.
A medida que encogía, iba recuperando mi forma humana, el dolor disminuía y notaba que me volvían las fuerzas, pero estaba agotada. ¿Sería capaz de transformarme otra vez?
<Problemas. Se acercan hork-bajirs por arriba>, anunció Ax. Era el único que había vigilado esa dirección. La verdad es que tener cuatro ojos es una ventaja.
—¡Genial! —exclamó Jake una vez hubo recuperado su forma humana—. Estamos acorralados. ¡Ahí viene!
Volví mi cabeza ya humana hacia aquel sonido de enormes alas de cuero y lo que descubrí era como un puerco espín alado, sólo que las alas debían de tener una envergadura de metro y medio cada una. La cabeza era muy alargada y el pico era del tamaño de un ala.
Volaba pesadamente pero poco a poco se acercaba. Me dio un vuelco al corazón. ¿Y si había visto que éramos humanos?
Para complicar las cosas, los hork-bajirs descendían a toda velocidad, debían de estar a unos treinta metros de nosotros. Estábamos atrapados. No nos quedaba tiempo ni para transformarnos. ¡Nos habían acorralado!
Tres metros más arriba, la escalera entraba en una especie de túnel, por donde el monstruo del Visser sería incapaz de colarse. Pero si ascendíamos, nos encontraríamos con los hork-bajirs.
Miré a Cassie, mi mejor amiga. Supongo que quería decirle algo significativo.
Entonces, se me ocurrió una idea.
—¡Dame la pistola! —ordené.
—¡Con eso no vas a detener a …esa cosa! ¡Está acorazado! ¡Nada lo detendrá!
No había tiempo de discutir, así que le arrebaté el arma a Marco. Me volví y enfilé las escaleras directa hacia los hork-bajirs.
—¡Seguidme!
—Pero…
—¡Que me sigáis!
Subieron tras de mí. La distancia entre los hork-bajirs y nosotros se acortaba a una velocidad pasmosa y aquel monstruo estaba cada vez más cerca.
—¡Agachaos! ¡Cubríos las cabezas! ¡Transformaos en topo! —grité—. ¡TOPO! —alcé el arma en el aire y apunté a quemarropa hacia el techo de piedra y tierra.
Desplacé con el pulgar la palanca a la posición de tiro y apreté el gatillo.
El mundo entero se derrumbó sobre nuestras cabezas.