De vuelta al granero de Cassie, nos apiñamos para contemplar una jaula pequeña.
—¿Qué es? ¿Una rata? —preguntó Marco.
<Es un topo>, corrigió Tobías.
—Vaya, hay que ver lo bien que conoces a los roedores —replicó Marco mirando hacia el travesaño del techo en donde Tobías se acicalaba las plumas con el pico—. ¿A qué saben?
<No he pillado ninguno. Rara vez salen a la superficie.>
—Qué bicho más feo —comenté—. Se parece demasiado a una musaraña —en una ocasión, me transformé en una y os puedo asegurar que no fue nada divertido. El animal estaba demasiado alborotado y hambriento. Aquel bicho era hiperactivo.
—Es mucho más tranquilo que una musaraña —informó Cassie—, y como ha dicho Tobías, los topos pasan la mayor parte del tiempo bajo tierra. Cavan túneles. Fijaos en las patas delanteras. Son grandes, ¿verdad? Son ideales para cavar túneles.
—Supertopo —dijo Marco dejando escapar un suspiro—. Es imposible imaginarse un héroe llamado Supertopo. ¿Con qué poderes contaría? ¿Cavar?
<He observado que muchos de los animales terrestres tienen una forma parecida a la del topo>, señaló Ax.
—Sí —–confirmó Cassie—, es una forma muy abundante; la encuentras en ratas, ratones, campañoles, musarañas e incluso ardillas y mapaches hasta cierto punto. Es la forma básica del roedor de cuatro patas.
—A ver si lo he entendido —interrumpí tras exhalar un suspiro—. ¿Estás diciendo que nos convirtamos en topos y cavemos un túnel hasta el estanque?
—Sólo trataba de ayudar —replicó Cassie encogiéndose de hombros al mismo tiempo que me guiñaba un ojo.
—Probablemente haya unos quince metros en total desde aquí hasta el techo de la caverna del estanque, ¿no creéis?
<Como mínimo>, puntualizó Tobías.
—Eso es mucho cavar —declaró Jake—, pero no se me ocurre otra forma. Para llevar a cabo nuestro plan, debemos entrar en el estanque yeerk.
—¿Alguien se ha parado a pensar cómo vamos a transportar el puré de avena a través del túnel? —pregunté.
Jake asintió como si fuera a decir «claro».
—Pues no —dijo finalmente—, pero hay que proveerse. Quiero que todos empecéis a dar la lata en casa con el dichoso puré de avena de sabor a jengibre y a jarabe de arce. Necesitamos reunir un gran lote. Empezaremos así y después pondremos dinero de nuestro bolsillo.
—No hace falta —añadió Marco negando con la cabeza—. En casa yo soy el que me encargo de ir a comprar. Mi padre me deja en el hipermercado, se va a hacer otros recados y vuelve a recogerme. Dejadlo en mis manos.
—Bien, entonces —indicó Jake—, sólo nos queda adquirir al pequeño topo.
—¿Muerde? —pregunté al tiempo que hacía una mueca. Yo era la que estaba más cerca de la jaula.
—Yo diría que no —contestó Cassie—. Por regla general, sólo come… En fin, no creo que te vaya a morder.
—¿Qué es lo que come, Cassie? —pregunté.
—¿Qué esperas que coma un animal que se mueve bajo tierra? Pues gusanos, lombrices… ¿qué otra cosa si no?
—Fantástico —protesté.
Estiré la mano y, en cuanto Cassie abrió la jaula, acaricié el lomo del animal el tiempo suficiente para que el ADN del topo entrara a formar parte de mi organismo.
Supongo que el animal se quedó muy tranquilo y casi inmóvil, como les pasa a la mayoría de los animales cuando los adquieres, pero resultaba difícil saberlo, porque aquel bicho ya estaba muy relajado.
Cuando le tocó a Tobías, el roedor se intranquilizó un poco. Para adquirir el ADN de un animal, debes hacerlo desde tu propio cuerpo. El verdadero cuerpo de Tobías había pasado a ser el de un ratonero, así que para adquirir al animal, tuvo que descender volando hasta la jaula y rodear al topo con las garras.
Esperamos a que llegara el padre de Cassie y entonces nos encaminamos hacia el colegio.
El estanque yeerk es un vasto complejo subterráneo. Se parece a uno de esos estadios de fútbol cubiertos. En el centro del recinto está el estanque, y a su alrededor hay toda una zona despejada, así que en total debe de medir, a ojo, unos trescientos o cuatrocientos metros de un extremo al otro.
Para ser un agujero bajo tierra, es enorme. Está situado debajo del colegio y se extiende hacia el centro comercial o, al menos, ahí es donde están los accesos, unas escaleras ocultas que descienden desde diferentes ángulos a orillas del estanque. Hemos localizado uno de estos accesos en el armario del conserje del colegio, aunque este fue suprimido después por los yeerks, y en los probadores de la famosa tienda de ropa The Gap del centro comercial.
<Por los accesos que hemos ido encontrando creo que el centro del estanque se encuentra en este cruce>, informó Tobías.
Nos hallábamos en la intersección que hay entre el colegio y el centro comercial.
—Bueno, no vamos a cavar aquí —objeté.
—No queremos cavar aquí, que es distinto —corrigió Marco—. No sería una buena idea aparecer justo encima del estanque —hizo un movimiento de caída con las manos y añadió—: ¡Splash!
—Bien pensado —corroboré. La idea de caer en el estanque me revolvía las tripas.
—Sin embargo —agregó Jake—, nos interesa saber con exactitud dónde está el estanque cuando nos internemos. La idea es cavar otro túnel horizontal justo encima del estanque y utilizarlo como conducto desde donde lanzar el puré de avena.
—No se por qué me da en la nariz —asintió Marco— que este plan requiere conocimientos de geometría que no tengo. Creo que debería haber estado más atento en clase.
—Demasiada precisión, príncipe Jake —observó Ax—. Carecemos de instrumentos–mentos, ni siquiera contamos con los rudimentarios instrumentos de los humanos.
—Haremos un cálculo aproximado, y deja de llamarme príncipe.
—Sí, príncipe Jake.
Tobías se había acomodado en lo alto de una farola.
Los ratoneros poseen un oído muy fino, así que nos oía a la perfección.
—Tobías —dije mirando hacia arriba—, tú eres el que controla el tema de los accesos y todo eso. ¿Tienes alguno en mente? Ah, y no olvides que necesitamos un sitio para transformamos sin que nos vean.
Tobías extendió las alas y echó a volar. Ganó altura, describió un círculo raudo e irregular en el cielo y descendió para posarse.
<Creo que ya lo tengo.>