—Bueno, que típico —protesté al día siguiente después de clase cuando nos hallábamos todos reunidos en uno de los restaurantes del centro comercial. Había comprado varios periódicos, USA Today, el periódico local y otros, y todos mostraban la misma foto y prácticamente el mismo titular:
SCHWARZENEGGER, HÉROE EN LA VIDA REAL:
LE PRACTICA EL BOCA A BOCA Y LE SALVA LA VIDA
Otro periódico decía:
TERMINATOR SE CONVIERTE EN REALIDAD
AL RESUCITAR A UN HOMBRE
—Esta sociedad está obsesionada con los famosos —critiqué—. ¡Es tan superficial!
—Ni que lo digas —corroboró Cassie al tiempo que me lanzaba una mirada burlona. Mi amiga está convencida de que me preocupo demasiado por el aspecto y la ropa. Cassie es mi mejor amiga y sería capaz de dar mi vida por ella, pero deberíais ver cómo viste. Para Cassie, vestirse consiste en ponerse unos tejanos limpios y unos calcetines del mismo par.
—Hemos tenido suerte —declaró Jake—. No quiero pensar lo que hubiera pasado si alguien llega a fotografiar a un grupo de aves rapaces transportando a aquel tipo hasta el agua. Además, a nadie se le ha ocurrido pensar qué hacía un delfín tan lejos del mar.
—Ese hombre también ha tenido suerte —añadió Cassie.
—No estoy de acuerdo —intervino Marco moviendo la cabeza de un lado a otro—. Yo lo llamaría suerte si el boca a boca se lo hubiera hecho Naomi Campbell.
—¿Donde están los bollos de canela? —preguntó Ax—. Tobías prometió traer unos cuantos. Humm, bollos de canela–canneela–nela.
Ax había adquirido forma de humano. De haber estado con su forma natural de andalita habría llamado la atención más de lo que a nosotros nos hubiera gustado.
El verdadero Ax no tiene boca y por eso no cuenta con la facultad de emitir sonidos ni saborear las comidas. Así que os podéis imaginar lo que le ocurría cuando se convertía en humano. Se quedaba obsesionado con algunos sonidos pero, sobre todo, le fascinaban los sabores, en particular, y por alguna extraña razón, los bollos de canela.
—Me pregunto qué le va a pasar a George Edelman ahora —inquirió Cassie.
—¿A quién?
—Al tipo al que salvaste la vida, Rachel —contestó Cassie poniendo los ojos en blanco.
—Ah, ¿se llama así?
—Sí, está en todos los periódicos —añadió perdiendo la paciencia.
—Vale, vale —le repliqué encogiéndome de hombros—. Así que se llama George Edelman. Vaya cosa.
—Rachel —dijo Cassie recostándose sobre la mesa—, has salvado la vida de ese hombre. De no ser por ti, los demás no lo habríamos visto a tiempo. De no ser por ti, ese hombre estaría hecho papilla en el suelo. ¿No te das cuenta? Eres una heroína. Has salvado una vida. ¿Quién sabe, y si encuentra la cura del cáncer o algo por el estilo? Imagínate que olvidas su nombre.
Dicho así, tal vez debería conocer el nombre del tipo. Claro que por otra parte…
—Eh, no tan deprisa. Yo no tengo nada con este tío —protesté—. ¿No estarás diciendo que ahora soy responsable de él?
—No sé, no sé —intervino Marco moviendo el índice de un lado a otro—. ¿No son los chinos los que dicen que si salvas la vida a un hombre eres responsable de él a partir de ese momento? ¿O lo dicen los japoneses? ¿Los griegos? Bueno, quien sea, el caso es que lo vi en una película.
Me encogí de hombros de nuevo. Todo aquel asunto empezaba a fastidiarme, así que me puse a la defensiva.
—No fue nada más que una bobada. Sólo quería comprobar que era capaz de hacerlo. Era… —busqué la palabra adecuada—. Un reto, eso es, se trataba de un reto.
En aquel momento apareció Tobías con un bollo de los grandes cubierto de azúcar glasé que despedía un intenso aroma a canela.
Ax se quedó pasmado, boquiabierto y con los ojos como platos. Resultaba extraño observarlo porque su forma humana es una combinación del ADN de Cassie, Jake, Marco y mío, por lo que siempre reconoces alguno de tus rasgos en él, como tu propia boca abierta o los ojos de Marco.
Tobías depositó el plato de papel con el bollo sobre la mesa.
—Pensé que podíamos repartirlo y reservar el trozo más grande para… —se interrumpió de repente y se quedó mirando fijamente a Ax con una expresión entre divertida y horrorizada.
Ax había echado mano al bollo, con plato y tenedor incluidos, y se lo había metido todo en la boca. Sí, tal y como os lo cuento, las tres cosas.
Me acerqué y, de un tirón, le saqué el tenedor cuyo extremo sobresalía todavía de su boca. El plato ya se lo había zampado.
Los cinco observamos atónitos el episodio mientras Ax masticaba, babeaba, tragaba y se chupaba los dedos. Era como contemplar a una pitón devorando un lechón.
—Así que George Edelman, ¿eh? —dije, rompiendo el hechizo.
—Pues sí —añadió Jake—. Mantened los ojos bien abiertos, a ver lo que dicen los periódicos y la televisión estos días. Si alguien nos ha visto… debemos saberlo. Esperemos que George Edelman no hable demasiado.
—De todas formas, la gente lo tomaría por loco —señaló Marco—. Nadie haría caso a un tipo que se ha intentado suicidar.