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—Un momento —interrumpió Rachel—. Entonces, resulta que cada uno de nosotros es atraído por el espacio cero en momentos diferentes, y cuando aparecemos en la Tierra, llegamos todos a la vez, y me estás diciendo que no ha pasado el tiempo, ¿verdad? —asentí con mi cabeza de humano. Estábamos en el centro comercial, en la zona de la comida. Me había transformado en humano y me comportaba como tal a la perfección.

—Exactamente, Rachel. EX-acta-Mente. Llegamos en el mismo punto del tiempo en el que fuimos absorbidos. Todos desaparecimos a la vez, con lo que regresamos al mismo tiempo. Absorber, qué palabra tan extraña.

—Sí, claro —añadió Marco—. Eso es lo extraño: la palabra «absorber». No el hecho de convertirse en mosquitos para chuparle la sangre a un tipo con el fin de transformarnos en él y acabar en el medio de una guerra donde el enemigo quiere controlar a unas ranas amarillas videntes, y ¡ah!, de paso, volar en pedazos un pequeño continente lleno de yeerks, salvando así a una especie entera, y después volver de golpe aquí, al cuerpo del tipo que había entrado en coma y que se despierta porque ha notado la picadura de un mosquito que en realidad es un alienígena con pinta de centauro con cuatro ojos, mitad ciervo, mitad escorpión. Todo eso es normal; suele pasar todos los días. Querido diario: otro día aburrido hasta que alguien ha dicho «absorber».

Reconocí enseguida el tono sarcástico, así que me eché a reír utilizando sonidos emitidos por mi boca.

—Ja, ja-ja —exclamé y añadí para terminar—: Ja.

El príncipe Jake, Cassie, Marco, Rachel y Tobías se me quedaron mirando.

—¿Y eso? —me preguntó Rachel.

—Me he reído.

—Mira, Ax… No hagas eso —me dijo el príncipe Jake—. Suena fatal.

—Sí, príncipe Jake.

—No me llames príncipe.

—Pues te llamaré «Jake, antes conocido como príncipe».

—¡Oh, no! —exclamó Marco con una mueca—. Ahora le da por hacer chistes malísimos.

—De hecho, ese chiste es mío —reconoció el príncipe Jake fríamente—. Vale, ya lo entiendo. No os vais a reír. Muy bien, como si me importara.

Había regresado a la Tierra, lejos de mi gente, pero había comprendido una cosa: muchas veces, tu gente no sólo es la que se parece a ti, sino que puede ser por completo diferente a ti.

—¿Qué tal unos bollos de canela, ca-ne-la? —pregunté cruzando los dedos.