Galuit explicó lo que quería y por qué: como yo había sospechado, les tenía preparada una trampa. Por eso le había dicho a Jake que acabara conmigo si los yeerks me atrapaban. Ante todo había que guardar el secreto.
<Sabíamos que los yeerks llevarían la batalla al continente —explicó Galuit—. Y sabíamos que allí contaban con todas las probabilidades de ganarnos, con lo que ideamos un plan B. Hemos colocado una serie de bombas de cuanto por todo el continente. Nuestro plan consiste en esperar a que todas las tropas yeerks se hayan instalado en el continente para hacerlas estallar.>
<Lo imaginaba>, asentí.
El príncipe Jake me miró de reojo y arqueó una ceja en un gesto más de reproche que de enfado.
Nos habíamos trasladado a uno de los submarinos, que avanzaba a toda velocidad en dirección sur hacia un punto del continente.
<Los leeran en realidad no necesitan el continente. Se bastan con las ciudades subacuáticas —declaró Galuit—. Hemos tenido problemas con los detonadores. Me sorprende que nuestras fuerzas fueran liquidadas tan deprisa. Con la ayuda del Ascalin, deberíamos haber sido capaces de resistir más tiempo. El detonador principal ni siquiera se llegó a activar. Dimos la señal de destrucción cientos de veces pero no hubo respuesta. Nada. Los yeerks no tardarán en descubrir la trampa que les tenemos preparada.>
Vacilé. No estaba seguro de si debía contarle lo que había ocurrido en la nave.
<Señor —dije tras respirar hondo—, el Ascalin no llegó a participar en la batalla.>
<¿Qué?>, preguntó dirigiendo los ojos giratorios hacia mí.
<El capitán Samilin era… un traidor —le aclaré—. Manipuló la nave para que aterrizara por detrás de las líneas yeerks. Murió, pero para entonces ya era demasiado tarde. Cuando la nave ya había tocado suelo, el oficial de operaciones Harelin ordenó que disparasen todas las armas. No hubo supervivientes, excepto nosotros y otros dos amigos que han desaparecido.>
Galuit se vino abajo. Pareció envejecer de repente, como si de golpe se hubiera vuelto más frágil.
—¿Por qué nosotros? —preguntó Marco—. ¿Por qué tenemos que ir nosotros a conectar el detonador?
<Contamos con un número escaso de andalitas en el planeta y nadie dispone de tantas formas como vosotros —explicó Galuit—. Todos los guerreros andalitas poseen el poder de la metamorfosis, pero pocos adquieren formas y muchas veces ni las utilizan. Por norma general, los miembros de la inteligencia, como los espías, son los que aprovechan esta facultad. Así que creo que vosotros cuatro estáis capacitados para infiltraros en las fuerzas yeerks.>
Se detuvo confundido. Miró a izquierda y derecha.
<Habría jurado que hace un momento erais cuatro. ¿Dónde se ha metido el otro humano?>
Se me heló la sangre por un momento. El príncipe Jake y Cassie seguían allí, pero Marco…
—¡Marco! —exclamó el príncipe Jake.
—¡Marco! ¡Marco!
<¡Dios mío! ¡Estamos desapareciendo uno detrás de otro!>, grité horrorizado.
Galuit lanzó un llamamiento por telepatía que resonó en todo el submarino.
<¡Oficial científico! ¡Preséntese inmediatamente!>
—¡Esto es de locos! —exclamó Cassie, con la mirada petrificada—. ¿Qué está sucediendo? ¡Estamos desapareciendo uno a uno!
Un sudor frío me recorrió el cuerpo. Lo sentía enormemente por Marco y los demás, pero no hacía falta ser muy listo para saber que muy pronto nos tocaría a los demás. Estaba aterrorizado.
Una cosa es enfrentarse cara a cara con un enemigo, pero algo muy diferente es esperar, sin poder hacer nada, a que una fuerza invisible te… borre del planeta.
Un grupo de andalitas nos rodeó al príncipe Jake, a Cassie y a mí. El oficial científico del submarino nos examinó y, tanto él como Galuit y un oficial de la contrainteligencia, nos hicieron toda clase de preguntas. Al menos durante el rato que duró el interrogatorio conseguí dejar de pensar en quién iba a ser el siguiente en desaparecer.
<¿Cuánto tiempo estuvisteis en el espacio cero?>
<¿Estás completamente seguro de que el capitán Samilin sabía que la nave se dirigía a las líneas yeerks?>
<¿Qué masa tenía la criatura terrestre en la que os transformasteis antes de ser arrastrados al espacio cero?>
<¿Notaste en algún momento algo raro en el comportamiento del capitán Samilin, algún gesto de rencor o de agobio?>
<¡Suficiente! —exclamó una hora después Galuit, dando por terminado el interrogatorio—. Debemos aceptar que Samilin nos traicionó —se volvió hacia el oficial científico—. Les has hecho cincuenta veces las mismas preguntas. Quiero la hipótesis.>
<Señor, me temo que no tengo suficiente…>, empezó a decir el oficial científico.
<¡Por todas las galaxias! ¡Dime lo que piensas con los datos que tienes!>, ordenó Galuit.
<Creo… creo que estos humanos y este aristh están atrapados en un campo de flujo residual que les atrae hacia el espacio cero. Puede que hasta les devuelva a la Tierra directamente. En mi modesta opinión, creo que lo que está ocurriendo es una especie de efecto elástico. Fueron empujados al espacio cero desde donde pasaron al espacio normal, pero una pequeña cantidad de su masa puede que continúe en la Tierra y esté actuando de ancla.>
—¿Está diciendo que estamos en una especie de enorme goma elástica de espacio cero que se ha estirado hasta el máximo y ahora vuelve a su posición normal? —preguntó Jake.
<Sí>, contestó el oficial científico, después de que yo le explicara en qué consistía una goma elástica.
—Si les ha devuelto a la Tierra, puede que Rachel, Tobías y Marco estén vivos —añadió Cassie—, pero si han retrocedido al espacio cero, entonces…
<Por los datos que me has dado, el efecto parece haberse acelerado —indicó el oficial científico—. Desapareceréis uno a uno cada vez más rápido.>
<Bajo estas circunstancias, no puedo pediros que llevéis a cabo esta misión.>
—Bajo estas circunstancias —añadió el príncipe Jake encogiéndose de hombros—, parece que no tenemos nada que perder.>