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Tras recuperar nuestras formas naturales, permanecimos inmóviles entre los desechos pestilentes que los taxxonitas sembraron a su paso. Tobías seguía sin aparecer.

A Rachel le dio por llorar y gritar de rabia. Marco estaba sentado en silencio. Cassie no se soltaba del príncipe Jake, quien, a su vez, tiraba de ella porque no podía dejar de moverse mientras se atormentaba con frases del tipo, «qué debería haber hecho» o «qué podría haber hecho».

Yo me mantuve al margen. No podía evitar sentirme culpable. Me habían humillado y sentía asco de mí mismo. Había rechazado a mis amigos para confiar en mis compatriotas y ¿qué había conseguido? Uno de los míos nos había traicionado y los demás… En fin, estaba convencido de que habían hecho todo cuando había estado en sus manos, pero habían perdido.

Se repetía la historia; igual que perdimos la guerra en el planeta de los hork-bajir, habíamos perdido en Leera y, como consecuencia, los leerans quedaban condenados a servir a los yeerks.

Los leerans son una raza de anfibios, es decir, pueden desenvolverse tanto en el agua como en la tierra, aunque construyen sus ciudades bajo el agua. Poseen unos poderes mentales que, si bien limitados, son asombrosos porque pueden ver el interior de la mente. ¿Qué pasará cuando los yeerks dominen la mente de los leerans? Pues que conocerán el pasado y sabrán de inmediato quién posee un yeerk en el cerebro. Nadie podrá engañarlos al menos durante algún tiempo. Además, imaginaos por un momento qué pasaría si trajesen a los controladores leeran a la Tierra: descubrirían el secreto de los animorphs, si que es que éstos consiguen regresar a su planeta alguna vez.

—Ax —dijo Cassie en un susurro sacándome de mis oscuros pensamientos—, me parece que Jake no quiere volver a repetirte la pregunta. Dinos, ¿qué vamos a hacer?

<No lo sé. Hemos perdido. Nos hallamos en un planeta extraño que muy pronto estará dominado por los yeerks. Hemos fracasado, e igual que fallamos con los hork-bajir hemos fallado ahora con los leerans y muy pronto con los humanos.>

Mientras tanto, en la distancia, por detrás de Cassie, unos destellos rojos descendentes indicaban la llegada de docenas de naves yeerks con tropas de ocupación, que pronto sembrarían el continente de una guarnición inamovible de fuerzas yeerks.

—¿Qué más sabes de los leerans? —me preguntó Cassie.

<No sé mucho más que tú —contesté encogiéndome de hombros—. Son anfibios que viven la mayor parte de su vida en el mar. Originariamente, supongo que salían a la tierra a poner sus huevos. Ahora imagino que su tecnología les permite hacerlo en sus ciudades submarinas.>

—Entonces, ¿por qué les importa lo que pase en la superficie?

<En realidad no les importa. El problema fundamental es que los yeerks utilicen el continente como una base para atacar las ciudades submarinas. Aparte de eso, no creo que a los leerans les preocupe lo más mínimo… ¡Espera un momento!> Me quedé sin habla de golpe. ¡Claro! Eso era lo que había hecho Galuit.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

<¡Príncipe Jake!>, exclamé.

—¿Sí?

<Debemos ir al mar. Si no me equivoco, los andalitas se habrán dirigido hacia las ciudades leerans. ¡No importa! ¡No podemos perder tiempo!>

—¿Por qué?

<Príncipe Jake —vacilé unos segundos—, Jake… debes confiar en mí. No podemos seguir en tierra. Hay que llegar al agua.>

El líder me miró durante unos instantes que me parecieron eternos y al final accedió.

—De acuerdo, confío en ti.

<Una cosa más —añadí—. Si, por alguna razón, los yeerks nos atrapasen y me quisieran vivo, no debes permitírselo. Quiero que me prometas que primero me destruirás.>

—¿Qué? ¿Por qué?

<Porque creo que sé lo que va a suceder. Si estuviera en lo cierto, ésta se convertirá en la victoria más importante en la historia andalita. No voy a permitir que esa información caiga en manos de los yeerks. Cueste lo que cueste y pase lo que pase.>