—¡Atención, pregunta! —exclamó Marco agitando la mano en lo alto como si se tratara de una urgencia.
<¿Qué ocurre?>, le pregunté.
—Dónde, dónde, dónde… ¿DÓNDE DEMONIOS ESTAMOS?
<En la enfermería de la nave de ataque andalita Ascalin.> Intenté disimular mi alegría por encontrarme entre los míos. Intuía que mis amigos humanos se hundirían al saber que se hallaban tan lejos de la Tierra.
—¿Ascalin? ¿No es la nueva ensalada que acaba de salir al mercado? —preguntó Rachel.
<Hemos logrado salir del espacio cero y nos dirigimos a una velocidad de espacio normal hacia el planeta Leera.>
—¿Leera? ¿Dónde viven esas ranas videntes? ¿No es el planeta para el que los yeerks preparaban una invasión de tiburones mutados? —preguntó Cassie.
<Sí.>
A los yeerks no les estaba resultando fácil invadir el planeta Leera porque sus habitantes poseen facultades adivinatorias que les permiten detectar la presencia de un yeerk en el cerebro de otro. Como consecuencia, los yeerks decidieron utilizar los peces martillo como tropas de choque para invadir los mares de Leera, pero para colocar un yeerk en el cerebro de estos animales, primero debían alterarlos.
—Pero nosotros les tiramos por tierra su plan —añadió Marco perdiendo la paciencia—. Yo estaba allí, ¿lo recordáis? Esa parte ya me la sé. Lo que quiero saber es cómo diablos hemos venido hasta aquí. Hace un minuto yo era un mosquito y en un pin, pan, pun, vuelvo a recuperar mi precioso yo, sólo que, al abrir los ojos, ¡me encuentro con la cara de un andalita preguntándome que si alguna vez he tenido cola! Casi me muero del susto, porque pensé que era el mismísimo Visser Tres.
<Nuestra masa sobrante fue atraída por la estela de una nave que pasaba cerca. Todos están muy sorprendidos y emocionados por el avance científico que esto supone.>
—Estupendo, ahora que lo dices, empiezo a sentirme mejor —replicó Rachel utilizando un tono que los humanos llaman «sarcástico».
—¿Cómo vamos a volver? —preguntó el príncipe Jake.
<Nadie lo sabe. El médico y los otros científicos de la nave están investigando. Puede que haya un efecto retroactivo, pero no están seguros. Además, en estos momentos preparan el aterrizaje sobre el planeta Leera. Estamos a bordo de una nave de ataque que transporta un gran número de aparatos de ataque de tierra. La invasión yeerk sobre el planeta Leera es un secreto a voces y se avecina un combate abierto. Los yeerks cuentan con cuatro naves nodrizas en órbita, dos naves-espada y cientos de cazas-insecto, mientras que nosotros no disponemos de un tercio de sus fuerzas.>
—A ver si lo he entendido —agregó Rachel—. De repente, nos encontramos a miles de millones de kilómetros de casa y estamos a punto de embarcarnos en una peligrosa batalla donde los buenos son uno contra tres.
<Exacto>, corroboré.
—¡Genial! —celebró Rachel—. ¿Qué podemos hacer para ayudar?
—Es increíble, Rachel, tú estás enferma —dijo Marco.
<No podéis hacer nada —informé—. Como os dije, el pájaro Kafit que utilizó Visser Tres procede de mi planeta, lo cual significa que puede que haya yeerks infiltrados en nuestro bando. Nadie puede saber vuestro secreto. Si los yeerks llegasen a averiguar quiénes sois, no sobreviviríais ni aunque lograseis regresar a la Tierra.>
Cassie ladeó la cabeza y me miró con una especie de sonrisa triste.
—¿Aunque lográsemos regresar a la Tierra? ¿Quiere eso decir que no vas a volver con nosotros?
Ojalá nunca hubiera empleado esas palabras. Bastantes problemas y complicaciones tenía en la cabeza como para empezar a pensar en la separación de mis amigos humanos.
—Ax, quiero que sepas una cosa —añadió Rachel poniendo mala cara—, que si hoy hay que repartir unas cuantas patadas a los yeerks, cuenta conmigo.
<Hay que seguir las órdenes del capitán>, expliqué.
—¿Quién lo dice? —preguntó Marco.
Me sentí fatal. Una mezcla de terror y de culpabilidad me invadieron de repente.
<Sólo soy un aristh, que equivale a un cadete, y estoy obligado a cumplir órdenes —miré suplicante al príncipe Jake—. Tienes que entenderlo, ahora que estoy entre los míos, ya no eres mi príncipe.>
Me lanzaron una mirada que no me gustó demasiado.
El príncipe Jake aparentó tranquilidad pero, a pesar de que no soy ningún experto en las expresiones faciales humanas, creo que lo que dije le había molestado.
<Tal vez debas pararte a considerar quiénes son los tuyos>, me dijo Tobías en un susurro privado que nadie más oyó.
<Yo no soy como tú, Tobías. No soy un nothlit, no soy una especie atrapada en el cuerpo de otra.>
<Ya, pero tampoco creo que seas un simple aristh, y te guste o no, eres uno de los nuestros.>
No le contesté porque sabía que mi amigo estaba equivocado.
<El capitán —alcancé a decir a duras penas— ha ordenado que, hasta que la situación se estabilice, permanezcáis aquí, en esta sala. Por favor, no intentéis inspeccionar la nave.>