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JAKE

Me llamo Jake.

Me había transformado en halcón peregrino para buscar a Cassie cuando se acercó Marco a toda velocidad, agitando las alas sin parar.

<¡La he encontrado!>, anunció en un tono sombrío.

<¿Qué ha pasado?>, pregunté.

<¿La versión breve? Es una controladora, y si no nos damos prisa, nos harán picadillo.>

Lo asimilé como pude. No había tiempo para temer por Cassie. Había que actuar, pero antes necesitábamos a los demás, y eso llevaría tiempo. Nos habíamos separado para cubrir el bosque con una distancia entre nosotros de más de treinta kilómetros.

Los padres de Cassie, al ver que su hija tardaba tanto en volver a casa, habían empezado a preocuparse. La madre llamó a sus amigos, empezando por Rachel. El padre se acercó hasta el abrevadero, adonde Cassie se dirigía la última vez que la habían visto, y descubrió a la yegua preferida de su hija merodeando al otro lado de la valla, con todo el cuerpo arañado, mojada, y con la silla torcida hacia uno de los costados.

El padre de Cassie entiende de animales salvajes y enseguida descubrió las huellas de oso. Siguió las huellas del caballo y del oso hasta que se hizo de noche.

Llamaron a la policía y al servicio de seguridad del parque. Se organizó una búsqueda, pero encontrar a alguien en ciento cincuenta kilómetros cuadrados de bosque no resultaría fácil.

Rachel me llamó y yo me ocupé de informar a los demás. Marco soltó una barbaridad que en realidad no sentía, algo como que no debíamos preocuparnos por Cassie, puesto que había dejado de ser un animorph. Rachel lo tiró al suelo de un empujón.

Aunque Marco es mi mejor amigo, hay veces en las que envidio el carácter impulsivo de Rachel.

Pasamos la noche sobrevolando en silencio el bosque en forma de búhos. Estos animales son capaces de ver en las noches más negras igual de bien que en una tarde despejada. A pesar de todos los esfuerzos, sólo conseguimos divisar los cientos de animalillos que pueblan el bosque y, de tanto en tanto, los equipos de búsqueda que iluminaban el camino con linternas.

Marco sugirió que utilizáramos otras formas y se transformó en lobo. Gracias al potente olfato del animal, localizó el aroma de la yegua que conducía hasta el río. En esa zona encontramos un trozo de tela desgarrada colgando de una zarza y dedujimos que Cassie se había caído al río.

Oímos una de las conversaciones del equipo de búsqueda y nos enteramos de que también buscaban a una niña llamada Karen.

En cuanto salió el sol, adquirimos la forma de rapaces y seguimos el curso del río. Si os soy sincero, esperábamos encontrar un cuerpo flotando en el agua. Rezábamos por que estuviera viva, pero también sabíamos que Cassie disponía del poder de la metamorfosis y que, de estar sana y salva, se habría transformado y habría vuelto a casa volando.

Nos separamos para cubrir la mayor extensión de bosque posible y encontrar algo que nos diera una pista. Marco finalmente regresó con noticias.

Una vez reunidos todos, Marco nos contó que Cassie le había revelado el secreto de la metamorfosis a Karen, una controladora; que nuestra amiga había salvado a Karen de caer en las fauces del leopardo con la ayuda inconsciente de Marco y que Cassie había aceptado convertirse en controladora en una estratagema desesperada por salvar a la verdadera Karen.

<¡Cassie es tonta de remate! —concluyó Marco furioso—. Ahora mismo el yeerk alojado en su cerebro lo sabe todo.>

<¿Por qué iba a hacer Cassie algo así? —preguntó Ax—. No hay duda: hay que eliminar a esa controladora.>

<Cassie debe de tener una razón>, añadió Rachel.

<Pues claro>, corroboré.

<¿Ah, sí? ¿Cuál? —inquirió Marco—. ¿Qué razón puede tener para entregarnos a todos nosotros a los yeerks?>

<¿De verdad no lo sabes, Marco? —le pregunté—. ¿No te basta con que alguien se niegue a matar y prefiera esperar a que lo haga otro?>

<¡Pero no tiene elección!>, exclamó Marco.

<Siempre hay otra opción —declaró Tobías—. No puedo enfadarme con alguien porque se niegue a matar a otro. No puedo enfadarme con alguien que piensa que la vida es sagrada. De verdad que no puedo.>

Me sorprendió que precisamente Tobía, que vive como un depredador, que debe matar para desayunar, saliera en defensa de Cassie.

<Estamos en guerra —añadió Rachel con frialdad—. Defendemos nuestras vidas y tenemos el derecho a hacer todo lo que sea para ganar.>

<Puede que perdamos o puede que ganemos —repliqué—, pero si ganamos, más vale que haya mucha gente como Cassie en el mundo y que no todos sean de esos que piensan que aquí vale todo con tal de ganar.>

Durante un rato permanecimos callados. Continuamos volando en aquel extraño silencio. Se supone que soy el líder, aunque cada día que pasa deseo con más fuerza no serlo. Sin embargo, una de las funciones de ser un líder consiste en entender a su gente, y yo los entendía.

Comprendía el silencio de Ax; al fin y al cabo aquél era un asunto a resolver por los humanos.

Comprendía que Rachel estuviera furiosa, puesto que, comparada con Cassie, se sentía acusada de amoral.

Comprendía a Tobías; después de reflexionar sobre lo que había dicho, comprendí que en su interior hay un ser humano que se aferra a ideas y virtudes humanas. Valora la piedad y la bondad porque vive en un mundo donde ninguno de esos dos principios existen.

Comprendía a Marco. Mi amigo es una de esas personas que no se para a considerar razones, sino que directamente saca conclusiones. Dirías que es inteligente o eficaz, tal vez despiadado. Con ello no quiero decir que sea cruel, sino que va de la A a la Z más deprisa que la mayoría.

<¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos allí?>, preguntó Rachel al cabo de un rato.

<No lo sé —admití—. Primero tenemos que encontrarla.>

<¡Allí está! —informó Rachel—. Junto a aquellos árboles, ¿no veis una águila pescadora? Es ella.>

<Sí, ya la veo>, confirmó Tobías.

Estaba lejos, pero sabíamos que ella también nos había visto.