David y yo volábamos. Él era un águila real y yo una gaviota. Me había obligado a ir delante, y él me seguía de cerca.
Si decidiera atacarme, yo estaría indefensa. Era como una pequeña avioneta volando delante de un 747.
Íbamos hacia el solar donde todo había comenzado hacía tanto tiempo, donde Elfangor nos había dado nuestros poderes. Allí justamente había encontrado David la caja azul.
<Claaaaaro —dijo—. Claro. El último sitio que se me hubiera ocurrido. Habéis escondido la caja en el lugar donde empezó todo.>
Yo seguí volando sin decir nada. Jake, Cassie, Ax y Marco nos seguían de lejos.
Por fin llegamos a uno de los diversos edificios a medio construir. No eran más que cuatro paredes de hormigón con varios umbrales sin puerta.
Creo que originalmente, antes de que se cancelara todo el proyecto, iba a ser un almacén. O tal vez un bar de comida rápida. ¿Quién sabe?
Aterrizamos en el centro de aquel edificio desolado y sin techo. Había varias botellas de cerveza y cola tiradas por el suelo, además de montones de escombros.
<No te transformes>, ordenó David.
Yo obedecí. Él empezó a cambiar. Sus plumas marrones se fundieron en piel rosada y su atuendo de metamorfosis. De su largo y curvo pico surgió su sonrisa torcida.
Los demás volaban en círculos sobre nosotros, tal como David les había dicho. Estaba oscureciendo, y mis amigos no eran más que sombras grises contra los nubarrones.
—Ya te puedes transformar, Rachel. Pero quiero que de inmediato te conviertas en rata.
Yo no me molesté en decir nada. Hice lo que me había ordenado.
—¿Sabes, Rachel? Es una pena que todo haya salido así —me decía él—. Si no fueras tan brusca, te habría invitado a dejar esta pandilla y venirte conmigo. Jake ni siquiera sabe cómo utilizar sus poderes. Pero venga, ¿a quién le importa que los yeerks anden por aquí? Con los poderes de un animorph podemos conseguir todo lo que queramos.
Yo ya me estaba transformando en rata. Era una metamorfosis que ya había realizado una vez con Cassie. No es que tuviera muchas ganas de pasar por ella de nuevo, pero David tenía que creer que yo ya había sido rata una vez para ayudar a Cassie a esconder las piezas de la caja azul.
Empecé a encoger muy, muy deprisa. Tan deprisa que era casi como caer. Mi cuerpo se cubrió de pelaje blanco, los brazos, el cuello, la espalda. Picaba contra mi ropa.
El suelo de cemento estaba cada vez más cerca. Las grietas y las rendijas parecían precipicios o lechos de ríos secos. Las botellas de cerveza eran como autobuses.
Mis piernas se encogían cada vez más, hasta convertirse en miembros cortos y rechonchos. Con mis brazos pasó lo mismo. Ya no podía mantenerme en pie y caí a cuatro patas.
Seguí haciéndome pequeña, con un aspecto cada vez más espantoso. David parecía crecer, a su vez. ¡Era como un monstruo de mil kilómetros de altura!
La nariz y la boca se me alargaron hasta formar un morro rosado. Las orejas se me subieron a los lados de la cabeza, y al final de la espalda noté que me brotaba una larga y fea cola pelada.
David comenzó a transformarse. Al principio no supe en qué, hasta que vi las escamas con forma de diamante que se le formaban en la piel. Luego los brazos y las piernas se le desvanecieron.
Se estaba transformando en serpiente de cascabel.
Se hacía cada vez más pequeño, pero ya mientras se transformaba se enroscó en torno a mí. Sus anillos marrones y negros me rodeaban como una cerca dos o tres veces más alta que yo.
Por fin su cabeza apareció entre los anillos. Una lengua bífida, tan larga como yo, se agitó en el aire.
<Un movimiento en falso, Rachel —me advirtió—. Un solo movimiento en falso…>
Luego, mediante telepatía general, ordenó a los otros que bajaran.
Mis amigos descendieron volando en círculos con la última luz del sol y aterrizaron sobre los muros que nos rodeaban.
Un halcón, un aguilucho, dos águilas pescadoras. Todos enemigos mortales de una rata.
<Ahora vosotros cuatro transformaos. Un solo movimiento en falso y muerdo a la rata.>
Abrió las fauces para mostrar sus colmillos huecos, y acercó la boca a mí. Yo sabía que la rata era rápida, pero no más que una serpiente de cascabel.
Estaba por completo en su poder. Y tenía miedo.
Yo tenía miedo, pero la rata, rodeada de aves de presa y con su enemigo ancestral, la serpiente de cascabel, pegada a ella, se encontraba en puro estado de pánico.