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Los demás dejamos que Jake se encargara de contactar con David.

Mi tarea, junto con Cassie, Ax, Marco y Tobías, eran los preparativos. Y los preparativos requerían mucho trabajo, un trabajo muy duro.

—¿Seguro que David estaba en el granero? —pregunté a Tobías por décima vez.

<No puedo jurarlo —contestó él—. Lo que sí sé es que un águila real salió de casa de Jake y llegó aquí volando. Aterrizó detrás del cobertizo de las herramientas. Del águila real surgió David, que luego se convirtió en serpiente de cascabel y lo vi por última vez dirigiéndose hacia el granero.>

—Una serpiente de cascabel… Muy interesante.

—Muy buena idea —terció Cassie—. Las serpientes de cascabel no parecen fuera de lugar en este entorno. Son venenosas, tienen buenos sentidos y son más rápidas que muchas otras serpientes. Si un halcón ratonero, por ejemplo, decidiera intentar comérsela, la serpiente podría utilizar sus colmillos.

Tobías se echo a reír.

<A David no le preocupan los ratoneros. Te recuerdo que estoy muerto. De hecho cuando estaba transformado en águila me vio y supuso que no era más que un inocente halcón que volaba por aquí.>

Volvimos al trabajo. Tobías vigilaba. Volaba a bastante altura para poder ver a cualquiera que se acercase. De todas formas, habíamos escogido una zona desierta para nuestros preparativos. No era muy probable que alguien nos sorprendiera.

Y sabíamos que David no estaba por allí. Jake me había llamado para confirmar que David estaba suplantando a Saddler y dejándose mimar.

De hecho David parecía estarse adaptando estupendamente a su papel. Su «familia» se lo iba a llevar a su casa.

—Por lo menos el tiempo ha mejorado —nos comentó Marco—. Sería espantoso que encima estuviera lloviendo.

—Sí hace un día precioso —convine.

<¿Por qué los humanos consideran que unos días son mejores que otros? —preguntó Ax—. ¿Y qué es exactamente lo que define un «día precioso»?>

—Un dia de sol, sin nubes, o por lo menos no demasiadas —expliqué—. Cuando hace calor, pero tampoco mucho. Y cuando no hay mucha humedad, porque la humedad va fatal para el pelo.

<Pero la lluvia es necesaria, ¿no es verdad? ¿Por qué entonces consideráis que no es hermosa?>

Charlábamos sin dejar de trabajar, de forma casi compulsiva. Nadie quería pararse a pensar. Nadie quería tener tiempo para reflexionar sobre lo que estábamos haciendo y lo que eso significaría.

Pero, por supuesto, la realidad se filtraba en nuestras conversaciones.

—Me dan mucha pena los padres de Saddler —comentó Cassie.

—Sí —dije yo.

—No sé cómo van a…

—Además —interrumpió Marco muy decidido—, los días de sol son mejores porque las chicas llevan pantalones cortos, o vestiditos y cosas así. ¿Cómo se llaman esos vestidos que no tienen mangas?

—Vestidos de tirantes —contesté.

—Eso, vestidos de tirantes. Mientras que cuando llueve hay que llevar abrigos y chubasqueros. Y nunca oirás decir a nadie: «¡Vaya! ¡Estás guapísima con ese chubasquero!».

<Supongo que estás hablando de clases de piel artificial>, dijo Ax.

Incluso Ax intentaba seguir con la charla intrascendente. Ni siquiera él quería pensar mucho en lo que estaba pasando. En lo que pasaría.

En ese momento Tobías bajó hacia nosotros.

<Me parece que es hora de ir a revisarlo todo con Jake —dijo—. ¿Ax-man? Tendrás que hacerte humano, si no voy a estar yo para vigilar.>

<Muy bien.>

Ax comenzó a transformarse. Cambió del azul andalita a la piel humana color aceituna. Ax había adquirido el ADN de Jake, Cassie, Marco, además del mío, en un proceso que le permitía fusionar las cadenas de ADN en una sola.

La forma que ahora estaba adoptando era la de un varón humano muy extraño, de una extraña belleza. Cuando le miraba, veía en su rostro partes de mí, junto con partes de los demás animorphs.

Una de las grandes ventajas de esto era que teniendo a Ax convertido en humano, no tendríamos tiempo para perdernos en oscuras elucubraciones. Ax convertido en humano nos mantendría ocupados.

Para empezar los andalitas no tienen boca. No pronuncian palabras y no tienen sentido del gusto. Estas dos cosas tendían a eliminar la habitual reserva de Ax, así como su inteligencia.

—Éstas son buenas manos para trabajar —comentó Ax—. Son manos fuertes-tes, muy fuertes-tes.

Marco suspiró.

—Ya estamos otra vez.

Yo me eché a reír.

—Pues yo me alegro de que no haya chocolate por aquí.

—O nachos —añadió Cassie.

—O bollos —dijo Marco.

Ax volvió bruscamente la cabeza.

—¿Bollos-llos?

—No, no, Ax. Estoy segurísima de que por aquí no hay bollos-llos ni nada.

Por fin, llegó el momento de añadir la última pieza a nuestra creación. Ax y Marco la enroscaron y Marco probó la parte móvil.

—Dará resultado —comentó mirándome.

—Más nos vale —dije yo—. Porque aunque esto es espantoso, la única alternativa es todavía peor. Tiene que funcionar. Porque si no funciona nos convertiremos en asesinos.