21

Jake y yo nos apartamos del gentío. Nadie lo notó. A nadie le importaba. Estaban demasiado ocupados con su milagro.

—¿Tú crees que David se ha transformado en Saddler? —pregunté.

—Estoy seguro. Hace unos días os hablé a todos de Saddler, y vi que los ojos le brillaban. En aquel momento no le di mucha importancia. Además, estábamos bastante liados.

Yo asentí con la cabeza.

—David necesitaba una vida. Sus padres son controladores, y él necesitaba un sitio donde ir, donde dormir, donde comer. Pero no es más que una forma. Si se queda en ella más de dos horas seguidas se quedará atrapado y perderá para siempre sus poderes de transformación.

—Lo único que tiene que hacer es ir al baño, recuperar su forma, volverse a transformar y ya estará listo para otras dos horas. Y mira sus padres. ¿Tú crees que les va a importar si Saddler es de pronto muy distinto de cómo era?

Jake tenía razón.

Los padres de Saddler creían que iban a perder a un hijo. Ahora lo habían recuperado.

Era un milagro.

Sí, tal vez la memoria de Saddler estuviera un poco deteriorada. Tal vez no recordara a sus amigos, o su comida favorita.

Sería distinto, pero era de esperar, teniendo en cuenta todo lo que había pasado. Y de todas formas, Saddler siempre había sido un idiota. David haría el papel a la perfección.

¿Qué podía sospechar de él su familia? Jamás imaginarían la verdad.

Entonces se me ocurrió una cosa terrible.

—Oye, ¿y Saddler, el auténtico Saddler?

Jake me miró sombrío.

—Eso tendríamos que preguntárselo a David, ¿no crees?

Me volví hacia el impostor. En ese momento había un hueco en la marabunta que lo rodeaba, así que él nos vio también. Su expresión era de puro triunfo. Al cabo de un instante la muchedumbre volvió a cerrarse en torno a él.

No me sorprendió nada que al cabo de una hora Saddler dijera que necesitaba ir al baño. Él solo. Estaba bien, perfectamente. Ya no tenían que preocuparse más por él. Se levantó de la cama y pasó deliberadamente junto a Jake y yo.

—¡Primo Jake! ¡Prima Rachel! Me alegro de que hayáis venido, de verdad, me alegro muchísimo.

Por un instante no había nadie cerca para oírnos.

—No te vas a salir con la tuya —dije.

—¿Ah, no? Pues ya me he salido con la mía. ¿Qué pensáis hacer? El auténtico Saddler estaba frito. Ahora esta gente tan buena ha recuperado a su hijo. ¿Qué vais a hacer, eh? —David echó a andar, pero de pronto se volvió hacia nosotros, como si quisiera contarnos un secreto—. Traedme la caja azul, primos. Tenéis veinticuatro horas, a partir de ahora mismo.

Y se echó a reír para que todos lo oyeran. Así que todos se echaron a reír también, contentísimos de haberse librado de una tragedia insoportable.

Jake y yo fingimos sendas sonrisas, pero los dos teníamos el estómago revuelto.

David nos había vencido.

Por fin salimos al pasillo, que en aquel momento estaba casi desierto.

—Muy bien, tenemos que planear algo ahora mismo —dijo Jake.

—¿Planear qué?

—A partir de ahora, nunca sabremos si David nos está vigilando o nos está escuchando. En este momento sabemos dónde está y estamos seguros.

—Bueno, ¿qué vas a hacer? ¿Darle la caja azul?

A Jake le llamearon los ojos.

—¡Eso nunca!

Yo sonreí, a pesar de todo.

—Vale. ¿Entonces qué?

—No lo sé. ¿A ti se te ocurre algo?

Dejé de sonreír.

—¿Qué quieres decir?

—Pues que qué crees que deberíamos hacer con él —dijo Jake.

En ese momento pasó una enfermera y esbozó una sonrisa automática.

—Mira, Jake —contesté, en cuanto la enfermera se marchó—, no sé adónde quieres llegar. ¿Y sabes una cosa? Me parece que no me gusta lo que estás pensando de mí.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Antes no me contestaste, Jake. Tengo que saberlo. Cuando David se marchó de la cafetería y yo salí detrás de él, Cassie intentó detenerme, pero tú dijiste que me dejara marchar. ¿Qué creías que le iba a hacer a David?

Jake asintió con la cabeza.

—Ah, eso.

—Sí, eso. ¿Qué pensabas que iba a hacerle a David? ¿Creías que iba a matarle? Dime, ¿es eso lo que creías? ¿Por eso me dejaste ir tras él? ¿Por eso enviaste a Ax a por mí, porque piensas que soy una loca violenta a la que puedes encargar que haga el trabajo sucio?

—Mira, Rachel, todos tenemos nuestras fuerzas y nuestras debilidades.

—Y mi fuerza es ser una especie de maníaca asesina, ¿no es eso? —dije, casi chillando.

—Yo no he dicho eso.

—¡Pero tampoco lo has negado!

—Está bien, Rachel. ¿Quieres saber lo que pienso? Muy bien. Pienso que eres la más valiente del grupo. Pienso que si tengo que pelear, prefiero tenerte a ti conmigo, más que a ningún otro. Pero también es verdad que creo que tienes algo oscuro dentro. Creo que eres la única del grupo que lamentaría que todo esto terminara mañana. Cassie odia todo esto, Marco tiene razones personales para estar en esta guerra, Ax sólo quiere volver a su casa y combatir a los yeerks entre su propia gente, Tobías… Bueno, ya nadie sabe lo que quiere Tobías. Pero tú, Rachel… ¡A ti esto te encanta! Por eso eres tan valiente. Por eso eres tan peligrosa para los yeerks.

Dejé que sus palabras pasaran de largo. Las había oído y las rumiaría más tarde. De momento no quería sentirlas.

—O sea, que el otro día pensabas que mataría a David. ¡Dios mío!

—No. Pensaba que le asustarías. Pensaba que le dirías lo que hiciera falta para darle miedo. Pensé que dirías lo necesario. Y pensé que, de todos nosotros, era más que probable que David tuviera miedo de ti.

Una enfermera pasaba muy despacio con una camilla.

Intenté verme como Jake me veía. ¿Era cierto? ¿Me gustaba esta guerra?

—Me preocupas, Rachel. Me preocupas más que ninguno de los otros, excepto Tobías. Me da la impresión de que para ti esta guerra es como la bebida para un alcohólico. No sé qué pasaría contigo si todo esto terminara de repente. ¿Qué harías? ¿Te dedicarías de nuevo a ir de compras? ¿Volverías a hacer gimnasia y a sacar buenas notas?

Yo me eché a reír.

—¿Que te preocupas por mí? ¿Y tú, Jake? ¿Qué harías tú? Ahora eres un líder, tienes que tomar decisiones de vida o muerte. Has aprendido a tomar esas decisiones, y también has aprendido a utilizar a la gente —añadí con amargura—. Sabes utilizar a las personas por sus puntos fuertes y sus puntos débiles. ¿Que te preocupas por mí? ¿Tú te crees que cuando todo esto acabe volverás a ser un jugador de baloncesto mediocre y un buen estudiante? Ni siquiera has llegado todavía al instituto y ya eres la persona más buscada en el imperio yeerk. Visser Tres daría su nave-espada por tener tu cabeza en la punta de un palo.

Los dos guardamos silencio un rato.

En la habitación se oyeron risas. David había vuelto del baño.

Había recuperado su cuerpo, se había vuelto a transformar y ya estaba listo durante otras dos horas. Podría aguantar así un montón de tiempo, incluso años. Por la noche podría dormir con su propio cuerpo. En la oscuridad se parecería bastante a Saddler. En el colegio podría transformarse entre clase y clase, en el cuarto de baño. Y por la ropa no tendría que preocuparse, porque la de Saddler le quedaría bien.

Menudo cerdo asqueroso.

Mis propias emociones me trajeron de vuelta al presente.

—No voy a perder la cabeza, Jake —dije mirando al suelo—. Puede que tengas razón. Puede que en realidad todo esto me guste. Pero todavía sé lo que está bien y lo que está mal. No estoy loca. Sé lo que me hago.

Jake asintió.

—Ya lo sé. Pero todos tenemos un concepto distinto del bien y del mal. Cassie tiene una ética, Marco tiene otra distinta, y tú también. Y yo… —intentó sonreír, pero no pudo—. No sé. Mira, antes pensaba que estaba mal utilizar a mi amiga, a mi prima, para hacer el trabajo sucio. Supongo que en eso he cambiado. Lo siento, Rachel.

No sé por qué hice lo que hice entonces, porque no fue nada típico en mí, pero abracé a Jake.

Y él me devolvió el abrazo.

Y entonces me susurró al oído.

—Muy bien, y ahora vamos a pensar cómo podemos librarnos de este gusano.

—Y tanto, primo.