10

Los padres de Jake volvieron esa tarde. Habían estado fuera de la ciudad, ayudando a un primo de Jake y mío.

El primo en cuestión se llamaba Saddler, y era un tipo inaguantable, pero había resultado gravemente herido en un accidente. Ahora lo habían trasladado al hospital de niños cercano a nosotros.

Su familia se iba a quedar en casa de Jake, pero se suponía que nosotros también teníamos que ayudar, aunque mi madre no se llevaba muy bien con la familia de Saddler desde que se divorció de mi padre.

A mí me informaron de todo esto cuando volví del colegio. Yo dije «vale», subí a mi cuarto, me desplomé boca abajo sobre la almohada y no me quise ni mover.

Pero, con lo cansada que estaba, no podía dormir. Era horroroso. El cerebro me zumbaba, como si me hubiera tomado veinte cafés o una cosa así.

¿Había sido yo siempre así?, no dejaba de pensar. ¿Cómo era yo antes de los animorphs, antes de nuestro encuentro con el alienígena moribundo que había cambiado nuestras vidas?

Intenté acordarme, pero era como pensar en otra persona. Era como recordar a otra chica, a alguien que había conocido y a quién había olvidado. Era como decir: «Ah, sí, Rachel, ya me acuerdo».

Era muy aficionada a la gimnasia, eso lo sabía. Y a ir de compras. Supongo que nunca había sido exactamente una chica tranquila y pacífica, pero tampoco me imaginaba clavando tenedores en las orejas de los chicos y amenazando a su familia.

Casi me eché a reír. Menuda locura. Quiero decir que yo no había recibido malos tratos en mi casa ni nada de eso. Es verdad que mis padres se habían divorciado, pero seguramente la tercera parte de los chicos del colegio tenían padres divorciados, y otra tercera parte estaban deseando que se divorciaran.

Yo nunca había dudado de que mis padres me querían. Ellos mismos me lo decían y me lo demostraban.

Tampoco había tomado drogas ni nada. Pero de alguna manera, en algún momento había pasado de ser una chica con una lengua afilada a ser… bueno, como Marco diría, Xena, la Princesa Guerrera.

Lo peor de todo es que ni yo misma me había dado cuenta de que estaba cambiando. Aunque era evidente que todos los demás lo habían notado. Por lo menos Jake.

Cuando Jake supo que con David se trataba de matar o morir, envió a Ax a buscarme. No le mandó a buscar a Marco, ni a Cassie, sino a mí.

Y en la cafetería me había dejado ir, sabiendo lo que haría. Más tarde me encontré con Cassie en clase. No me preguntó lo que había pasado, no me preguntó qué le había dicho a David. Lo sabía.

Es cierto que yo podía haber dicho que es porque he luchado en muchas batallas. Sí, habría sido una buena excusa. Sólo que Cassie ha luchado las mismas batallas. Y Marco. Y Tobías.

¿Habría hecho Tobías lo que hice yo? Ésa era la cuestión, porque Tobías vivía ahora siendo un ave de presa. Habría tenido todas las excusas del mundo. Pero yo no tenía tan claro que hubiera llegado tan lejos como yo.

Había otra cuestión que me rondaba la cabeza: ¿qué pasaría si David no hacía caso de mi amenaza? ¿Sería yo capaz de …?

—¡Rachel! ¡Teléfono! ¿Estás sorda o qué?

Me incorporé de un brinco. Vi por la ventana que fuera había oscurecido.

—¿Qué? —pregunté.

Jordan, mi hermana, asomó la cabeza en mi habitación.

—Te llaman al teléfono. Es Jake.

La cabeza me daba vueltas. Me levanté y contesté el teléfono.

—¿Sí? —pregunté, arreglándome un poco el pelo.

—Ha llegado el momento —dijo Jake—. Ya sabes, ese pequeño proyecto para subir nota que tenemos entre manos. Es el momento de intentarlo de nuevo.

—Ya. Voy para allá.

Madre mía, la falta de sueño me había dejado atontada. Todavía teníamos una misión. El día anterior habíamos fracasado y Visser Tres estuvo a punto de capturarnos.

¿El día anterior? ¿De verdad sólo había pasado un día? Parecía imposible, con la de cosas que habían sucedido.

Me lavé la cara con agua fría y me peiné un poco. Luego bajé pensando en alguna buena excusa para que mi madre me dejara ir a casa de Cassie.

—¡Rachel! —exclamó mi madre en cuanto me vió—. Bien. Tienes que cuidar de Sarah. Me voy al hospital a ver a los padres de Saddler.

Yo estuve a punto de replicar:

—Muy bien. Desde luego es un plan mucho mejor que volver a irrumpir en una urbanización superprotegida para que nos vuelen los sesos.

Pero no hubiera servido de nada.

—¿Quieres que me quede a cuidar de Sarah y de Jordan? —pregunté.

—¡A mí no me tiene que cuidar nadie! —me replicó Jordan.

—¿Ah, no? —dije burlona—. Mira, o te cuidan, o tienes que cuidar tú. Y tú no vas a cuidar de Sarah.

—¡Mamá! —protestó Jordan—. ¡Yo sí que puedo cuidar de Sarah!

—Pero si eres un bebé —insistí yo, por si acaso.

Bueno, ya os imagináis cómo fue todo. Así que diez minutos más tarde yo salía de casa, y otros diez minutos después me estaba transformando en el granero de Cassie.

Los demás ya estaban allí: Ax, Tobías, Jake, Cassie y Marco. Por lo menos supuse que sería Marco, y no David.

—Marco —dije, en cuanto recuperé mi forma—. ¿Sabes que eres un sapo?

—Si me das un beso me convertiré en un príncipe —replicó él sin dudar—. Seré el Príncipe antes conocido como Sapo. Te gusto, no puedes evitarlo. Al fin y al cabo tú eres una chica y yo soy… bueno, yo soy yo.

—Sí, es el auténtico Marco —dije secamente.

Cassie se echó a reír.

—Todos hemos hecho más o menos lo mismo. Yo le he pedido que me contara su transformación en trucha, para poner a prueba su memoria.

—Y yo le he contestado que no estuvo mal, sólo que el rebozado picaba un poco y siempre he sido alérgico a la salta tártara. ¿Ahora queréis dejaros de una vez de jueguecitos? Tengo miedo de dar alguna respuesta equivocada, y que Rachel se convierta en oso y me devore antes de poder decir ni mu.

—Muy bien, vamos al trabajo —sugirió Jake. Miró a Ax y me señaló con la cabeza.

<El príncipe Jake quiere que te diga que estamos actuando bajo el supuesto de que David puede estar aquí en el granero —me dijo Ax, mediante telepatía privada—. Le preocupa que David pueda estar aquí convertido en insecto, escuchando nuestros planes. De modo que nuestros planes serán distintos de los que discutamos aquí.>

Yo asentí con un ligero movimiento de cabeza. Claro. Me había olvidado de que David era uno de los nuestros, por lo menos en lo que se refería a sus poderes. Pero Jake lo había tenido presente.

El plan de Jake era básicamente el mismo que habíamos trazado con anterioridad para infiltrarnos en el banquete en la urbanización. Había algunas diferencias más que nada para que sonara convincente. Y todos opusimos varias objeciones, también para parecer convincentes.

Pero hasta que no salimos volando, todos ya transformados, Jake no me informó de lo que realmente tenía en mente.

<Esto le va a encantar a Rachel>, dijo Marco entre risas.

Tenía razón.

El plan era una barbaridad, una locura, una cosa demencial y violenta.

Y la verdad es que me encantó.