9

David se alejaba, y el auténtico Marco se dirigía hacia nosotros.

Yo me levanté.

—¿Qué haces, Rachel? —preguntó Cassie, agarrándome del brazo.

—Déjala —dijo Jake.

Seguí a David, que se abría paso entre los chicos que entraban en la cafetería. Una vez en el pasillo desierto, comenzó a cambiar sutilmente. Se estaba transformando. Para cuando llegó a la puerta de la calle, ya era él mismo. Debía de estar cerca del límite de las dos horas.

Le alcancé cuando él echaba a correr por el césped. Le agarré por el hombro y le hice darse la vuelta. Yo temblaba de pura rabia contenida.

—¿Quieres pelearte aquí? —preguntó.

—¿Por qué no?

Él se echó a reír, aunque un poco inseguro.

—No puedes transformarte a la vista de todos.

—No necesito transformarme para darte una paliza.

—Mira, puede que a veces se te olvide, Rachel, pero eres una chica.

—Y tú eres un gusano —le espeté—. ¡Vamos a ver quién gana esta pelea!

—Estás furiosa por lo del chico pájaro, ¿verdad? ¿Qué pasa? ¿Es que te gustaba o algo así? —preguntó él con una sonrisa irónica—. Es eso, ¿verdad? Vaya, qué tierno. Es una lástima. Pero ya sabes que los pájaros tienen una vida muy corta.

—Los gusanos también.

—¿Acaso intentas asustarme?

—Qué va, no quiero asustarte. Sólo te voy a decir una cosa. Si nos delatas a Visser Tres nos enteraremos. Tenemos espías dentro de la organización yeerk.

David resopló.

—Ya, seguro.

—¿Cómo crees que nos enteramos de que los yeerks iban a atentar contra el presidente y los demás? ¿Cómo crees que supimos que uno de los jefes de estado era un controlador?

David parecía un poco menos gallito. Se notaba que estaba pensando. Casi le salía humo de la cabeza. Se había dado cuenta de que le estaba diciendo la verdad. David no sabía nada de Erek y los otros chees.

—Así que si nos delatas a Visser Tres nos enteraremos —repetí.

Él se encogió de hombros.

—¿Y qué? No podríais hacer nada.

—Sí, seguramente tienes razón. Aunque nos enteráramos, no duraríamos mucho —me incliné hacia él para susurrarle al oído—. Pero algunos de nosotros resistiríamos por lo menos un tiempo, gusano. El tiempo suficiente para asegurarnos de que tus padres… Bueno, ya te lo puedes imaginar.

David retrocedió un paso y me lanzó un puñetazo. Yo esquivé el golpe, le inmovilicé la cabeza con una mano y le puse el tenedor en la oreja.

Luché contra un desagradable impulso de retorcer el tenedor, de hacerle gritar de dolor.

—¿Quieres una guerra con nosotros? Muy bien, la tendrás. Pero si nos delatas a Visser Tres, tu familia no volverá a reunirse nunca más. ¡Nunca!

Esta vez fui yo la que se dio media vuelta y se marchó.

Estaba temblando. Los músculos del cuello me daban tirones. Tenía un dolor de cabeza espantoso y oía un pitido en el oído.

Estaba agotada, sí. Pero era algo más que eso. Estaba a tope de adrenalina, llena de poder y violencia.

¿Qué había hecho? En todo el tiempo que llevábamos combatiendo contra los yeerks nunca había pronunciado una amenaza como aquélla. ¿Qué me pasaba?

Me sentía… Bueno, no es que estuviera avergonzada, pero desde luego no hubiera querido por nada del mundo contarle a Cassie lo que acababa de decirle a David. Ni a Cassie, ni a Tobías, ni siquiera a Marco.

En cuanto a Jake, de pronto sentía hacia él un odio tremendo. No sé cómo explicarlo, pero os aseguro que en aquel momento odiaba mucho más a Jake que a David.

Debería haber vuelto a la cafetería. Debería haberles contado a todos lo que había pasado. Pero Jake ya lo sabía, ¿no es verdad? Jake, el líder inteligente y decidido, lo sabía todo sobre mí.

Y yo no podía enfrentarme a él. No podía enfrentarme a lo que él sabía sobre mí.