El sol estaba a punto de salir cuando por fin llegamos a casa de Marco. Para mí todo seguía siendo tan brillante como al mediodía, claro, pero de todas formas podía notar el cambio. El cielo negro comenzaba a tornarse gris hacia el este.
Me sentía hirviendo por dentro, como si la presión creciera en mi interior, como si estuviera a punto de explotar.
No dejaba de dar vueltas a un montón de cosas. Tobías estaba muerto. Jake, tal vez, también. David era un traidor con todos los poderes de un animorph.
Y al mismo tiempo, nos enfrentábamos a la misión más importante de nuestra vida. Los jefes de estado seguían reunidos.
Los controladores, con el mismísimo Visser Tres a la cabeza, seguían conspirando para esclavizar a los hombres más poderosos el planeta.
Era demasiado. Demasiado. No podía pensar en todo a la vez.
«Cada cosa a su tiempo, Rachel», me dije. David era lo primero. Todo lo demás venía después.
Había que detener a David, antes de que él pudiera detenernos a nosotros.
Pero aún así, me preocupaba que Jake hubiera enviado a Ax a buscarme. A buscarme a mí, en concreto. En cuanto supo que tal vez necesitáramos tomar medidas extremas, dijo: «Ve a por Rachel».
¿Qué significaba eso? ¿Era eso lo que Jake pensaba de mí? ¿Acaso me consideraba una loca violenta, capaz de hacer cualquier cosa?
No, claro que no. Jake simplemente sabía que soy una buena luchadora. Eso es todo. No significaba nada más.
«Además, ¿acaso no es verdad? —replicaba otra parte de mi mente—. ¿No es verdad? ¿No soy la persona más adecuada si hay que matar a un animorph?».
La casa de Marco. La ventana de Marco. Estaba abierta.
¿Abierta? ¿Habría dejado Marco la ventana abierta? Sí, si había salido volando. Tal vez eso era. Tal vez Marco ya se había marchado y no estaba en casa. Tal vez había presentido que lo necesitábamos.
Pero al acercarme un poco más a la ventana, vi que Marco estaba en la cama.
<Esto me huele mal>, dije a Ax.
<¿Tienes un buen sentido del olfato con ese cuerpo?>
<No, hablaba en sentido figurado. Visser Tres nos tendió una trampa. David nos tendió otra. Estoy un poco harta de caer en trampas.>
<Estoy de acuerdo.>
<¡Marco! —le llamé—. ¡Marco! ¡Despierta! ¡Venga, despierta!>
Quería verle incorporarse en la cama. Quería asegurarme de que estaba solo en la habitación.
Estaba durmiendo boca abajo. De pronto se dio la vuelta y dio una patada a las sábanas.
<¡Despierta!>, chillé.
Marco se incorporó de un brinco, mirando a su alrededor. Se rascó la cara, volvió a mirar…
<Marco, soy yo, Rachel. Estoy aquí fuera. ¿Estás solo?>
Marco no sonrió. Simplemente asintió con la cabeza. Sí, estaba solo.
<Muy bien. Vamos>, dije.
Ax iba delante de mí. Bajó hacia la ventana. Marco nos miraba, casi sonriendo. Tenía las manos a la espalda.
¡SWOOOOOSH! Ax atravesó la ventana y…
Marco sacó las manos de la espalda y blandió un bate de béisbol.
¡PAF! El bate golpeó a Ax justo en la cara. Un trozo de pico salió disparado, como metralla de una bomba.
Ax cayó fuera, sobre la hierba. Marco se reía en silencio.
Claro, que no era Marco. Era David, que se había transformado en Marco.
Ax yacía en el suelo, inmóvil. Marco/David alzó un dedo, luego otro, y otro más. Uno, dos, tres.
Estaba contando a cuántos de nosotros había eliminado.
Uno, dos, tres: Tobías, Jake, Ax.
Pero… ¡Debían ser cuatro! ¿Y Marco?
¡Claro! Marco seguía vivo porque Marco había estado en su forma humana. El mismo David lo había dicho; nunca quitaría la vida a un ser humano. Sólo mataría animales: un halcón, un tigre, un aguilucho. No a una persona.
Marco/David comenzó a cambiar. Sus ojos y su nariz se transformaron. Ahora era simplemente David. Pero seguía transformándose cuando retrocedió y desapareció de mi vista.
Tenía que pensar. David nos estaba aniquilando uno a uno. ¿Cuál sería su siguiente movimiento? ¿Cuál sería su siguiente transformación? Jake lo sabría. El líder era Jake, no yo.
Tenía que llegar hasta Ax. ¡No! Eso era lo que David quería.
No, tenía que llegar hasta Marco, el auténtico Marco, que seguramente estaría inconsciente dentro de la casa.
No, no, aquello tampoco era buena idea.
Y en ese momento, un águila real salió volando por la ventana. Otra de las formas de David.
Sería un mano a mano. Él y yo. Águila real contra búho. Él era más rápido, más fuerte, pero todavía era de noche y el aire era frío. No había corrientes que nos elevaran, como sucedería más tarde, cuando el sol saliera y calentara la tierra.
David era más rápido y más fuerte, pero la noche me pertenecía.
Me volví y salí volando.
Él me siguió. Ax yacía inmóvil en la hierba húmeda. Pero respiraba. Y vi con infinito alivio que ya no era del todo un aguilucho.
<Sígueme, David —dije—. Vamos a ver quién gana esta pelea aérea.>
<Unas palabras muy valientes —se burló él—. Pero eres mía. Acabaré contigo como acabé con el chico pájaro.>
Entonces fue cuando se evaporó la presión que sentía en mi interior. Me quedé fría de nuevo. Fría como un lago helado. Sabía lo que tenía que hacer. Y quería hacerlo.
No debía enfadarme con Jake por pensar en mí, me di cuenta. Por eso era Jake un buen líder, porque nos conocía a todos. Me conocía.
<Por ti, Tobías>, susurré. Y guié a David hacia su perdición.