Ax volvió corriendo justo cuando yo trepaba hasta alcanzar suelo firme. Me temblaba todo el cuerpo.
<Te he oído gritar>, dijo.
—David estaba aquí. Nos ha engañado. Tenemos que ayudar a Jake…
Se oían muchas voces. La policía había entrado en el edificio. Yo lancé una palabrota entre dientes.
—¡Hay que impedir que se acerquen! —exclamé.
<No. Jake está inconsciente. No podemos moverlo, es demasiado pesado. La policía buscará ayuda médica.>
Respiré hondo. Era verdad.
—Llamarán a la madre de Cassie. Es la veterinaria de animales exóticos más cercana. Pero, ¿y si hay controladores entre la policía? Tenemos que quedarnos con Jake.
<Muy bien. Y esperemos que reviva dentro de la próxima hora y media —añadió Ax—. Si no quedará atrapado en esa forma.>
Varias luces barrían el suelo. La policía se apartó de nosotros, en dirección al JCPenney y desapareció de la vista.
—¡Hay que darse prisa! No tardarán en volver.
Bajamos disparados por las escaleras mecánicas. Cuando nos acercamos a Jake vi que tenía una vena abierta en el cuello, que todavía sangraba. Pero por lo menos estaba vivo. Vivo. No como Tobías.
<¿En que nos transformamos?>
—Pulgas sería lo mejor, pero son casi ciegas y casi sordas, y yo quiero saber qué pasa. Seremos moscas.
Estábamos a medio transformar en moscas cuando llegaron más policías. Caminaban con muchísimo cuidado por el pasillo principal, hacia nosotros, alumbrando con sus linternas, buscando… La verdad es que no sabían lo que buscaban.
Pero se iban a llevar una buena sorpresa. Eso seguro.
Yo me transformaba a toda prisa. Veía a Jake como una gigantesca masa naranja y negra, que cada vez se alzaba más y más, como una pared inclinada y peluda.
Noté que las alas me salían de los omóplatos, y otro par de patas me brotó del pecho. Sentí que la cara se me derretía. No dolía, pero a pesar de todo era espantoso sentir cómo la nariz y la boca se me juntaban y luego comenzaban a formar la horrorosa trompetilla de una mosca.
Pero nada de eso me importaba. Tobías estaba muerto. Jake podía morir. Y yo tendría que ir a por David. Tendría que atraparlo.
Atraparlo y acabar con él.
No, nada de acabar con él. Aquélla era una expresión vaga, sin sentido. Tendría que matarlo.
Sentía náuseas. Tal vez era la transformación, puesto que mis órganos internos debían de estar convirtiéndose en los primitivos órganos de una mosca.
O tal vez las náuseas eran producto de la rabia y el odio.
<Ax, dime una cosa. Cuando Jake te envió a por ayuda, ¿por qué fuiste a por mí, y no a por Marco o Cassie?>
<El príncipe Jake fue muy específico. Me mandó a por ti.>
<¿Te dijo por qué?
Ax vaciló un momento.
<Jake me dijo que Tobías seguramente estaba muerto. Yo dije que era terrible y él contestó: «Sí. Si David ha matado a Tobías, quizá nosotros también tengamos que hacer algo terrible. Ve a por Rachel».>
No sé qué sentí entonces. No soy de esas personas obsesionadas con sus sentimientos. Ya me entendéis. Algunas personas no pueden evitar estar «mirando hacia dentro» constantemente. Yo no soy así.
Lo que está claro es que sentí algo muy raro. Jake me había llamado a mí. Porque quería a alguien que hiciera justamente lo que yo planeaba hacer.
Como ya he dicho, no se me da muy bien analizar mis sentimientos, pero en todo aquello había algo que no me gustaba nada.
De todas formas, sabía que Jake había escogido a la persona adecuada. Porque yo le tenía mucho cariño a Tobías. De hecho, creo que hasta ese momento ni yo misma me había dado cuenta de cuánto le quería.
Si David le había matado, me vengaría. Se lo haría pagar muy caro al asesino de Tobías.