Tobías aterrizó junto a mí en el camión.
—Síguele —ordené—. Pero que no te vea. Ax y yo iremos detrás.
Tobías abrió las alas y echó a volar.
<No será fácil, Jake —dijo—. En la oscuridad sus ojos son tan buenos como los míos. Los dos avanzaremos bastante despacio.>
—Haz lo que puedas —contesté. Yo ya me estaba transformando en halcón peregrino.
David tenía bastante ventaja sobre Tobías, y más todavía sobre Ax y yo. Ax también se estaba transformando en ave.
A ninguno de nosotros se nos daba especialmente bien volar de noche, pero las águilas reales son rápidas. Más que los ratoneros.
Me reuní con Ax en el aire sobre el granero de Cassie. Por un momento pensé en llamar a Cassie, a pesar del riesgo de que sus padres se dieran cuenta de que se marchaba. Pero no había tiempo. Y tres de nosotros seríamos suficientes para encargarnos de David.
Ax y yo volamos deprisa. Llamábamos constantemente a Tobías, pero estaba fuera de nuestro alcance. No lo veíamos, ni a él ni a David.
¿Se dirigirían hacia la casa de David? ¿Pensaba David entregarse a los yeerks? ¿Podía ser tan estúpido?
Una vez más me enfrenté al hecho de que no conocía a David. Seguía siendo un factor impredecible. ¿De qué sería capaz?
No se le veía por ninguna parte. No había forma de saber si Tobías lo había localizado.
<Ax, vamos hacia la casa de David>, dije.
<Sí. Buena idea —convino él—. Cuando…> Ax se interrumpió.
<¿Qué?>
<Si David se une a los yeerks, ¿qué vamos a hacer con él?>
<No lo sé.>
Volamos sobre casas oscuras, sobre calles desiertas, sobre oficinas vacías. Cada pocos minutos llamaba a Tobías, siempre sin obtener respuesta. Hasta que se me ocurrió otra posibilidad. Tal vez no era que Tobías estuviera fuera de nuestro alcance. ¡Quizá Tobías no podía contestar!
<Ax, a ver si ves a Tobías.>
<Ya lo he buscado. No se le ve por ninguna parte.>
<Quizá no está en el aire. A ver si lo ves en el suelo.>
<¿Crees que David le habrá atacado?>
<Ax, ya no sé qué pensar. Sólo espero que todo esto sea un malentendido. ¿Cómo vamos a luchar contra un traidor? ¿Cómo vamos a luchar contra un animorph?>
<Estamos cerca de la casa de David>, señaló Ax.
<Visser Tres dijo que cuidarían de David si iba a su casa. Lo cual significa que la estarán vigilando por si aparecemos.>
Ya habíamos llegado a la casa. Todavía se veían señales de la épica batalla que habíamos sostenido allí. La ventana de la habitación de David era un agujero del que aún pendían cristales rotos y maderas astilladas.
Al otro lado de la casa había un furgón marrón aparcado.
<¿Cuántos hork-bajir estarán apiñados ahí dentro?>, pregunté.
<No veo a David. Ni a Tobías.>
<Yo tampoco. Pero David podría estar en la casa. Voy a entrar a ver.>
<Príncipe Jake, esto es una trampa.>
<Sí, ya lo sé. Los yeerks están esperando a David. Pero si David está en la casa, es posible que no le hayan visto llegar. Tal vez David está dentro y los yeerks no se han enterado. O tal vez David esté dudando. Puede que necesite tiempo para pensar en todo esto.>
<Eso es un número inaceptable de «tal vez».>
<Sí, desde luego. Oye, Ax, te necesito en tu forma más peligrosa. Es decir, tu cuerpo andalita. Aterriza dos casas más allá y transfórmate. Tendrás que estar listo para saltar unas cuantas vallas.>
<¡Debería quedarme contigo!>
<No. Voy a ir solo. Si hay alguna posibilidad de hacer cambiar a David, ésta es la única manera.>
Me habría gustado fingir que era una especie de héroe temerario. Pero no habría sido real.
Tal vez haya personas que no tienen miedo cuando se enfrentan a la muerte. Pero creo que se las llama lunáticas, no héroes.
Tenía miedo. Sabía lo que había en el furgón, pero no lo que había en aquella casa destrozada y abandonada.
Lo que sí sabía es que no tenía tiempo para transformarme en otra cosa, ni para preparar algún plan inteligente. Lo único que podía hacer era volar.