30

Ahora lo entendía todo. DeGroot dijo que había heredado aquel documento de su padre, que también era abogado. El joven DeGroot era un controlador. Casi debió de darle un ataque al corazón al leer los viejos archivos de su padre y dar con el nombre de Elfangor-Sirinial-Shamtul.

No había un solo yeerk vivo que no conociera ese nombre.

Visser Tres se preguntó entonces qué habría pasado con el hijo de su archienemigo. Tal vez el hijo de Elfangor conocía la verdad, tal vez estaba relacionado con los «bandidos andalitas» que tanto le incordiaban.

Al investigar un poco averiguó que yo había desaparecido del colegio y de la custodia de mis tíos. Aquello debió de llamarle la atención.

De modo que ideó una trampa. Inventó una prima, me ofreció lo que era evidente que yo no tenía: un hogar. Pensó que así bajaría mis defensas. Luego me leyó el documento.

Pero las cosas se complicaron. Visser Tres tuvo que enfrentarse a una crisis: el joven hork-bajir llamado Bek. De modo que necesitaba dos trampas, una para mí y otra para el joven Bek.

Por si acaso yo estaba conectado con los «bandidos andalitas», interpretó su papel a la perfección. En su primera visita al safari para ver a Bek, fingió una humanidad que no tenía. Más tarde se las apañó para que pareciera que había salvado la vida a una niña. ¿Qué mejor prueba de que era de verdad humano?

Y habría dado resultado… De no ser porque Visser Tres fue llamado de pronto a la instalación en la que acababan de «capturar» a un grupo de hork-bajir libres.

En aquel entonces estaba transformado en Aria. Tenía que llegar rápidamente al arsenal. Un helicóptero era el transporte más adecuado, pero para eso tenía que viajar con forma humana.

Yo lo vi, y eso me salvó la vida y dio al traste con sus planes.

Después de la entrevista con el abogado, volé a mi pradera, con la mente y el corazón a punto de explotar.

Elfangor, mi padre.

Yo sabía perfectamente quién había borrado el rastro de Elfangor en la Tierra, quién le había permitido dejarme aquella carta.

Sólo el Ellimista podía haberlo hecho.

Aterricé en la rama favorita de mi árbol favorito. Mi padre me había dejado. Mi madre ni siquiera lo recordaba. Él nunca había existido para ella. Y yo tampoco habría sabido nada de no ser por el documento.

Quizá debería estar furioso con él, pero no era eso lo que sentía.

Elfangor había huido de su deber cuando vino a la Tierra. No había tenido más opción que volver a ese deber. No tenía más remedio, si quería interpretar su papel y ser el gran príncipe que era.

Yo había perdido un padre. Gracias a eso Elfangor estuvo donde tenía que estar, en el momento preciso, para cambiar las vidas de cinco chicos normales. Y tal vez…, tal vez salvar a la raza humana.

Me pregunté por qué el Ellimista habría permitido que mi padre dejara aquel documento. Pero no tardé en encontrar la respuesta:

Yo también tenía un deber. ¿Y quién es la persona encargada de recordarnos que a pesar de nuestros deseos personales, lo más importante es hacer lo necesario y lo correcto?

<Mensaje recibido, padre. Mensaje recibido.>