23

Esa noche no dormí mucho. La conversación con Rachel no me había dejado muy tranquilo que digamos.

Por la mañana, al cabo de un par de horas, iríamos todos a ver a los hork-bajir para preguntarles dónde estaban aquellas instalaciones secretas de los yeerks. Les diríamos que los yeerks tenían allí a Bek. Tal vez incluso fuera verdad.

Habría una batalla.

Tal vez sobreviviéramos. Tal vez no.

Y luego yo tendría que librar una batalla muy distinta. Una batalla conmigo mismo.

¿Halcón o humano? ¿Qué era yo?

Estaba posado en mi árbol, mirando la pradera. El hambre era terrible, tanto que me sentía débil. Si no comía no tendría fuerzas para volar hasta el valle de los hork-bajir. No sobreviviría en la batalla.

¿Pero era eso tan importante? ¿No había hecho ya suficiente? ¿No había pagado un precio bastante alto?

Podría transformarme en humano. Ser un humano para siempre. Comer como un humano, sin luchar por mi territorio, sin luchar con los yeerks.

Y podría tener a Rachel.

Era una decisión, muy fácil. Hasta un idiota sabría la respuesta. ¡Sé humano! ¡Sé humano!

En ese momento capté un movimiento en la hierba bajo la tenue luz del amanecer. El conejo salía para comer. Pero ahora se comportaba con mucha cautela. Ya había perdido una cría.

Entonces vi al otro halcón. Estaba esperando, vigilándome. Y supe que había llegado el día. El halcón notaba mi debilidad, sabía que podía vencerme.

Yo estaba temblando. Sentía una combinación de hambre, miedo y otras muchas innumerables emociones.

Veía claramente a los conejos. Eran mis presas. Debería lanzarme sobre ellos, pero sabía la terrible visión que me aguardaba. Sabía que al descender sobre mis presas yo me convertiría en ellas.

Era el humano que había en mí. ¡Tenía que luchar contra ello! Si quería ser un halcón tenía que destruir la parte de mí que sentía, que lloraba por las criaturas que mataba. Ningún depredador puede sentir compasión por sus presas. No debía permitirme sentir el terror que yo mismo infligía, sentir el dolor que yo mismo provocaba.

<Ya está bien —le dije al otro halcón—. Esto es una tontería. ¡No voy a luchar contra ti! No voy a matar a esas criaturas indefensas. Estoy harto. ¡Soy un ser humano!>

Bajé volando al suelo y comencé a transformarme. ¡Me iba a convertir en persona!

«No, todavía no —me dije—. Los otros todavía cuentan conmigo. Los hork-bajir cuentan conmigo. Más tarde. Después de la batalla. Entonces me transformaré en humano y me iré con Aria».

Batí las alas y me elevé. Necesitaba comida y acababa de ver un gato atropellado. Sería la última vez. Luego podría olvidarme de todo.

Sería la última vez que comía carne muerta en la carretera. La última humillación. La última batalla. Luego todo habría terminado para siempre.

Al fin y al cabo era mi cumpleaños. Un buen día para nacer de nuevo.

Bajé junto al gato y comí todo lo que pude.