Esa noche volé a la habitación de Rachel. No podía dormir. Además, estaba muerto de hambre. Pero cazar era lo último que se me pasaba por la cabeza.
Rachel se había acostado temprano, pero tenía la ventana abierta. Entré por ella y me posé sobre la mesa. Cuando me di cuenta de que Rachel estaba dormida me dispuse a marcharme.
—No, espera. No te vayas —Rachel se incorporó en la cama, frotándose los ojos. No encendió la luz, lo cual fue un alivio para mí, no sé por qué—. No has venido a la reunión.
<Ya. Lo siento. ¿Qué habéis decidido hacer con el asunto de Bek?>
Rachel se arregló el pelo.
—A Jake se le ha ocurrido que los yeerks probablemente intentarán utilizarlo como cebo para atrapar a los demás hork-bajir libres.
<¿Sí?>
—¿Te acuerdas de las instalaciones yeerk de las que te hablaron los hork-bajir, aunque no quisieron revelarte dónde estaban? Jake imagina que llevarán allí a Bek.
<O por lo menos eso quiere creer Jake —repliqué resentido—. Jara, Ket y Toby me confiaron esa información en secreto. Tal vez Jake sólo está buscando una excusa para obligar a los hork-bajir a revelar el paradero de ese lugar.>
Rachel me miró como si fuera a discutir, pero de pronto se echó a reír.
—Puede ser. Jake se está volviendo cada vez más sutil. Pero no importa. El caso es que no tenemos ninguna otra pista. O bien Bek está en las instalaciones, o está en la piscina yeerk o está muerto. En cualquier caso, mañana vamos a ir a plena luz del día. En el colegio han suspendido las clases porque hay una conferencia de profesores.
Yo di un respingo.
<Les prometí a Jara y Ket que rescataría al pequeño hork-bajir.>
—Y casi lo conseguimos. No es culpa tuya que los yeerks lo atraparan.
Yo no dije nada. Había sido culpa mía, pero no tenía sentido ponerme a discutir con Rachel.
<Ax y yo hemos estado siguiendo hoy a Aria.>
—Sí, Ax nos dijo algo.
<Yo… creo que Aria dice la verdad. Aunque no es que importe mucho. Quiero decir que…>
Rachel salió de la cama y se sentó a la mesa cerca de mí.
—Pues claro que importa, Tobías. Es tu familia. Y quiere hacerse cargo de ti.
Yo fingí una carcajada.
<Sí, sería genial: «Hola, prima Aria. Soy yo, Tobías. No, aquí, soy un pájaro. Sí, tu primo es un ratonero. ¡Sorpresa!»>
—No tiene porque ser así.
Yo me hice el despistado.
<¿Qué?>
—Tobías, tú tienes el poder de volver a ser humano. Humano del todo.
<Ya.>
—Puedes acercarte a Aria como humano. Puedes volver a ser Tobías. Puedes tener una familia, alguien que cuide de ti.
<Yo no necesito que nadie cuide de mí.>
Rachel se incorporó de un brinco.
—¡Tobías! ¡No te hagas el tonto! Tú sabes lo que quiero decir. ¿Crees que no sé que estás pasando hambre? Se te nota con sólo verte. Últimamente tienes problemas. El otro día te vi… Mira, es igual.
Yo tenía el corazón en la garganta.
<¡¿Qué?! —casi grite—. ¿Me viste qué? ¿Me viste comiendo… carroña? ¿Y qué? ¿Acaso los humanos no hacéis lo mismo? ¡Vosotros vais al supermercado y compráis carne de ternera, de cerdo o de pollos que llevan muertos varias semanas!>
—¡No seas idiota! Me da igual que comas carroña. A mí me importas tú. Y si te veo haciendo eso, sé que tienes problemas. Pero tú te encierras en tu pequeño mundo de halcón y no dejas que nadie te ayude. Prefieres morirte de hambre. Ni siquiera puedes admitir que tu vida es un asco, porque entonces te sientes débil.
<Soy un halcón —salté—. Un ave de presa. Cuando somos débiles, nos morimos. Es la ley para nosotros. Yo ya no soy un ser humano. Un halcón no recibe ayuda de nadie. Un halcón vive gracias a sus ojos, sus alas y sus garras.>
—¿Qué tú eres un halcón? —se burló Rachel—. Tú hablas, Tobías. Lees, tienes emociones. Ésos son rasgos humanos, no cosas de halcones.
<¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! ¿Te crees que no lo sé? Por eso paso hambre. Porque no soy un halcón auténtico. Por eso dejé que Bek se me escapara, porque mi parte humana dio más importancia a mi dolor y a mi miedo que a mi tarea.>
—Eso es una tontería —me contestó Rachel enfadada—. No tiene ningún sentido. ¿Sabes una cosa? Tienes que tomar una decisión. Puedes ser un halcón, pero nunca, jamás de los jamases llegarás a ser un halcón puro, un halcón de verdad. Si quieres seguir siendo halcón, siempre estarás como estás ahora: confuso, desconcertado, desgarrado por dentro. Nunca sabrás lo que eres de verdad. Pero por otro lado… puedes volver a ser humano. Humano del todo. Puedes vivir con Aria, comer en una mesa y dormir en una cama.
<Y no volar nunca más —repliqué—. No volver a volar. No volvería a transformarme. Ya sé que todos vosotros me trataríais bien, pero os perdería. Dejaría de ser un animorph.>
—A mí no me perderías.
Durante un largo rato nos quedamos en silencio, hasta que por fin Rachel susurró:
—¿Qué tengo que hacer yo, Tobías? Soy una chica. Tú eres un ave. Esto va mucho más alla de Romeo y Julieta, Capuletos y Montescos. Esto no es un romance entre Kate Winslet y Leonardo DiCaprio. No es que tú seas negro y yo blanca, como pasa con Cassie y Jake. Sólo los cretinos dan importancia a esas cosas. Pero es que nosotros… No nos podemos ni dar la mano, Tobías. No podemos bailar. No podemos ir juntos al cine.
<Yo… dios mío, Rachel, ¿te crees que no he pensado en todo eso? ¿Te crees que no me gustaría tener todo eso? Pero no puedo estar cambiando constantemente. No puedo estar convirtiéndome todo el rato en algo diferente.>
—Sólo un cambio más, Tobías. Vuelve a ser humano. Quedarás libre de esta estúpida guerra, libre de los peligros de la vida de halcón. Yo no tendría que volver a preocuparme por ti.
No pude soportarlo más. Era demasiado. Si no me marchaba, iba a explotar. No podía estar tan cerca de ella…
Me di la vuelta para salir volando.
—A propósito, Tobías, tu cumpleaños es mañana. Marco ha estado mirando las fichas del colegio. Mañana tienes que ver al abogado y a Aria. Pase lo que pase, sea cual sea tu decisión, ven a verme después, ¿de acuerdo? A lo mejor podemos celebrarlo con un pastel, y con velas.
Abrí las alas y eché a volar.