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—Tú dime una cosa —exclamó Marco, furioso—. ¿Cuándo vamos a tener unas vacaciones? ¡Si hasta Ben-Hur cuando remaba en la galera mientras le daban de latigazos tenía más tiempo libre que nosotros!

Estábamos en el granero de Cassie, al día siguiente. Todos habían vuelto del colegio. Yo estaba en las vigas, como siempre. Desde allí podía ver la casa de Cassie y el camino, y escuchar los ruidos de fuera. Desde allí podía saber si alguien nos vigilaba.

—Nuestras vidas son como juegos de Nintendo —prosiguió Marco, encantado con el sonido de su propia rabia—. Siempre recorriendo algún callejón oscuro con las armas listas, siempre enfrentándonos a un interminable ejército de enemigos. Por muchos que nos quitemos de encima, siguen llegando más. ¿Cuándo vamos a pulsar el botón de «pausa»? ¿Cuándo termina el juego? ¿Cuándo podremos apagar la pantalla y descansar un rato?

—¿Cuándo vamos a conseguir que te calles? —le interrumpió Rachel—. ¿Cuándo vamos a poder desconectarte a ti? ¡Por Dios, Marco! Hablas como si tuvieras algo mejor que hacer. Antes de convertirnos en animorphs lo único que hacías todo el santo día era pensar a qué chica ibas a incordiar a continuación.

Marco sonrió.

—Y ahora siempre sé a qué chica incordiar —dijo, rodeando a Rachel con el brazo y apoyando la cabeza en su hombro.

Ella se echó a reír y lo apartó de un empujón.

Fue un gesto sin importancia, pero yo sentí una oleada de celos. Los humanos pueden compartir ciertas intimidades que para mí son imposibles. Yo no puedo darle la mano a nadie, ni apoyar la cabeza en ningún hombro.

Tal como esperaba, Cassie me había interrogado a fondo, escuchando atentamente todo lo que conté sobre mi entrevista con DeGroot. Marco había insistido en que aquello era una trampa. Pero luego les di la nueva noticia: un niño hork-bajir había desaparecido. Entonces fue cuando Marco se puso hecho una fiera.

—Muy bien —dijo Jake—. Están pasando muchas cosas a la vez, y no podemos descuidar ninguna de ellas. Tenemos que descubrir si DeGroot decía la verdad o es un controlador. Lo mismo hay que averiguar de la supuesta prima Aria. Por otra parte hay que encontrar al hork-bajir perdido. Lleva desaparecido veinticuatro horas, más la noche de ayer, más esta mañana, es decir unas cuarenta y ocho horas.

—No quiero ni pensar lo que le puede estar pasando —suspiró Cassie.

Jake asintió, pero Marco protestó:

—No, un momento. Deberías pensar lo que le está pasando. ¿Cuáles son las posibilidades?

<Supongo que cualquier humano reconocería que el niño hork-bajir es un alienígena>, terció Ax.

—No, no necesariamente —dijo Cassie.

—La mayoría de la gente no cree que los alienígenas existan —comentó Rachel.

Ax asintió. Era un gesto que había copiado de los humanos.

<Entonces, ¿qué pensaría un humano que es esa criatura?>

—Un niño deforme —supuso Cassie—. Con defectos de nacimiento, o con alguna enfermedad grave.

<Cualquier persona medio decente pensaría en llevarlo al hospital>, afirmé yo.

—O en llamar a una ambulancia —añadió Cassie.

<Una persona menos decente podría decidir pegarle un tiro —proseguí—. O meterlo en una jaula y cobrar entrada para ir a verlo.>

—Ya —dijo Jake—. Marco, busca en Internet por si encuentras algo en las noticias. Tú ayúdale, Ax. Cassie y yo volveremos al valle y nos transformaremos en lobos, a ver si podemos captar el rastro de Bek. Rachel, Tobías y tú encargaos de averiguar si DeGroot y Aria son controladores. Seguidlos, vigiladlos. ¿Cuándo es tu cumpleaños Tobías?

<Pues…¿dentro de unos tres días?>, pregunté.

—Hoy es veintitrés.

<Yo creo que mi cumpleaños es el veinticinco. O igual el veintiséis…>

Marco se echó a reír, pero luego se dio cuenta de que yo no bromeaba.

<La verdad es que no me acuerdo exactamente. No lo sé con seguridad, pero creo que es dentro de unos tres días.>