La otra vez que me sentí deprimido y fui al valle de los hork-bajir, ellos me hicieron sentir mejor. Al fin y al cabo, los hork-bajir creen que soy su liberador. Me consideran una especie de George Washington o algo así. Y en esas circunstancias es difícil no sentirse bien.
Pero era evidente que esta visita sería distinta.
<¿Habéis buscado en todo el valle?>, pregunté.
—Sí. Buscado —me contestó Jara—. Mirado mucho, muchísimo.
—Gritado: «¡Bek, Bek!» —añadió otro hork-bajir.
—¡Bek, Bek! —confirmó Ket.
—Bek no está en el valle —aseguró Toby—. Yo… Encontramos unas huellas que salían del valle, del tamaño de un hork-bajir de su edad.
En ese momento dije varias palabras que no puedo repetir. Jara Hamee preguntó qué significaban.
<Nada, nada>, contesté.
Era increíble. ¡Un niño hork-bajir desaparecido! Vagando solo por los bosques. O peor aún: acompañado.
<¿Cuánto tiempo hace que desapareció?>
—Desde ayer a esta hora —contestó Toby.
<¡Madre mía! Tengo que ponerme en contacto con los demás. Comenzaremos a buscarlo. Pero no creo que tengamos muchas posibilidades —de pronto se me ocurrió algo—. ¿Creéis que Bek podría guiar a alguien hasta aquí? ¿Sería capaz de encontrar el camino de vuelta? El Ellimista ha arrojado una especie de hechizo sobre este lugar.>
—No —respondió Toby con recelo—. Bek no sabría volver. Pero nosotros podemos encontrar el camino de vuelta.
Yo me la quedé mirando.
<¿Qué quieres decir? ¿Habéis salido del valle?>
—Sí. ¿Cómo si no íbamos a encontrar a nuestros hermanos y hermanas? —dijo Toby, señalando al grupo con el brazo—. ¿Cómo habrían podido liberarse estos hork-bajir?
<Yo… No sé, creía que era cosa del Ellimista.>
Toby me dedicó la terrible sonrisa de los hork-bajir.
—Fuimos nosotros. Salimos por las noches y asaltamos los lugares donde sabemos que hay hork-bajir.
<¿La piscina yeerk?>, pregunté incrédulo.
Toby bajó la vista.
—Tobías, tenemos una gran deuda contigo.
—La libertad —dijo solemne Ket Halpak—. Hork-bajir libres. Tobías hace libres.
<¿Pero?>, pregunté sarcástico.
—Pero… pero el lugar donde liberamos a los hork-bajir es una instalación yeerk secreta que están construyendo. No en tu ciudad, sino en la ciudad humana más allá del extremo de este valle.
»Tobías… es muy importante que sigamos liberando a nuestros hermanos. Somos muy pocos, y debemos ser muchos. Para combatir a los yeerks. Además… —Toby no terminó la frase.
<¡Increíble! —exclamé—. Vosotros los «videntes» sois realmente otra raza, ¿verdad? Os estáis preparando para el día que los yeerks se marchen, ¿no? Necesitáis ser bastantes para que los humanos no os metan a todos en un zoológico.>
Toby parecía muy orgullosa.
—Los hork-bajir confiaban en que los andalitas nos salvarían de los yeerks. Los andalitas fracasaron. Ellos se cuidaron de su propia especie. Nosotros debemos hacer lo mismo. Estamos muy agradecidos a los humanos llamados animorphs. Pero ¿tú crees que deberíamos confiar en todos los humanos?
La verdad es que tenía razón. Si derrotábamos a los yeerks y aquellos hork-bajir se quedaban en la Tierra, ¿qué les pasaría? Los humanos no tienen precisamente muy buena reputación por su tolerancia hacia diferentes razas. Al fin y al cabo, antes de que aquel valle perteneciera a los hork-bajir, probablemente había estado habitado por los nativos americanos.
<O sea, que a ti te preocupa que sepamos dónde está esa instalación secreta de los yeerks, porque mis amigos y yo podríamos atacarla, ¿no es eso?>
—Sí
<¿Tú crees que Bek podría estar allí?>
—No lo sabemos. Puede haber seguido los rastros de olor dejados por nuestros grupos de ataque —contestó Toby, algo dudosa—. Es posible. Pero Bek no salió por ese extremo del valle.
<Ah, bien. Perfecto. ¿Sabes una cosa? Yo había venido al valle buscando un poco de paz.>
Toby sonrió.
—Si me prometes no destruir la instalación, te enseñaré cómo llegar a ella.
Yo suspiré.
<Tengo que hablar con Jake y los demás. Jake querrá atacar, seguramente.>
Toby fue a decir algo, pero yo la interrumpí.
<Pero tienes mi palabra de que no haremos nada sin tu aprobación. Yo hablaré con Jake. Mientras tanto, buscaremos a Bek en otra parte. Tenéis que estar preparados por si yo vuelvo, porque eso significará que os necesito.>
Entonces Jara se adelantó. Toby era el cerebro, pero Jara y Ket eran el corazón de aquella pequeña comunidad. Jara extendió su peligrosa garra y yo me posé en ella. Entonces me alzó ante su cara de duende y me dijo:
—Tobías pide a los hork-bajir, los hork-bajir dan. Siempre. Lo que sea. Incluso la vida. Jara Hamee nunca olvida.
Toby asintió.
En fin, ¿qué queríais que hiciera? A la gente así hay que salvarla como sea.