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Debería haberme reunido con los demás, porque ése era el plan. Pero en cuanto estuve de nuevo en el aire, ya no tuve ganas. No quería ponerme a explicárselo todo. Supongo que tampoco tenía ganas de enfrentarme a la actitud esperanzada de Cassie, la preocupación de Rachel y el escepticismo de Marco.

No quería que lo analizaran todo, que lo diseccionaran todo en pedazos. Ya sabía cómo sería repetir todo, palabra por palabra, gesto por gesto, expresión por expresión. Cassie tiene una capacidad increíble para comprender a la gente y sus motivaciones. Cassie querría comprender todo lo posible sobre DeGroot.

Marco sería diferente. Él apenas escucharía y luego se pondría a recitar todos los posibles problemas e inconsistencias.

Rachel caminaría inquieta de un lado a otro, enfadada, buscando alguna forma de protegerme, queriendo entrar en acción.

Jake escucharía con atención y juzgaría el problema.

Yo no quería que mis amigos pensaran por mí. No quería que ellos decidieran mis sentimientos. Quería hacerlo yo solo.

Aquél era mi problema, mi esperanza, mi decisión.

Estuve volando un buen rato, en círculos cada vez más altos, dejando que las corrientes térmicas me elevaran sin esfuerzo entre las nubes.

Más abajo había un halcón. Yo sabía que era Jake. Y un aguilucho, que sería Ax. Los dos me vieron. Jake podría haberme alcanzado fácilmente, pero me dejaron en paz. Supongo que sabían que tenía que pensar.

Seguí ascendiendo en círculos hasta que noté las nubes justo encima de mí. Entonces transformé la latitud en distancia y me dirigí hacia el bosque, a un lugar muy concreto.

Ya había estado allí dos veces. Una cuando el Ellimista nos enseñó el camino, y otra cuando fui para oír una historia increíble. Pero aunque era la tercera vez, aunque sabía perfectamente dónde estaba, a pesar de mi visión de halcón y de mi sentido innato de la orientación, me costó muchísimo encontrarlo.

Creo que era un hechizo. El Ellimista había lanzado un hechizo sobre aquel lugar, de modo que era casi imposible encontrarlo. La vista lo pasaba por alto, las plumas no sentían la brisa que surgía de él, los oídos no captaban ningún sonido.

Era el valle de los hork-bajir. Los hork-bajir libres.

Jara Hamee y Ket Halpak eran una pareja que había escapado de sus amos yeerks. ¿Hasta qué punto había intervenido en ello el Ellimista? Bueno, él diría que nunca interviene en los asuntos de otras especies. Pero él y nosotros habíamos contribuido a que no volvieran a capturarlos. Desde entonces se escondían en aquel valle.

Su grupo había aumentado. Otros fugitivos se habían unido a ellos, y algunos habían nacido en libertad.

Hacia allí volaba ahora. Al valle de los hork-bajir.

La última vez que había ido allí los había sorprendido a todos. Esta vez fue diferente. Esta vez, mientras volaba sobre la estrecha entrada del valle, vi que unos veinte hork-bajir estaban mirando al cielo, esperando.

Cuando me vieron, me señalaron y empezaron a saludar. Yo creí reconocer a Jara y Ket. Entre ellos estaba su hija, llamada Toby. Le habían puesto el nombre por mí. Era lo que los hork-bajir llaman un «vidente».

Los hork-bajir no son precisamente los genios de la galaxia. Es verdad que parecen la muerte y la destrucción con dos patas, pero lo cierto es que las cuchillas que adornan sus cuerpos de dos metros están diseñadas para arrancar la corteza comestible de los árboles.

Claro que sus amos yeerks no las utilizan para eso. Los yeerks han convertido a los hork-bajir en sus tropas de asalto.

En cualquier caso, ya sean temibles o encantadores, los hork-bajir no son intelectuales. Excepto por las muy escasas anomalías genéticas que ellos llaman «videntes».

No me costó trabajo distinguir a Toby entre el grupo de hork-bajir. La habría visto incluso si no la conociera. Los demás tenían la expresión atontada e inexpresiva de los Teletubbies. Pero Toby tenía unos ojos que parecían atravesarte y te daba la sensación de tener toda la mente al descubierto.

—¡Tobías! —exclamó Jara Hamee contentísima—. ¡Amigo Tobías! ¡Amigo!

<Hola, Jara. Hola, Ket. Hola, Toby.>

—Toby dijo que vendrías —dijo Ket asintiendo con enorme satisfacción—. Toby dijo que Tobías vendría.

—Sí —convino Jara—. Toby dijo que el amigo Tobías vendría.

—Y estás aquí —concluyó Ket.

Como ya he dicho, los hork-bajir son gente amable, honrada, dulce y generosa, pero un poco cortos de entendederas. Si Marco se pasara un día con los hork-bajir, acabaría por volverse loco y saldría corriendo en busca de alguien que pudiera entender un chiste.

Me posé en una rama, muy cerca de las extrañas cuchillas de sus cabezas.

<¿Por qué me esperabais?>

—Te necesitamos, Tobías —dijo Toby.

Yo suspiré para mis adentros. No quería que me necesitaran. Quería un poco de paz y tranquilidad, y tiempo para pensar.

Pero mis sentimientos se evaporaron al instante, en cuanto Toby me explicó lo que pasaba.

—Uno de los niños, un macho llamado Bek, ha desaparecido. Se ha marchado del valle. Tememos que haya sido capturado por humanos o por controladores humanos. Quizá le hayan hecho daño, lo hayan matado o, lo que es peor, lo hayan convertido en controlador.