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Punto uno: no podíamos permitir de ninguna manera que la caja cayera en manos de Visser tres.

Punto dos: yo ni siquiera sabía dónde estaba la caja.

Punto tres: había tres hork-bajir hacinados entre la habitación y el dormitorio principal. Además de Visser Tres con su impresionante forma. En el piso de abajo, más hork-bajir impedían que Cassie y Tobías pudieran ayudarnos.

De modo que la conclusión era que no íbamos a ganar la pelea.

<Tenemos que retirarnos>, dije a Jake y Rachel.

<No podemos. Si nos retiramos, los yeerks harán añicos la casa y encontrarán la caja>, señaló Jake.

<¿Pero dónde está la maldita caja?>, preguntó Rachel.

Debería explicar que la telepatía es un poco como el correo electrónico. Sólo la oye la gente que uno quiere que la oiga. A menos que estés hablando «en abierto», en cuyo caso es como cualquier voz normal y puede oírla cualquiera.

En ese momento estábamos hablando sólo entre nosotros, pero cuando Visser hablaba lo hacía para todos.

<No tengo mucha paciencia —decía—. Conseguiré la caja azul. Y os destruiré a todos. Pero si consigo la caja azul ahora mismo, tal vez decida acabar con vosotros otro día.>

<Sólo David sabe dónde está la caja>, señalé.

<Muy bien —dijo Jake—. Pues pregúntale.>

<David —comencé, dirigiendo mis palabras sólo hacia él—, David, escúchame.>

Él miró asustado a un lado y otro, buscando el origen de la voz. Estaba metido en la bañera. No era un mal sitio, considerando las otras opciones.

<David, escúchame. Estoy de tu lado. Hemos de recuperar esa caja, de modo que tenemos que saber dónde está.>

Visser Tres miró a Ax con los ojos de su pecho.

<Valientes andalitas —se burló—. ¿Permitiréis que mate a estos humanos antes que darme la caja?>

—¡No! —gritó de pronto David—. ¡La caja la tengo yo! Déjanos en paz. Yo tengo la maldita caja, aquí mismo, en mi mochila, si tanto la quieres.

Comenzó a abrir su mochila. Pero pasaron otras diez cosas al mismo tiempo.

Los hork-bajir se lanzaron contra él.

Su padre disparó. ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! CLIC…

Ax lanzó su cola contra Visser.

Rachel se adelantó, queriendo agarrar a David o su mochila, o las dos cosas.

Visser bloqueó la cuchilla de la cola de Ax con un brazo.

—¡Aaaaaaaaaaaaggggh! —gritó, cuando la hoja le cortó el brazo.

Jake dobló sus poderosas patas y saltó sobre Visser, ignorando a los hork-bajir.

Yo mordí la primera pierna hork-bajir que encontré y vacié en ella mis sacos de veneno.

<¡Rachel! ¡Saca al chico de aquí!>, gritó Jake.

Rachel rugió, agachó la cabeza y echó a correr a cuatro patas hacia David.

Como un tren, directamente hacia el asustado muchacho.

Los hork-bajir la atacaron. Yo eché un vistazo para ver lo que estaba pasando. En el cuarto de baño había una ventanita, y Rachel pensaba hacer pasar a David a través de ella.

No iba a ser muy divertido para David, atravesar de un empujón el cristal de una ventana y caer desde un segundo piso. Pero la verdad es que las alternativas tampoco eran muy halagüeñas.

Rachel corría.

David se encogió.

Visser disparó dos enormes conos de tráfico contra David.

¡FIIIIUUUUU-FIIIUUUUU! ¡PLASH! ¡CRASH!

Los conos fallaron y abrieron un agujero en la pared exterior del cuarto de baño. En un instante David se vio arrollado por un oso grande como una montaña, empujado a través del yeso y cristal, y disparado por los aires.

Sabía que Visser Tres no podía salir corriendo por la calle en su forma alienígena, seguido de una docena de guerreros hork-bajir. Pero también sabía que se iba a desquitar con alguien. Y ese alguien éramos Ax, Jake y yo.

¡BAAM! El cono salió disparado contra Jake. A mí me pasó tan cerca de la cara que noté una ráfaga de aire. Jake recibió el golpe en el costado y se desplomó.

¡BAAM! El brazo izquierdo disparó contra Ax, que lo esquivó por los pelos. Se tambaleó hacia un lado y casi se cae por el agujero. Había perdido el equilibrio y no podía sostenerse, de modo que decidió saltar. Para cuando llegó al suelo, ya estaba transformando su cuerpo de andalita.

<¡Corre, Jake!>, grité.

Jake echó a correr, pero arrastraba las patas traseras. Los hork-bajir lo rodearon, lanzándole golpes y cuchilladas. ¡Y yo no podía hacer nada!

De pronto, inesperada, silenciosamente, estalló un destello de gris y blanco en la habitación. Era un lobo, que corría enseñando los dientes. ¡Cassie!

Cassie se arrojó contra la espalda del hork-bajir más cercano y le dio una dentellada en la nuca.

Jake caminó trastabillando hasta el agujero de la pared y medio saltó medio se cayó por él. Aterrizó con un fuerte golpe sobre la hierba.

Cassie se apoyó en la espalda del hork-bajir para dar un salto, atravesó el agujero de la pared y cayó con elegancia al suelo.

Todos habían salido. Todos menos yo y el padre de David. Los hork-bajir lo tenían agarrado por los brazos. El hombre no dejaba de gritar el nombre de su hijo.

—¡David! ¡David! ¡David!

De pronto Visser Tres clavó en mí su espantosa mirada. Yo me deslicé bajo la cama a toda velocidad. Me alcé en posición de ataque, me anclé a uno de los tablones del somier y allí me quedé esperando, deseando ser una pitón.

Unas poderosas manos dieron la vuelta a la cama.

<¡Ja, ja! ¡Por fin tenemos un andalita con quien poder jugar!>, exclamó encantado Visser Tres.

Pero lo que estaba viendo no era yo. Era Spawn.

Los hork-bajir arrojaron una toalla sobre la serpiente, la recogieron del suelo y se marcharon escaleras abajo, llevándose lo que creían que era un andalita transformado.

Yo no quería ni pensar lo que le harían al pobre bicho. Quizá se limitaran a esperar que volviera a transformarse.

Pero en cuanto se dieran cuenta de que no iba a haber ninguna metamorfosis, seguro que se les ocurriría alguna cosa. Visser Tres es una criatura malvada y vengativa.

En cuanto al padre de David… había visto demasiado. Sólo había un destino para él: en pocas horas tendría un gusano yeerk en el cerebro.

Su vida como ser humano había terminado.

Visser Tres se quedó un momento, una vez que se marcharon sus hork-bajir con los prisioneros. ¿Acaso había notado que algo no iba bien? ¿Se habría dado cuenta de mi presencia? Yo estaba bien a la vista, enroscado firmemente en torno al tablón de la cama.

Me quedé inmóvil, tan quieto que podría haber estado muerto.

Visser Tres se transformó de nuevo en su robado cuerpo andalita y echó un último vistazo al cuarto.

Yo deseé que se acercara más. Tal vez mis sacos de veneno estaban llenos de nuevo. Tal vez podría destruirle.

Pero no se puso a mi alcance. Visser Tres asumió su forma humana y se marchó tranquilamente de la habitación.