Al principio la habitación de David tenía cuatro paredes, como todas.
Al cabo de unos segundos sólo quedaban dos.
Fue una explosión de violencia pura, demencial y espantosa.
Un puñado de hork-bajir, un oso pardo, dos humanos, un tigre, un andalita auténtico, un andalita controlador y yo, el chico serpiente.
¡SLASH!
¡GRRRRR!
<¡Basura andalita!>, gritó furioso Visser Tres.
La cama quedó destrozada. La espuma sobresalía por los tajos del colchón.
¡SLASH!
¡FUOOP!
<Esta vez no escaparás, Visser>, aseguró Ax.
Rachel dio un zarpazo y lanzó a un hork-bajir a través de la pared. No contra la pared, sino a través de ella.
<¡Ya era hora de que aparecierais! —exclamé—. Nos estaban dando una paliza.>
<¿Hay alguna razón para que seas una serpiente?>, preguntó Jake.
<Es una larga historia.>
¡CRASH! Alguien o algo salió disparado por la ventana.
Yo me deslicé bajo los pies de un hork-bajir. Iba buscando pezuñas andalitas. Andaba buscando a Visser Tres porque pensaba vaciarle dentro mis sacos de veneno.
Pero no era fácil desde el suelo, entre aquellas criaturas monstruosamente altas que no hacían más que gritar, rugir, dar golpes y pisotones.
De pronto Jake se lanzó al ataque. El oso de Rachel era una visión terrible, pero el rugido de tigre de Jake era una cosa impresionante.
¡GRRRRRRRRRAAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUUUUURRRRRRRRRR!
El suelo se estremeció, las ventanas temblaron, el aire vibró.
¡Por fin encontré unas pezuñas! Eran pezuñas andalitas, ¿pero de quién? ¿De Ax o de Visser Tres?
De pronto las pezuñas comenzaron a cambiar. Se fundían, crecían…
¡Era Visser Tres, transformándose!
Retrocedí, hinché la cabeza y …
Una mano me agarró por el cuello. Era David.
—¡Cuidado, Spawn! —gritó.
<¡Suéltame, idiota!>, exclamé telepáticamente.
David retrocedió de un brinco y me dejó caer. Me di media vuelta, buscando mi objetivo, pero…
¡CHOF!
Un enorme pie hork-bajir cayó sobre mí.
No me mató, pero desde luego me frenó en seco. Me quedé allí atontado mientras Visser Tres se transformaba.
Visser Tres ha adquirido formas en docenas de planetas y lunas dispersos por toda la galaxia. Ya habíamos visto algunas, pero ésta era nueva.
Era de color morado como Barney, el Dinosaurio. Pero no tan mona, ni mucho menos. Y no parecía una de esas criaturas que cantan «te quiero, me quieres». Aquel monstruo morado no tenía una familia feliz.
Se alzó desde el cuerpo de Visser Tres, agachado bajo el techo. Sus hombros eran gigantescos, tanto que a su lado los del oso de Rachel parecían diminutos. Estaba erguido sobre dos patas muy separadas, con garras de cuatro gruesos dedos, tan grandes como mis muslos.
Su rostro… si es que se le podía llamar rostro… estaba en el centro de la parte superior de su cuerpo, de modo que no podía mirar hacia delante. Dos grandes ojos parpadeaban desde donde estaría el pecho de un tipo normal. Una cosa monstruosa, ya os digo.
Mientras yo miraba horrorizado, se formó la boca, un tajo de bordes rojos en el vientre de la criatura, de dientes serrados y una lengua que se agitaba casi como la mía de serpiente.
Todo aquello era feo, pero lo peor vino después. De los hombros salieron cuatro brazos, dos a cada lado. Los brazos eran lisos y musculosos en el hombro, pero se iban arrugando cada vez más a medida que bajaban hacia donde deberían estar las manos. Pero en vez de manos tenía como unas puntas huesudas, muy, muy rojas. Parecían… no sé, como conos de tráfico muy afilados, ya sabéis, esas cosas que ponen en las autopistas para desviar el tráfico. Sí, eso es lo que parecían, conos afilados en el extremo de los cuatro brazos.
Los dos bandos se habían separado un poco: Rachel, Jake y Ax a un lado, ensangrentados, sudorosos, jadeantes, heridos y furiosos. Y los hork-bajir y Visser Tres al otro lado de la habitación. Entre los dos bandos quedaban los restos destrozados de la cama de David.
Dos de las paredes casi habían desaparecido. Una de ellas se abría ahora al baño. Allí estaban David y su padre. El padre de David todavía tenía la pistola en la mano, pero miraba como loco a un bando y a otro, seguramente sin saber a quién disparar. ¿Quiénes eran los buenos?
La otra pared destrozada daba al dormitorio principal. Por todas partes se veían vigas rotas y trozos de yeso.
¿Dónde estarían Tobías y Cassie?
En ese momento me di cuenta de que debajo se desarrollaba otra batalla. Nuestros amigos nos estaban cubriendo las espaldas.
Visser Tres había completado su metamorfosis.
<Se llama Dule Fansa —explicó—. Un nombre estupendo, ¿no os parece? ¿Queréis ver lo que puede hacer?>
Apuntó a Ax con uno de los conos de tráfico y …
¡SHUIIIIIIIISH!
Fue como disparar un cohete. La piel arrugada del extremo del brazo extendido se tensó y el cono salió disparado hacia Ax, que intentó esquivarlo, pero no pudo evitar un golpe que lo hizo caer de rodillas. El cono fue a estrellarse contra la pared y perforó un agujero de medio metro.
En un abrir y cerrar de ojos la mano cono retrocedió y volvió a arrugarse, lista para disparar otra vez.
<Vamos a poner las cosas claras —dijo tranquilamente Visser Tres—. Quiero la caja azul. Y voy a tener la caja azul. Si no, todos vosotros moriréis.>