¡DING DONG!
El timbre de la puerta.
El padre de David seguía apuntando a Ax, que ya era definitivamente un andalita.
<No vaya a abrir la puerta>, dije yo.
Por desgracia, la auténtica Spawn, la cobra de verdad, escogió aquel preciso instante para salir del armario. El padre de David volvió muy despacio la vista hacia mí. Luego miró a Ax otra vez. Y luego a mí.
<Sí, soy yo quien habla, la serpiente. Oiga, no haga ninguna tontería.>
El hombre me apuntó con la pistola.
¡BANG! ¡BANG!
Sentí un impacto. No dolor, sólo un impacto. Giré mi cabeza de serpiente y vi un agujero del tamaño de una moneda de veinticinco centavos en mi cuerpo, a unos veinte centímetros de la punta de la cola. ¡Se veía la moqueta a través de mi cuerpo de serpiente!
Ahora el padre de David apuntaba con más cuidado.
¡FUAP! Ax había restallado su cola como un látigo. La pistola salió volando, junto con un dedo.
—¡Eh! —grito David.
—¡Aaaah! —chilló su padre.
¡CRAAAAAASH!
En el piso de abajo la puerta saltó hecha añicos.
El padre de David se agarraba la mano herida.
<¡Tobías! —grité telepáticamente—. ¡Vamos a necesitar refuerzos!>
En las escaleras se oían los pasos de muchos pies, con tal estruendo que la casa se estremecía.
Dos guerreros hork-bajir irrumpieron en la habitación, pero al ver a Ax retrocedieron. Entonces, entre ellos apareció otro andalita. Mayor que Ax, y en cierto modo muy, muy distinto.
<¡Visser Tres!>, exclamó Ax con odio.
<Hemos oído tiros y pensamos que tal vez necesitabais ayuda>, dijo Visser burlón.
—¡Fuera de aquí! —gritó David.
<¿Fuera de aquí? —repitió Visser Tres—. Vaya, qué decepción. Si he venido corriendo nada más recibir tu primitivo e-mail.>
—¿T-t-tú quieres co-comprar la caja azul?
<Desde luego que sí —afirmó Visser Tres—. Sí quiero, sí quiero. Y estoy dispuesto a pagar cualquier precio. Vamos a ver, ¿qué podría ofrecerte por la caja? ¡Ya sé!>
Restalló la cola y presionó la cuchilla contra el cuello del padre de David.
<Te pagaré la caja con la vida de tu padre.>
<No vas a conseguir la caja>, dijo Ax con calma, avanzando para enfrentarse cola a cola con Visser.
<Entonces este humano va a ser privado de su cabeza. Tengo entendido que les resulta fatal.>
Durante un largo momento nadie se movió. Ni Visser Tres, ni Ax, ni el padre de David ni los dos hork-bajir.
Nadie se movió, excepto yo.
Aquella forma era nueva para mí. Todavía no la había probado bien y no tenía ni idea de cómo se mueve uno cuando no tiene piernas. Pero el cerebro de la serpiente sí lo sabía.
Me deslicé. Largos músculos se contrajeron acortando un lado de mi cuerpo para formar un medio lazo. Luego desenrosqué el medio lazo para impulsar mi cabeza hacia delante.
Era silencioso. Era rápido. Pero no era invisible. Y estaba perdiendo sangre por el agujero de bala.
<¿Qué es eso? ¿Otro andalita metamorfoseado?>, preguntó Visser Tres, mirándome con uno de sus cuernos.
¡Un movimiento súbito!
El padre de David había echado atrás la cabeza, apartándose de la cuchilla directamente contra Visser.
—¡Déjale en paz! —gritó.
Ax estalló la cola. ¡FUAP! Pero su ataque fue un poco lento porque tuvo que tener cuidado de no hacer daño a David.
¡FUAP! Visser bloqueó el golpe de Ax.
Los dos hork-bajir dejaron de parecer estatuas y se adelantaron de un salto, con sus hojas llameando.
Dos hork-bajir y Visser Tres contra Ax y una serpiente. ¡Era imposible! Y doblemente imposible con David y su padre metiéndose por medio.
¡FUAP!
¡FUAP!
Las cuchillas cortaban el aire.
¡CHAS! ¡CHAS!, sonaban las hojas de las muñecas y los brazos de los hork-bajir.
Ax tuvo que retroceder deprisa, desesperado, contra la pared. Había estallado un demencial torbellino de cuchillas que arrancaban los pósters de las paredes, rajaban las cortinas y lanzaban volando todos los juguetes y trastos que había sobre la mesa de David.
Yo repté hacia él, enroscándome, estirándome, enroscándome, estirándome, deslizándome por el suelo en pos de pezuñas y los enormes pies de tiranosaurio de los hork-bajir.
¡Objetivo! ¡Un tobillo hork-bajir!
Me alcé, apunté y disparé.
Rápido como la cola de un andalita, lancé mi cabeza de diamante con la boca abierta, los colmillos listos…
¡ÑAC!
¡Sí! Hundí mis colmillos de aguja hasta el fondo y sentí que el veneno bombeaba, bombeaba una muerte química en la pierna del hork-bajir.
—¡Aaaaaarrrrrrrrgh! —gritó el hork-bajir. Dio una patada, y fue como si yo estuviera en el extremo de un látigo. Él siguió dando patadas como un loco, pero yo estaba bien aferrado a él con los colmillos.
Adelante y atrás, me agitaba a un lado, me agitaba al otro. Mi cabeza estaba casi inmóvil, pegada a la asquerosa pierna del hork-bajir, pero el resto de mi largo cuerpo volaba por los aires.
¡Sacudida hacia delante! <¡Aaaaah!>
¡Sacudida hacia atrás! <Aaaaah!>
Hasta que por fin el hork-bajir comenzó a perder fuerzas.
¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!
El padre de David había encontrado su pistola y disparaba desde un rincón con la mano izquierda, manteniendo la mano ensangrentada contra su pecho.
Tres círculos aparecieron en el torso de mi hork-bajir, que se desplomó.
Yo desenganché los colmillos.
Más hork-bajir irrumpieron en la atestada habitación. Recordé que Tobías había visto acercarse una furgoneta, y en una furgoneta caben un montón de hork-bajir.
Un enorme hork-bajir me pisó, sin darse cuenta de mi presencia. Un gran error por su parte. Eché atrás la cabeza, rápido como un rayo, y esta vez mordí y solté deprisa.
¡Ax había caído!
Visser Tres y dos hork-bajir se cernían sobre él.
Y entonces la cosa se puso fea de verdad.
—¡Hhjjjjjrrrrrraarrrrhh! —se oyó un grave y ronco rugido, y apareció una criatura más terrible, más aterradora que un guerrero hork-bajir. Agachó su gigantesca cabeza y entró aplastando su enorme mole contra el dintel de la puerta.
Era Rachel.
Si uno se encuentra con un oso pardo en el bosque, entre los árboles, seguro que parece enorme. Pero allí, dentro de un dormitorio, era mucho más que enorme. El oso estaba alzado sobre sus patas traseras, y sus orejitas, tan monas, rozaban el techo. Vaya, hasta yo estaba asustado, y eso que sabía que era Rachel.
¿Queréis saber lo que es enfrentarse a un oso pardo, siendo un ser humano? Bueno, ¿habéis visto el anuncio del Volkswagen? Da igual. Imaginaos ese Volkswagen estrellándose a toda velocidad contra un camión de dieciocho ruedas. Eso es enfrentarse a un oso pardo.
No podréis ni imaginar lo impresionante que es un oso pardo hasta que hayáis tenido un encuentro con uno.
Los hork-bajir son enemigos bastante desagradables y duros. Pero hasta ellos pegaron un respingo cuando Rachel entró en la habitación. Y detrás de ella, caminando con una gracia sobrenatural, como acero líquido, venía un tigre.
Aquello iba a ser como una bomba nuclear.
A David le iba a costar un trabajo horroroso ordenar su habitación.