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La cobra se asomó por el borde de una caja de cartón. Os aseguro una cosa: el tiempo es relativo, porque en cinco segundos envejecí cinco años por lo menos.

La serpiente se enroscó. ¡Y de pronto se lanzó al ataque! Con la cabeza hinchada, moviendo la lengua, se levantó y …

¡BONK!

Se pegó con la cabeza contra el colchón. El golpe pareció dejarla un poco atontada, porque se quedó allí quieta, erguida medio enroscada, mirándome como si todo fuera culpa mía. Yo recordé que, según David, le habían quitado el veneno. ¿Pero cómo se va uno a fiar de un chico que tiene una serpiente?

La cobra me miraba con sus ojillos malignos y relucientes.

Los zapatos se acercaban.

¿Qué podía hacer? Podía transformarme en algo pequeño, cualquier bicho, como una cucaracha, una hormiga o una pulga. Pero había un pequeño problema: ¡Una cobra me estaba mirando fijamente a medio metro de distancia! Y quién sabe qué comen las cobras.

Hasta que de pronto se me ocurrió algo. Era la solución más evidente, aunque un poco demencial.

Tendí la mano hacia la serpiente…

¡CHAS!

¡La cobra me atacó! Me hundió los colmillos en la mano, justo en la parte carnosa entre el pulgar y el índice.

—¡Aagh! —gruñí.

—¡Muy bien! ¡Sal de ahí debajo! —ordenó el padre de David.

Volví a tender la mano y esta vez sujeté a la cobra con fuerza. El bicho se debatía, se agitaba, se retorcía y en general incordiaba todo lo posible.

—¡A la cuenta de tres sal con las manos en alto!

¡PUM!

Un ruido apagado. Los zapatos negros se volvieron hacia el armario. Era el bueno de Ax, ofreciendo un poco de distracción.

Seguí aferrado a la estúpida serpiente y me concentré. Cuando adquieres un animal, o sea, cuando absorbes su ADN, se queda relajado, tranquilo. Por lo menos casi siempre.

Pero la serpiente no. Que va. Mientras absorbía su ADN y el padre de David se acercaba al armario, aquella serpiente del demonio no hacía más que revolverse como una idiota.

La puerta del armario se abrió.

—¡Muy bien, sal de ahí! ¡Eegsxx!

Oí que enfundaba la pistola y a continuación aquellos zapatones negros se pusieron a bailar. Es un pequeño baile llamado «pisar al bicho».

<¡Marco! Tengo la forma de una araña y este humano está intentando aplastarme con sus pezuñas artificiales.>

Yo no podía contestar, claro, porque no estaba transformado. Lo único que podía hacer era distraer al padre de David, como Ax había hecho antes por mí.

Así que tiré la cobra al suelo. El animal salió siseando de debajo de la cama.

—¡Ah, Spawn! ¡A por la araña, Spawn! —dijo el padre de David.

Las cosas iban de mal en peor. La cobra clavó su desagradable mirada en el pobre Ax, que zigzagueaba como loco entre las enormes «pezuñas artificiales» del padre de David. Ax iba a ser pisoteado o devorado, o probablemente las dos cosas.

Yo no podía hacer más que salir a rastras de debajo de la cama y …

¡DING DONG!

—¡Atrapa a esa araña, Spawn! Llaman a la puerta. Deben de ser los hombres de la compañía de seguridad, los muy inútiles… Mira que les he dicho que no envíen a nadie —masculló el hombre mientras se marchaba de la habitación.

Salí a toda prisa de debajo de la cama, me incorporé y estuve a punto de pisotear yo mismo a Ax. Aparté a Spawn, recogí a Ax con la mano y me acerqué de un salto al ordenador.

En la pantalla había aparecido la frase funesta: SU E-MAIL HA SIDO ENVIADO.

Respiré hondo. Tenía a un andalita transformado en la mano. Un e-mail mortal había sido enviado. El padre de David podía volver en cualquier momento. Y una serpiente me había mordido la mano.

Por lo menos no tenía veneno, o seguramente ya estaría muerto… a menos que fuera uno de esos venenos de acción lenta.

—Mire —oí que decían en el piso de abajo—, le dije a su oficial que no necesitaba a nadie. Pierden ustedes el tiempo. Debe de haber sido una falsa alarma. Está todo bajo control.

Supongo que todavía no había visto todas las cosas que Ax había roto.

Se oyó un portazo.

«¿Y ahora qué?», me pregunté.

El e-mail había sido enviado. El padre de David iba a seguir su búsqueda. Y yo no quería marcharme de la casa. En cualquier momento iban a surgir problemas.

Spawn, la serpiente, se había metido en el armario.

Ax no tenía tiempo de dejar su forma y transformarse otra vez. Sólo había tiempo para una metamorfosis.

Tiempo para una sola forma, que pudiera quedarse allí en la habitación sin ser vista. Ni devorada.

—¡Ax, me voy a transformar! Te dejo en el suelo.

Tiré a Ax al suelo sin miramientos. Ax estaba convertido en araña, y yo ya he hecho esa metamorfosis alguna vez. Son criaturas muy sólidas.

Me concentré y comencé a transformarme en una cobra.