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<¿Cómo? ¿Qué pistola?>, preguntó Rachel.

¡POP! ¡POP! ¡POP!

Noté unos golpes en la barriga.

<¡Tiene una pistola de balas de plástico!>

<¡Con eso le puede sacar un ojo a alguien!>, exclamó Rachel indignada.

<¡Sí, a mí!>, repliqué yo.

Quise agarrar el cubo con una garra, pero era demasiado grande. Lo intenté con las dos garras, pero entonces apenas podía mantenerme en equilibrio. Aleteé como un loco y conseguí caerme de la mesa, pero todavía con el cubo en mi poder.

¡POP!¡POP!

<¡Ahora sí que se la ha ganado!>, dijo Rachel.

<No le hagas daño. No es más que un chico inocente.>

<¿Inocente? ¡Su madre!>

¡POP!¡POP!¡POP!

Aleteé con todas mis fuerzas y fui avanzando hacia la puerta. Rachel lo hizo un poco mejor, pero en cuanto salió al pasillo, cada vez que batía las alas se daba contra las paredes.

—¡Ni soñéis que vais a escapar! —gritó David—. ¡Devolvedme esa caja azul!

Nosotros, ni caso. Seguimos huyendo, aleteando, arrastrándonos, tambaleándonos, aturdidos por las balas de goma, yo tirando de la caja azul, perseguidos por un chico furioso que chillaba y disparaba un arma que parecía de verdad.

Por el pasillo

<¡Ay!>

<¡Cuidado!>

—¡Devolvedme mi caja!

¡POP!¡POP!¡POP!

Por las escaleras.

<¡Ay!>

<¡Cuidado!>

—¡Devolvedme mi caja!

¡POP!¡POP!¡POP!

A través del salón, donde por la tele estaban dando Buffy, la cazadora de vampiros.

<¡Maldita sea! ¡Se me ha olvidado programar el vídeo! —dije—. ¡Nos estamos perdiendo Buffy!>

¡POP!¡POP!¡POP!

<¡Aaaah! Mañana en el colegio el chaval éste se va a enterar —amenazó Rachel—. Voy a abrir la puerta de cristal. Distráele mientras tanto.>

<¿Qué le distraiga? ¿Cómo quieres que le distraiga? ¿Quieres que haga mi numerito de Lord of the dance?>

Rachel agarró con el pico el pomo de la puerta corredera y dio un tirón. David se lanzó hacia mí, queriendo recuperar su caja.

Yo tenía dos opciones: dar un salto y sacarle los ojos, o devolverle la caja. Pero David no era un controlador, no era un enemigo. Y ni siquiera a mí me parece bien andar por ahí atacando a personas inocentes.

Así que me aparté de un brinco de la caja. La puerta se abrió y Rachel y yo salimos volando por el jardín, sobre la piscina, por encima de la cerca.

—¡Eso es! ¡Y no volváis por aquí! —nos gritó David, al tiempo que disparaba una última andanada de bolas.

<La verdad es que no tengo muchas ganas de explicarle esto a Jake>, dijo Rachel.

<Nos acaba de dar una paliza un chico con una pistola de juguete. ¡Es patético!>

De pronto un halcón se unió a nosotros.

<¿Tobías?>

<Sí. Jo, menudo batacazo. He tenido un sueño rarísimo. Estaba encerrado en la galería con el profesor Plum. En fin, ¿cómo ha ido todo?>