Esperamos en la terraza de un Burger King. Sólo éramos cuatro. Ax habría llamado ligeramente la atención, y no se podía confiar en que en su forma humana se comportara bien habiendo grasa y sal cerca. Tobías estaba inspeccionando la casa de David.
Era de noche, pero había mucha luz: los coches que pasaban, el extraño resplandor de un solar de venta de coches de segunda mano al otro lado de la calle y el enorme cartel de la hamburguesería.
Hacía frío y nos habíamos abrigado. Eso era un problema, porque si nos teníamos que transformar podríamos perder la ropa. De modo que ideamos un plan. Dos de nosotros, un chico y una chica, se quedarían atrás. Dejaríamos la ropa en los servicios, y ellos la guardarían.
Es un rollo no poder transformar también la ropa.
—El que saque la patata más corta se queda —dije, partiendo por la mitad dos patatas fritas. Me puse una corta y otra grande en el puño—. A ver, Jake, coge una patata.
Jake sacó una corta.
—Bueno, pues yo me voy y tú te quedas de guardia en el baño —exclamé encantado.
Cassie y Rachel jugaron también. Rachel ganó. O perdió, depende de cómo se mire.
—Así que vamos tú y yo, Xena.
Rachel me miró alzando una ceja.
—Oye, si yo soy Xena, ¿tú quién eres?
—Hércules, por supuesto.
—Yo pensaba más bien en Joxer, ya sabes, el cobardica ese que siempre va por ahí detrás de Xena.
—Ya está bien —clavé el codo en la mesa con el brazo hacia arriba, para echar un pulso—. Venga, vamos a zanjar este asunto de una vez por todas.
Jake bostezó.
—¿No deberíamos poner un par de escorpiones vivos en la mesa, para hacerlo más interesante?
Rachel se colocó en posición con una sonrisa. Nos dimos las manos, apretamos… ¡ya! Yo empujé. Ella empujó. Y entonces…
—¡Ay! —un agudo dolor en la rodilla.
Al instante mi mano cayó sobre la mesa.
—¡Me ha dado una patada! ¡Me ha dado una patada por debajo de la mesa! ¡Jake, tu prima me ha dado una patada!
Rachel, se echó a reír.
—¿Qué importa cómo? Lo importante es ganar.
Cassie alzó los ojos.
—No lo dirás en serio, Rachel. No, pensándolo bien, sí que lo dices en serio.
—Dios mío. ¿Vais a ir los dos solos a esta misión? —dijo Jake—. A cuál más loco.
Rachel y yo nos miramos y nos echamos a reír.
—¡Locos, locos! —repitió Rachel, riéndose como una chiflada.
En ese momento vi a un chico que se acercaba con una bolsa de la hamburguesería, y me puse serio enseguida.
—Erek —advertí a Jake.
Erek King es un chico que antes iba a nuestro colegio. Bueno, por lo menos parece un chico, se comporta como un chico y habla como un chico. Pero lo que se ve de Erek es en realidad una proyección holográfica. El auténtico Erek está dentro del holograma. El auténtico Erek es un androide.
Erek es uno de los chee: una raza de androides muy, muy antigua creada por los desaparecidos pemalitas. Los chee son incapaces de cometer ningún acto de violencia, a pesar de ser extremadamente poderosos. Pero odian a los yeerks y adoran a los humanos. Bueno, más bien aman a los perros, y aman a los humanos porque nosotros también amamos a los perros.
Es otra larga historia.
El caso es que los chee son nuestros aliados, y se les da de miedo infiltrarse entre los yeerks.
—¡Eh, Erek! —le llamó Jake con tranquilidad.
Rachel saludó con la cabeza y Cassie sonrió.
—Hola, chicos, ¿qué tal? —Erek sonaba exactamente como un chico normal y no como un robot tan antiguo que incluso ayudó a construir las pirámides.
—Bien —tercié yo, interrumpiendo a Cassie antes de que pudiera explicarle lo que pasaba. Es cierto que confiábamos en los chee, pero es absurdo dar más información de la necesaria.
Yo soy receloso por naturaleza.
—¿Qué tal te va, Erek? —preguntó Jake.
Erek sacó de su bolsa un Whopper y le dio un mordisco. Yo sabía que en realidad la comida sería incinerada dentro del cuerpo androide de Erek.
—¿Sin queso? —pregunté.
—Estoy intentando no comer muchas grasas.
—Ya. Porque quieres llegar a los… qué, ¿un billón de años?
Erek se echó a reír. Dejó el Whopper y se puso serio.
—Está pasando algo gordo. Nadie lo sabe todavía. Por razones de seguridad, no se anunciará públicamente hasta que todo haya terminado.
—¿Qué está pasando? —preguntó Rachel muy ansiosa.
—Oh, nada del otro mundo —contestó el androide como quitándole importancia—. Nada más que una reunión cumbre aquí en la ciudad. Los presidentes o primeros ministros de Reino Unido, Francia, Rusia, Japón, Alemania y Estados Unidos se reúnen aquí para decidir qué hacer con los problemas de Oriente Medio.
—Ya —replicó Rachel, sin dejarse impresionar—. ¿Y qué?
—Es un objetivo de primera —observó Cassie—. ¡Los líderes de seis poderosas naciones, todos juntos! Y justo aquí, donde la invasión yeerk es más fuerte.
Jake se inclinó hacia Erek.
—¿Tienes alguna razón para creer que los yeerks traman algo contra estos tipos?
Erek asintió con la cabeza.
—El plan se ha puesto en marcha. Los presidentes y primeros ministros comenzarán a llegar pasado mañana. Se albergarán en la urbanización Marriot, en la costa.
—Podría ser una buena oportunidad —dijo Cassie pensativa—. Si consiguiéramos contactar de alguna forma con esos líderes, demostrarles lo que está pasando… Los yeerks quedarían al descubierto.
—Pero por otra parte, si los yeerks los convierten en controladores, estamos fritos —señalé yo.
—Hay un gran problema —añadió Erek.
—¿Sólo uno? —dije yo.
—Vale, un montón de grandes problemas y un problema enorme —replicó Erek, sin sonreír con sonrisa holográfica—. Uno de los líderes ya es un controlador. Si os equivocáis, si contactáis con la persona errónea…
—¿Sabéis qué líder es el controlador? —preguntó Jake.
Erek negó con la cabeza.
—Si lo supiéramos sólo tendríamos un gran problema, no un problemón enorme.