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Estábamos en el granero de Cassie, también conocido como la Clínica de Rehabilitación de la Fauna Salvaje. Los padres de Cassie son veterinarios, y a ella también le gustan mucho los animales.

De hecho, mientras todos los demás nos dedicábamos a ponernos histéricos, ella, con toda tranquilidad, iba metiendo pastillas en la garganta de un enorme cisne.

—¿Cómo es que la caja azul ha sobrevivido? —preguntó Rachel—. Los yeerks dispararon sus rayos dragón sobre la nave de Elfangor hasta convertirla en polvo. Lo vimos con nuestros propios ojos.

Todos nos volvimos hacia Ax. A veces Ax no asiste a las reuniones, pero esta vez le necesitábamos. Venía con su propio y extrañísimo cuerpo andalita: pelaje azul y marrón, brazos débiles, demasiados dedos, cuatro pezuñas, una peligrosa cola como un látigo, una cara sin boca y con dos ojos de más en el extremo de unos cuernos que se movían para un lado y otro.

Ax es nuestro experto en rarezas galácticas, porque para eso él mismo es un alienígena bien raro.

—¿Tú qué crees que pasó, Ax? —le preguntó Jake.

<No lo sé>, contestó Ax, con la telepatía andalita.

—¿Cómo que no lo sabes? —exclamó Rachel—. ¿Acaso esas cajas azules tienen algo especial, como por ejemplo que no pueden ser destruidas por rayos dragón?

<No. Sí que pueden ser destruidas por rayos dragón. Lo único que se me ocurre es que tal vez fuera un simple incidente de probabilidad aleatoria.>

—¿Así es como llamáis los andalitas a una total casualidad? —pregunté.

<Sí. El rayo dragón que alcanzó el caza de mi hermano debió de crear presiones explosivas. Tal vez esa presión lanzó el escafil disparado a altas velocidades.>

<¿El qué?>, preguntó Tobías.

Tobías estaba en su lugar habitual: en las vigas del techo, desde donde puede ver todo el pajar. Tobías es uno de los nuestros, aunque no exactamente uno de nosotros. Es lo que los andalitas llaman un nothlit, es decir, una persona que ha quedado atrapada en una metamorfosis porque ha permanecido transformada más de dos horas.

Es una historia muy larga.

En fin, el caso es que Tobías es un ratonero de cola roja. Y durante nuestras pequeñas reuniones emplea su aguda vista de halcón y su excelente oído de halcón para vigilar que nadie se nos eche encima sin avisar.

<Se llama escafil. En realidad tiene muchos nombres. Escafil fue el inventor de la tecnología mórfica. No os podéis imaginar la de ciencia que hay detrás de todo esto. El aparato produce una regeneración celular en cascada relacionada con el espacio cero…>

—¡Nos da igual! —exclamé—. Por mí ya pueden haber todas las cascadas que sea en el espacio cero. El caso es que la cosa esa, la caja, el cubo mórfico, el escafil o como se llame, está en manos de un chico que se llama David y que piensa que soy imbécil.

Rachel asintió con aire pensativo.

—Bueno, si piensa que Marco es imbécil no puede ser tonto del todo —dijo. Luego me miró parpadeando muy deprisa para dar a entender que era una broma.

Una cosa que me encanta.

—Tenemos que conseguir la caja —dije.

—Sí —convino Jake.

—Antes de que se dé cuenta de lo que es —añadió Cassie, que hasta entonces no había abierto boca—. Y lo más importante, antes de que los yeerks sepan que la tiene.

Yo me quedé mirando un buen rato a Cassie. Veréis, con Cassie pasó una cosa una vez: dejó los animorphs, supongo que porque tenía problemas de conciencia con algunas de las cosas que hacemos.

Al final volvió, claro, pero desde entonces siempre estoy un poco nervioso con ella. Cassie tiene demasiados escrúpulos y consideraciones morales. Siempre se plantea si una cosa está bien o mal, mientras que yo sólo me planteo si funcionará o no funcionará.

Yo estaba pensando en algún comentario malicioso que soltarle, pero decidí cerrar la boca. Cassie me ha salvado la vida más de una vez. Y la verdad es que uno tiende a ser tolerante con las personas que le han salvado la vida.

—Muy bien, así que ahora necesitamos información —apuntó Jake—. Primero tenemos que saber dónde vive ese chico. Cuando nos enteremos, vamos y recuperamos la caja.

<Pero hay que tener cuidado de que el chico no sospeche nada>, advirtió Tobías.

—Y evidentemente no podemos hacer daño a David —añadió Jake—. Es inocente.

—Muy bien —dijo Rachel—. No es un hork-bajir, no es un taxxonita y no es Visser Tres. O sea, que somos nosotros contra un chico del colegio. Pan comido.

Por lo general me da miedo decir que algo es pan comido. Soy muy supersticioso con eso. Pero esta vez no me preocupé.

Ahora tengo una nueva superstición: cada vez que no estoy preocupado, me preocupo.