En primer lugar tenía que enseñarle modales pues, por razones obvias, carecía de ellos y buscarle un nombre más ajustado a su personalidad. Siendo toda una heroína, Blanca resultaba demasiado vulgar.
La observó minuciosamente mientras dormía junto a ella acomodada en su camita. Su pelaje era blanco salpicado de pequeñas manchas negras como ascuas y tenía una barriguita suave y sonrosada. Las orejitas le caían simétricamente a ambos lados de la cabeza y en sus ojos enmarcados por una especie de antifaz, se vislumbraba un rescoldo de tristeza por los reveses sufridos. Sondeó en lo más profundo de sus pensamientos tratando de buscarle parecido con algún personaje de la realeza. Ya no era una chucha callejera mendigando un poco de cariño sino la princesita de la casa. No encontró ninguno adecuado ese día ni en los siguientes y provisionalmente atendía por Perrita.
Pasó casi un mes y por una remota casualidad apareció en escena el nombre de Cleopatra. «Vaya, Cleo no está nada mal», pensó Lucía.
Y el nombre de Blanca quedó en el olvido al igual que los malos ratos pasados en su despertar a la vida. Un nuevo brillo en sus ojos había borrado por completo todo vestigio de tristeza. Al fin había encontrado un lugar donde se sentía querida y protegida.
Fue muy bien acogida por Ares y Shyra que pronto se convirtieron en sus papás adoptivos.
Sobre todo Shyra que desde un principio la trató como si fuese su verdadera hijita haciéndola participe de sus juegos en cada ocasión que bajaba al jardín. Para ella era y es su patio de recreo donde corre y se expande a sus anchas.
En poco tiempo aprendió que el suelo de la casa no era un enorme retrete y cuando consiguió alcanzar la manija de la puerta, que daba acceso al jardín, ella misma la abría para salir cuando lo necesitaba. Jamás mordisqueó nada valioso del interior de la casa, con sus colmillitos de vampira, que no fuesen sus juguetes y se desvaneció de su memoria el desasosiego que le provocaba subir en auto.
Desde entonces han pasado tres años y Cleo se ha convertido en una preciosa jovencita con un marcado instinto de guardiana y cazadora; inteligente y audaz que acata a la perfección las normas de la casa y cada día sorprende con su formidable perspicacia a Lucía. Es completamente feliz en su hogar donde es considerada un miembro más de la familia y vivirá hasta el fin de sus días. Y de eso no cabe la menor duda pues quien lo afirma es la misma persona que, en su día, tomó la acertada decisión de adoptarla.