4. UNA NUEVA VIDA.

Cuando al fin llegó al veterinario entró precipitadamente con el pequeño cuerpecito inerte entre los brazos. No quería ni pensar que durante el trayecto hubiese perecido.

Siendo bien conocida en el lugar por su labor en el mundo animal, la gente que aguardaba con sus mascotas le permitió la entrada en la consulta. En caso contrario lo hubiese hecho de todos modos.

Tras un exhaustivo reconocimiento lo oportuno era ingresarla unos días. Estaba demasiado débil para alimentarse por sí sola. El alimento debía serle administrado por vía intravenosa. Después de limpiarle y curarle concienzudamente todas las heridas, la acomodaron en una cuna apropiada a su estado. Pasó todo el día amodorrada. En la lejanía escuchaba ecos de sonidos característicos de los humanos. La idea de no estar sola la reconfortaba aunque no le resultara familiar su nuevo entorno.

A los tres días empezó a ingerir algunos alimentos y su espíritu inquieto comenzó a mostrarse. No podía permanecer pasiva en ningún lugar. Quería jugar con sus congéneres pero por alguna extraña razón ellos la ignoraban y permanecían inmóviles en los lugares que se les había asignado. Por más que insistía no conseguía su propósito. Entristecida por el hecho, con la total convicción de que nadie la quería, se ocultó en el extremo más alejado de la estancia debajo de una vitrina. Su ilusión por vivir se había extinguido.

Sin pretenderlo causó un considerable revuelo entre el personal de la clínica. Dadas las circunstancias, lo más prudente era avisar a Elsa para que fuese a recogerla. Ya casi completamente restablecida, había llegado el momento de abandonar la clínica y empezar una nueva existencia.

Por fortuna no sólo había conseguido salvar la vida sino que después de un par de semanas bajo la atenta mirada de su cuidadora, sus heridas estaban casi completamente curadas y mostraba un aspecto saludable. Convencida de haber hallado un nuevo hogar, se vislumbraba un tenue brillo en sus ojos. Sin embargo no fue así. A los pocos días, con las pertinentes vacunaciones y desparasitada, era el momento de buscarle un hogar definitivo.

No tardó mucho en aparecer una familia dispuesta a adoptarla. Reunía todas las condiciones para proporcionarle la comodidad y el cariño que merecía. Después de cerciorarse de no cometer un error, Elsa cogió a la perrita y subió al coche. La acomodó en su regazo y emprendió la marcha.

Al salir a la carretera el animalito comenzó a temblar y a emitir unos lastimeros gemidos. Tenía pánico de ser nuevamente repudiada y el lugar donde se encontraba le recordaba al sitio donde la habían abandonado tiempo atrás. Aquel tenebroso lugar del que se figuró no lograría escapar con vida. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de la mujer susurrándole al oído. Acto seguido la depositó sobre el asiento y desapareció ante su perpleja mirada. Abatida por el hecho se derribó en el asiento pero antes de que pudiese sumirse en la más profunda de las melancolías, al creerse abandonada de nuevo, la familiar voz de Elsa la hizo incorporarse y mirar. Le acompañaban dos humanos más. Por el tono de sus voces y los ademanes dedujo que debían ser sus nuevos dueños. Los definitivos. Acunada por aquella consoladora idea, levantó las orejitas y meneó la colita en muestra de agradecimiento. Al fin había alguien que la quería.

Zanjado el asunto de la perrita, Elsa regresó a su hogar satisfecha de haber logrado su pretensión.