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Viernes, 4 de junio [1897] 2.30

[Hôtel de la Plage, Berneval-sur-Mer]

Mi querido Muchacho,

Hace un momento recibí tu carta, pero Ernest Dowson, Dal Young y Conder estaban aquí, y por eso no pude leerla, salvo las tres últimas líneas. Me gustan las últimas palabras de cualquier cosa: en arte, el fin es el principio. No pienses que no te quiero. Por supuesto te quiero más que a nadie. Pero nuestras vidas se han desunido irreparablemente, y no es fácil reunirlas. Nos queda, sin embargo, el saber que cada uno ama al otro, y yo cada día pienso en ti, y sé que eres poeta, y eso te hace doblemente querido y maravilloso. Mis amigos han sido aquí amabilísimos conmigo, y a todos los estimo mucho. Young es el mejor de los compañeros, y Ernest posee un temperamento interesantísimo. Quiere enviarme algo de lo que escribe.

Estuvimos levantados hasta las tres; fatal para mí, pero una deliciosa experiencia. Hoy el mar está brumoso y llueve —mi primer día así—. Mañana iré con los pescadores a pescar, pero te escribiré por la noche.

Siempre, querido muchacho, con apasionado amor,

Oscar

Puede verse en esta carta (así como en las dos anteriores y siguientes) la frialdad de una relación —latente, sin embargo— que Alfred Douglas hacía por reanimar.