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[? 2 de junio de 1897]

Hôtel de la Plage, Berneval-sur-Mer

Mi querido Muchacho,

Si has resuelto contestar a hermosas cartas con otras amargas, no recuerdes nunca desde luego mis señas. Sobre eso es todo.

De Lugné-Poe nada sé, en efecto, salvo que es singularmente gentil, y me parece tener personalidad de buen actor, pues la personalidad no requiere de talento que la ayude: es una fuerza dinámica en sí misma, y a menudo se muestra magníficamente ininteligente, como las grandes fuerzas de la naturaleza, tal el relámpago que vibró repentino la pasada noche sobre el mar que dormía ante mi ventana.

La representación de Salomé fue el tema que movió la balanza en mi favor, hasta donde le era posible al Gobierno intervenir en mi régimen penitenciario, y estoy profundamente agradecido en todo cuanto a ello concierne.

De otro lado, no podría entregar mi próxima obra por nada, por la sencilla razón de que no sé cómo viviré cuando pase el verano, a menos que consiga dinero sin demora.

Me hallo en una terrible y peligrosa situación, ya que el dinero que se me aseguró estaría disponible para mí no había llegado cuando lo necesitaba. Ha sido una horrible contrariedad, pues debo comenzar a vivir como naturalmente debe hacerlo un hombre de letras, o sea, con un cuarto de estar para él solo, libros y todo lo demás. Si he de escribir, no veo otro modo de vida, aunque sí hay otros muchos, si no lo hago.

Así es que si Lugné-Poe no puede darme dinero, evidentemente no me consideraré ligado a él. Pero la obra en cuestión —religiosa de ambiente y tratamiento del tema— no es en absoluto una obra para que funcione. Tres representaciones son lo máximo que creo poder esperar. Además deseo que mi reaparición artística, y mi propia rehabilitación a través del arte, ocurra en París, no en Londres. Es homenaje y deuda que he contraído con la gran ciudad del arte.

Si alguien con dinero se hace cargo de la obra y deja a Lugné-Poe representar un papel, estaré más que contento. En cualquier caso no tengo compromiso, y lo que es más importante: ¡la obra no está escrita! Aún estoy intentando rematar la obligada correspondencia, y expresar convenientemente mi profunda gratitud a cuantos fueron bondadosos conmigo.

Con respecto a Le Journal, estaría encantado de escribir ahí, lo intentaré y me haré regularmente con él.

No quisiera suscribirme yo mismo en la oficina, pues deseo fervientemente que no se conozca mi dirección. Creo que sería mejor hacerlo en Dieppe, desde donde conseguiré L’Echo de Paris.

He oído que el Jour ha publicado una suerte de entrevista —falsa— contigo. Creo que es muy penoso, sin duda, tanto para ti como para mí. Espero en cualquier caso que no sea tal la causa del duelo que insinúas. En otro tiempo ya intentaste batirte en duelo en Francia, siempre andas tras ello, y es un fastidio. Quiero esperar que te protegerás a ti mismo con el aceptado derecho de cualquier caballero inglés a rehusar un duelo, a menos que, por supuesto, hubiera acaecido alguna riña personal o público insulto. Desde luego, ni sueñes en batirte por : sería espantoso, y crearía la peor y más odiosa impresión.

Escríbeme siempre de tu arte y del de los otros. Es mejor encontrarse en la doble cumbre del Parnaso que en cualquier otro sitio. He leído tus poemas con gran placer e interés; pero en el conjunto lo mejor de todo me sigue pareciendo lo que escribiste hace dos años y medio —las baladas y los fragmentos dramáticos. Desde luego, y por muchas razones, tu propia personalidad se ha expresado de entonces acá directamente, pero espero que vayas hacia formas más distanciadas a partir de los actuales acontecimientos y pasiones. Bajo forma objetiva, uno puede en verdad, como digo en Intenciones, ir más lejos en lo subjetivo que de cualquier otro modo. Si me preguntaran a mí mismo como dramaturgo, tendría que decir que mi mejor situación es la que he logrado en el drama, la forma más objetiva que conoce el arte, al hacer de él un modo de expresión tan personal como la lírica o el soneto, al tiempo que enriquecía la caracterización y la puesta en escena, y agrandaba —ampliamente en el caso de Salomé— su horizonte artístico. Posees una real comunión con la balada. De nuevo te insto a que vuelvas a ella. La balada es el verdadero origen del drama romántico, y los verdaderos precursores de Shakespeare no son los trágicos de la escena griega o latina, de Esquilo a Séneca, sino los autores de baladas fronterizas. En una balada como Gilderoy se ha hallado el germen precursor del romance de Romeo y Julieta, aunque los argumentos sean distintos. Las frases recurrentes de Salomé, que juntas se enlazan, como en una pieza musical los diversos motivos, son, y fueron para mí, el equivalente artístico a los estribillos de las viejas baladas.

No sé si debo agradecerte a ti o a More los libros enviados de París, a ambos probablemente. Como yo he dividido los libros, así deberás dividir tú con él mi agradecimiento.

Estoy enormemente fascinado con el Napoleón de La Jeunesse. Él debe de ser aún más interesante. El libro de André Gide no ha logrado fascinarme. El carácter egoísta es, desde luego, y siempre lo ha sido para mí, la extrema y primordial característica del arte moderno, pero para ser Egoísta hay que tener Ego. No todo el que dice «Yo, yo», entrará en el Reino del Arte. Pero personalmente quiero mucho a André, y en la cárcel he pensado en él a menudo, como también en el querido Reggie Cholmondeley, con sus grandes ojos de fauno y su sonrisa dulce como la miel. Dale mi más cariñoso afecto. Siempre tuyo,

Oscar

Abusando de tu amabilidad, incluyo una tarjeta para Reggie con mis señas. Dile que mantenga ambas en secreto.

Aurélien-Marie Lugné-Poe (1869-1940) fue un actor y empresario teatral francés. El 11 de febrero de 1896 —estando Wilde en Reading— montó su Salomé en el Théâtre de L’Oeuvre de París, interpretando además el papel de Herodes.

Al salir de prisión e instalarse en el pueblecito costero francés de Berneval-sur-Mer, Oscar comenzó a forjar proyectos literarios, entre los cuales el más recurrente fue un drama de carácter bíblico (paralelo y contrario a Salomé) que habría de llamarse Ahab and Isabel o Pharaon. Nunca llegó a escribirlo.

La falsa entrevista con Alfred Douglas se publicó en la primera plana del periódico Le Jour el 28 de mayo de 1897, firmada por Adolphe Possien. Douglas describe en ella los sufrimientos de Wilde en la prisión y arremete contra la hipocresía inglesa. Pero el comentario editorial es hostil, y se dice que en París el nombre de Oscar Wilde es sinónimo de pathologie passionnelle.

El libro de Douglas que Oscar comenta debe de ser Poems, editado en 1896, que era su primera obra publicada en volumen.

Wilde alude a una frase de la segunda parte de su ensayo «The Critic as Artist» (El crítico artista) incluido en su libro Intentions, publicado en mayo de 1891.

William More Adey (1858-1942) fue el primer traductor de Ibsen al inglés. Hombre de letras, editor de una revista y director de una galería de arte. Amigo de Wilde y de Robert Ross.

Ernest Horry Cohen La Jeunesse (1874-1917) fue un escritor bohemio y noctámbulo amigo de Alfred Jarry, autor de libros raros y célebre por su silueta afilada, sus charlas mágicas en los cafés, bebiendo ajenjo, y sus manos cuajadas de anillos. Wilde llegó a conocerlo en sus años finales. El libro al que se refiere es L’Imitation de Notre-Maître Napoleón (1897).

El libro de André Gide (1869-1951) es Les Nourritures Terrestres, de 1897.

Thomas Tatton Reginald Cholmondeley (1865-1902) era nieto del primer Lord Delamere. Vivía habitualmente en París.