1968
El decimosexto cumpleaños de Mike coincidió con el verano de las protestas. Los sucesos de mayo de 1968 en Francia habían revolucionado los campus de Estados Unidos. En agosto, la Guardia Nacional de Chicago golpeó y gaseó a los soldados rasos de la revolución, lo que engendró muchas más legiones. Robert Kennedy y Martin Luther King fueron asesinados.
En septiembre, el estado de ánimo del instituto Boylan era febril. Mientras el mundo entero se alzaba para protestar, a Mike lo atormentaban pensamientos de insurrección y fuga. Las teorías de Erik Erikson circulaban por las páginas de las revistas de psicología y los estudiantes se sentían identificados con las versiones corrompidas que llegaban a lugares como Boylan por el boca a boca. Los compañeros de clase de Mike se reflejaban en el espejo de la crisis de identidad adolescente de Erikson, pero Mike sabía que solo los huérfanos carecían de identidad.
La nueva música que irrumpió junto con el espíritu revolucionario hizo que la señora Finucane, la profesora de música de Boylan, tuviera la sensación de que estaba librando una batalla perdida. Ella enseñaba la música de Mozart y Beethoven, pero eran John Lennon y Jimi Hendrix los que llenaban los corazones de los estudiantes. Cuando anunció las audiciones para el musical anual del colegio, Mame, lo hizo sin grandes esperanzas, pero le sorprendió la concurrencia.
Cuando Mike vio el folleto, se le llenó la cabeza de ideas musicales, de vestuario, de poesía y de maquillaje de teatro. Se imaginó a Doc y a Marge aplaudiendo. Ser admirado era ser aceptado, así que no lo dudó: fue el primero en llegar a la audición y, cuando la señora Finucane le pidió que cantara su canción favorita, su interpretación de Danny Boy hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas. Al igual que a otros dos candidatos, le dieron una partitura para que practicara en casa antes de hacer otra audición para el papel principal masculino, Patrick.
Cuando llegó del colegio, Mike aprovechó la media hora diaria que Marge dedicaba a las petunias del jardín trasero para contárselo. Ella sonrió y le dio un beso en la mejilla.
—¡Mike, es maravilloso! Con la voz tan bonita que tienes, será coser y cantar. Además, me encanta ver que te interesa la buena música. Tener que escuchar rock and roll a todas horas resulta irritante, ¿no crees? Tienes que contárselo a Doc en cuanto llegue a casa. ¿Hay alguna chica guapa en el espectáculo?
Mike se sonrojó y se quedó cortado. Marge lo entendió: su hijo estaba descubriendo la atracción por el sexo opuesto. Todo iba como debía ir. Doc estaría encantado.
La señora Finucane no dudó en elegir a Mike para el papel de Patrick. Tenía una buena voz, no cabía la menor duda, pero su melancólica belleza era su mejor baza.
—Parece una estrella de cine —le dijo al jefe del departamento de Inglés en la sala de profesores después de la audición—. Todas las chicas se desmayarán al verlo en el escenario. Si yo tuviera veinte años menos…
Elegir a la actriz principal había sido difícil, porque en la audición había muchas más chicas que chicos, pero había una cuya belleza y encanto la habían hecho enormemente popular en el instituto Boylan y tampoco tenía mala voz. Se llamaba Charlotte Inhelder.
Como siempre que se cocía algo, Mary fue la primera confidente de Mike. Tenía quince años y le entusiasmaban sobremanera las proezas de su hermano.
—Supongo que tendrás que ponerte un montón de disfraces —susurró emocionada la muchacha. El resto de la casa se había ido a la cama y ellos dos estaban sentados en el cuarto de Mary, tenuemente iluminado por una lamparita de sobremesa—. Es realmente genial, Mikey. ¿Tienes que ponerte maquillaje llamativo y todas esas cosas?
—Supongo —respondió su hermano encogiéndose de hombros, mientras intentaba fingir indiferencia—. Mi personaje, el héroe, es un joven de Des Moines llamado Patrick que se va a correr una gran aventura a Nueva York, donde se queda con su tía Mame, que es rica y se mueve en la alta sociedad. Luego se enamora de dos chicas, y todo eso, así que seguro que tendré que ponerme ropa chula, maquillaje y tal.
Mary se le quedó mirando.
—¿Y quiénes hacen de las dos chicas, Mikey?
Él se echó a reír.
—Bah, un par de niñas de primero de bachillerato. El papel realmente importante es el de mi tía Mame, que lo va a hacer Charlotte Inhelder.
Mary dio un pequeño respingo.
—¡Oh, Mikey! ¡Charlotte Inhelder es taaaaaan guapa! —exclamó su hermana, y se le empañaron los ojos—. Ojalá yo me pareciera a ella. Es tan popular… ¡Y tú vas a conocerla!
De pronto Mary se sintió extrañamente asustada.
—Apuesto a que te enamorarás de ella al momento. —Mary se rio, pero su mirada era seria—. Y luego huiréis juntos y te olvidarás de tu estúpida hermana.
Emitió una extraña risilla, que sonó más como un sollozo.
Mike la rodeó dulcemente con el brazo.
—Venga, hermanita, no seas tan tonta. Sabes que tú y yo estaremos juntos para siempre. No te abandonaría ni en sueños, ¡y menos por Charlotte Inhelder! Tú y yo somos uña y carne, y eso es lo que seguiremos siendo.
Los ensayos tenían lugar después de las clases cada tarde en el auditorio Obispo Boylan y duraban, como mínimo, una hora. La señora Finucane estaba maravillada por el entusiasmo y la dedicación de Mike, que no se había limitado a aprender su parte, sino que también se sabía la del resto, y era capaz de cantar todos los números principales del espectáculo con una teatralidad sorprendente y extravagante. Su dúo amoroso con la hermosa e ingenua Pegeen resultaba encantadoramente dulce y conmovedor, aunque la principal relación del musical era la que había entre Patrick y su tía Mame.
Charlotte Inhelder tenía una melena rubia que le llegaba a los hombros, los ojos azul claro y la figura ágil de una gimnasta. A pesar de su intimidante belleza, hablaba en el tono discreto y respetuoso que sus padres le habían enseñado como el apropiado. Pero, cuando se ponía a cantar, se transformaba y resultaba completamente creíble en su papel de pujante e iconoclasta heroína empeñada en revolucionar los buenos modales del encorsetado Estados Unidos. Mike se emocionaba cuando Charlotte cantaba con él. Le intrigaban la audacia de su mirada y el mensaje que parecía enviarle. A él le gustaba aquella música descarada, escandalosa, vulgar y, también, la teatral dama en que se convertía Charlotte cuando se metía en su papel.
La señora Finucane declaró que quería que la principal relación del espectáculo rezumara química y vitalidad, y les pidió a Mike y a Charlotte que acudieran a algunos ensayos privados.
—Lo primero que hay que tener en cuenta —les dijo— es que Mame es mayor y más experimentada que Patrick, aunque, definitivamente, hay una chispa de atracción sexual entre ellos.
Charlotte ahogó una risilla y Mike notó que le ardían las mejillas al oír la palabra que empezaba por ese. La señora Finucane fingió que no se daba cuenta.
—Mame es una gran belleza y un ser muy sexual; Patrick no es más que un inocente niño de pueblo con pantalones cortos y, cuando se ven por primera vez, la forma en que Mame le habla es en realidad bastante subida de tono. Durante el transcurso de la obra, sin embargo, Patrick se hace un hombre con… deseos propios.
La señora Finucane se quedó callada un momento para pensar y los ojos de Charlotte se clavaron en los de Mike con un brillo divertido. Al final del ensayo, la chica lo cogió de la mano.
—La vieja Finucane es una descarada, ¿a que sí? —dijo Charlotte, riendo—. ¡El obispo Boylan debe de estar revolviéndose en su tumba al oír todo eso en su colegio!
Mike se sonrojó, pero no apartó la mano.
—Me he enamorado de Michael A. Hess —reconoció Charlotte. Lucy, su mejor amiga, la miraba boquiabierta desde el otro lado de la mesa en la que compartían un refresco en el café de Don—. Lucy, es el chico más guapo y sensible del mundo —le aseguró la muchacha, con la mirada embelesada clavada el mantel—. Es perfecto: ¡alto, moreno y guapo! Y además es alemán, gracias a Dios, así que seguro que a mis padres les gusta. Este año me lo llevaré al baile de promoción, ya lo verás.
Lucy suspiró con envidia.
—Los chicos de la familia Hess son todos muy guapos —dijo, con aire soñador—. Pero, desde luego, Mike es el mejor. Y es tan misterioso… Nadie sabe cómo es en realidad.
—¿Pues sabes qué? —añadió Charlotte, radiante de orgullo y emoción—. Mañana por la noche tengo que rodearlo con el brazo y cogerlo de la mano. Y… ¡va a llevar pantalones cortos!
Cuando Mike le contó a Mary lo del ensayo, estaba agitado y no sabía por qué. Daba vueltas por la habitación mientras hablaba de la belleza de Charlotte y de lo amable que había sido con él. Mary estaba sentada, observándolo.
—Mikey… —dijo su hermana, al cabo de un rato—. ¿Podría ir a verte ensayar con Charlotte algún día?
Mike estaba encantado.
—Claro, puedes venir mañana por la noche. Vamos a ensayar el principio del primer acto y nos vamos a probar el vestuario por primera vez. ¡Va a ser genial, y la música es tan bonita que te vas a morir!
El día siguiente por la noche, Mary se sentó al fondo del auditorio Boylan. Mike apareció en escena con una vieja chaqueta que le quedaba demasiado pequeña y con unos pantalones grises que no le llegaban a la rodilla. Llevaba una maleta y parecía turbado. Una mujer vestida con una harapienta falda de lino y una descolorida blusa azul lo llevaba agarrado de la mano y lo guiaba por las calles de Nueva York. Obviamente, era la niñera de Patrick y parecía que se habían perdido buscando la mansión de la tía Mame en Beekman Place. Para mantener el ánimo alto en el cruel nuevo mundo al que habían ido a parar, la niñera Gooch dedicó una temblorosa oración cantada a una letanía de santos católicos: «Santa Brígida, llévanos a Beekman Place, lejos de los malvados y los depravados […]. Los queridos brazos de Mame están extendidos para abrazarnos».
Mientras observaba desde la penumbra, Mary sintió un escalofrío: no se había dado cuenta de que su hermano hacía el papel de huérfano y le había sorprendido que no se lo hubiera contado. Su llegada al Nueva York ficticio del decorado pintado parecía una imitación sarcástica del verdadero trauma por el que ellos habían pasado, y lo peor de todo era que Mikey estaba a punto de hallar la salvación en los brazos de una mujer guapa.
«¿Y si Mike se enamora de Charlotte Inhelder? ¿Y si me deja sola?», pensaba mientras veía cómo se encontraban en el escenario. «No puede quitarle los ojos de encima…». Mary apretó los ojos y se hizo un ovillo en el fondo del asiento. Quería escabullirse a hurtadillas en la oscuridad y no volver nunca más.